“De vez en cuando aparece un producto revolucionario que lo cambia todo». Esas palabras, pronunciadas por Steve Jobs durante la apertura de la Macworld Conference & Expo de San Francisco el 9 de enero de 2007, fueron parte de uno de los discursos más importantes de la historia de la tecnología.
«Pues bien, hoy presentamos tres productos revolucionarios de esta clase. El primero es un iPod de pantalla ancha con controles táctiles. El segundo es un revolucionario teléfono móvil. Y el tercero es un revolucionario dispositivo de comunicaciones por Internet […] No se trata de tres dispositivos separados, es un solo dispositivo, y lo llamamos iPhone. Hoy, Apple va a reinventar el teléfono, y aquí está».
Sin embargo, a pesar de las apariencias, el iPhone no era entonces un dispositivo funcional. Según el sitio web de noticias TechSpot que entrevistó a Andy Grignon, un ingeniero senior de Apple en esa época, solo algunas partes del software funcionaban correctamente, y las aplicaciones consumían una cantidad excesiva de recursos, lo que hacía que se bloqueara y reiniciara inesperadamente. Todos los prototipos funcionaban mal y siempre fallaba algo durante las pruebas para la presentación. Pero ese día, en el escenario, todo funcionaba perfectamente.
Según lo que había explicado Grignon, esto se debía a que, tras cientos de horas de pruebas, los ingenieros identificaron algo que llamaban la ruta dorada, una serie de acciones que, si se hacían en un orden concreto, hacían parecer que el teléfono funcionaba sin problemas. Por ejemplo, podía reproducir una canción o un video, pero no por completo, y si se enviaba un correo electrónico y luego se utilizaba el navegador, funcionaba bien, pero si se hacía al revés el teléfono dejaba de funcionar.
(En la presentación) Jobs utilizó varios iPhones que intercambió en el escenario sin que nadie lo supiera.
Además, para evitar los problemas de saturación de memoria que bloqueaba o reiniciaba el dispositivo, Jobs utilizó varios iPhones que intercambió en el escenario sin que nadie lo supiera.
La que muchos consideran la mejor presentación de la historia fue una ilusión, pero no fue magia. Jobs practicó su presentación una y otra vez hasta estar seguro de que todo funcionaría a la perfección. Dio la apariencia de que el iPhone era funcional, cuando en realidad no lo era. Pero los inconvenientes que tenía el iPhone y que Apple debía resolver ese mismo año antes de enviarlo a los clientes no terminaron ahí. Otro problema importante del prototipo era su pantalla.
Al día siguiente de la presentación, Jobs llamó a Jeff Williams, director de operaciones de Apple. La historia la contó Williams en una rueda de prensa en 2017, en donde dijo que Jobs había detectado un grave inconveniente: la pantalla se había rayado en el bolsillo, posiblemente con unas llaves. Eso era, por supuesto, inaceptable; el iPhone no podía rayarse. Jobs decidió que Apple tenía que usar vidrio para la pantalla, en lugar de plástico con revestimiento duro.
Solo once días antes de que el iPhone saliera a la venta, Apple anunció el cambio de plástico a cristal en una nota a pie de página en un comunicado de prensa.
El equipo de operaciones probó todas las opciones de cristal que había en el mercado, pero ninguna era viable, ya que todas se rompían cada vez que el iPhone se caía. Williams le dijo a Jobs que probablemente la tecnología necesaria no estaría disponible hasta dentro de tres o cuatro años. Se dice que el fundador de Apple respondió: «No sé cómo lo vamos a hacer, pero cuando salga en junio, será de cristal».
Jobs se puso en contacto con Wendell Weeks, director general de Corning Incorporated, una empresa neoyorquina que fabrica cristales especiales, y les explicó el problema de Apple.
Un par de días después, según Williams recibió una llamada de Weeks, quien le dijo: «Oye, tu jefe ha llamado y ha dicho que mi cristal es una mierda». Y es que Weeks sugirió que se utilizara un producto llamado Gorilla Glass que se había desarrollado en la década de 1960 y que estaba «en la estantería de I+D», pero que nunca había salido al mercado porque no había aplicaciones aparentes para él.
Según la biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson, una vez que Weeks le explicó cómo se fabricaba el producto de vidrio y la ciencia que había detrás, a Jobs le convenció la idea. Dijo que quería todo el Gorilla Glass que Corning pudiera fabricar en seis meses. «No tenemos capacidad», respondió Weeks. «Ninguna de nuestras plantas fabrica el vidrio ahora».
«No tengas miedo», respondió Jobs, según Isaacson. Esto dejó atónito a Weeks, que trató de explicar que una falsa sensación de confianza no permitiría superar los retos de la ingeniería. Pero era una premisa que Jobs no aceptó. «Sí, puedes hacerlo», dijo. «Mentalízate. Puedes hacerlo».
Tal y como cuenta Williams, fueron meses de peleas y mucha presión para que todo saliera bien entre los equipos de Apple y Corning.
Al final, solo once días antes de que el iPhone saliera a la venta, Apple anunció el cambio de plástico a cristal en una nota a pie de página en un comunicado de prensa. En menos de seis meses, Corning fue capaz de producir en masa un tipo de vidrio resistente a los arañazos que nunca antes se había fabricado.
Gorilla Glass se convirtió rápidamente en una de las principales líneas de negocio de Corning, y en 2019 la empresa registró US$11.500 millones en ventas brutas, más del doble que en 2006. La alianza entre Apple y Corning Incorporated continúa hasta hoy. Apple comunicó que en 2019 invirtió casi US$3.000 millones en el vidrio creado por Corning y utilizado en sus productos, incluyendo el iPad y cada generación del Apple Watch y iPhone.
El 29 de junio de 2007, el día en que el iPhone salió a la venta en todo el mundo, Jobs envió un mensaje al director general de Corning Incorporated: «No podríamos haberlo hecho sin ti», un mensaje que Weeks conserva hasta el día de hoy enmarcado en su despacho.