La madre de las frutillas del mundo
Fragaria chiloensis:

La madre de las frutillas del mundo


Por Marcela Venegas Hartung

Parece de cuentos, pero lo que es originario de Latinoamérica siempre se las arregla para estar presente en los más variados lugares, actividades y momentos de la historia mundial. Es el caso de la génesis de la frutilla o fresa que hoy se comercializa, saboreamos y es parte de la dieta obligada de los exigentes paladares alrededor del mundo. La conquista de América, un espía francés y la constancia de un joven botánico, permitieron la creación de un fruto grande, rojo, carnoso, y muy aromático que conocemos hoy como Fragaria x ananassa o fresa-piña.

LOS ORÍGENES EN CHILE

La historia de la frutilla chilena se remonta al siglo XVI, cuando el conquistador Pedro de Valdivia, en sus primeros relatos, cuenta de la existencia de estos frutos. Luego fray Diego de la Ocaña en 1605 describe la existencia de muchos campos de matas tipo madroños, que crecían a ras de suelo, y que tenían dulces frutos, perfumados y blancos, los que más tarde, en 1614, el jesuita español, Alonso de Ovalle, clasificaría como Fragaria chiloensis, para luego describir su cultivo y sus variedades. “Son muy diferentes de las que he visto aquí en Roma, así en el sabor como en el olor y en la cuantidad, porque crecen tan grandes como peras, y aunque de ordinario son rojas, las hay también, en la Concepción, blancas y amarillas”, así las describía en 1646 el Libro I, Capítulo II de su Histórica relación del Reyno de Chile.

Más tarde en 1788, el abate Juan Ignacio Molina también hace referencia a este fruto resaltando su nombre en mapuche quellghen y comentando sus cualidades en Inglaterra, Italia y Francia, y es que la frutilla chilena se producía de forma natural desde Santiago a Chiloé, pero en lo fundamental era cultivada por el pueblo Mapuche en los sectores aledaños a la Cordillera de la Costa, entre Constitución y La Imperial, en mayor medida, en los sectores aledaños a la Cordillera de Nahuelbuta.

LA FRUTILLA BLANCA VIAJA A EUROPA

A principios del siglo XVIII, el Ingeniero Naval y Oficial de la marina francesa, Amédée-Francois Frèzier, recibe la misión del rey Luis XIV de viajar y estudiar las defensas de las colonias españolas en América del Sur. Su viaje lo conduce a Concepción (actual Penco), en donde desembarca el 18 de junio de 1712. En su libro “Voyage de la Mer du Sud” –aux cotes du Chili et du Perou- (“Viaje por el Mar del Sur” –por las costas de Chile y Perú) A. F. Frèzier describe su viaje por estos lares y anota detalladamente – con planos y numerosos diseños – las producciones minerales, animales, vegetales del país, destacando la fertilidad de la tierra, agregando en su observación que “se cultivan campos enteros de una especie de fresa, diferente de la nuestra, de hojas más redondeadas, más carnosas y más velludas, sus frutos son por lo general grandes como una nuez, incluso a veces como un huevo de gallina; ellos son de un rojo blanqueado y un poco menos delicadas al gusto que nuestras fresas de bosque”. Entonces en Europa existía un fruto similar de color rojo. La diferencia es que el ejemplar chileno era más grande y muchísimo más fragante. No dudando de la importancia de su descubrimiento, Frèzier decide llevarse algunas plantas a Francia al momento de retornar. Tras la larga travesía marítima, la que incluyó una escala en Brasil, el 17 de agosto de 1714 arribó a Marsella. De las 12 plantas que se llevó originalmente, solo cinco llegaron en buen estado.

“Se cultivan campos enteros de una especie de fresa, diferente de la nuestra, de hojas más redondeadas, más carnosas y más velludas, sus frutos son por lo general grandes como una nuez, incluso a veces como un huevo de gallina; ellos son de un rojo blanqueado y un poco menos delicadas al gusto que nuestras fresas de bosque”.

Amédée-Francois Frèzier, Ingeniero Naval y Oficial de la marina francesa, enviado por el rey Luis XV a espiar las colonias españolas en América.

El primer híbrido fértil derivado de la cruza entre la Fragaria chiloensis y la Fragaria virginiana Duchesne la llamó Fragaria x ananassa por su aroma y sabor parecido a la piña Le regala dos al sobrino y representante de la naviera en la que viajaba como agradecimiento por haberle permitido regar las plantas con agua dulce, y las otras se las ofrece al Ministro, el señor Le Pelletier de Souzy, con el objetivo de que fuesen plantadas en el jardín real de Paris “en donde se hará los posible de hacerlas fructificar”. En 1715, comienzan los cultivos experimentales de la fresa de Chile en el Jardín Botánico de Paris; cinco años después de su introducción, la llevan a Holanda, el botánico inglés, Philip Miller, la transporta al Jardín de Chelsea (Inglaterra), luego es mencionada en Bologna (Italia).

Si bien la planta se distribuyó por toda Europa, “desafortunadamente” los

primeros reportes de frutos de la Fragaria chiloensis no fueron positivos, ya que Frezier no se había dado cuenta de que había importado solo plantas hembras, que requerían polinizantes para producir frutillas/fresas, sin embargo, como se pueden reproducir vegetativamente a través de esquejes, las plantas chilenas crecieron muy bien especialmente en la zona de Plougastel, en la Bretaña Francesa, por su parecido con el clima de la Cordillera de Nahuelbuta, de donde eran originarias.

Sin embargo, este problema los botánicos no tardaron en darle solución, cuando descubrieron que la Fragaria chiloensis producía fruta – aunque no muy homogénea cuando era polinizada por la Fragaria muschata o por la Fragaria vesca, ambas variedades europeas.

El primer híbrido fértil derivado de la cruza entre la Fragaria chiloensis y la Fragaria virginiana Duchesne la llamó Fragaria x ananassa por su aroma y sabor parecido a la piña.

VOILÀ! LA FRUTILLA ACTUAL

Por varios años, la “frutilla blanca” chilena pasa a ser a fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, el principal producto de los pequeños agricultores de Plougastel, comuna ubicada al lado de la ciudad puerto de Brest, siendo exportada incluso a Gran Bretaña. Pero ya hacia finales del siglo XVIII comienza a aparecer en Plougastel una fresa diferente, de color rojo, un poco más pequeña que la frutilla chilena, muy aromática y con un sabor parecido a la piña, denominada Fragaria x ananassa.

Esa “x” entremedio del nombre del fruto, llamó a atención del doctor en biología celular y molecular de la Universidad Católica de Chile, Gabriel León, quien recoge esta historia en su libro “Ciencia pop”, y dedica un capítulo completo a este hallazgo. Ávido a la lectura de hechos curiosos entorno a la ciencia, el científico chileno se dio cuenta de que el nombre de la frutilla tradicional, ese fruto rojo consumido en todo el mundo y que aparece por cajones en los veranos, no se trataba de una fruta nativa, sino de un híbrido.

Es así como investiga y la historia lo lleva a 1764, cuando un inquieto joven naturalista de 16 años llamado Antoine-Nicolas Duchesne, que vivía en Versalles porque era hijo de uno de los arquitectos del rey Luis XV, comienza a realizar experimentos de polinización controlados entre las matas chilenas y las que ya existían en Europa.

En efecto – cuenta León en su libro – Duchesne después de varios intentos logró producir una fruta de belleza extraordinaria, como resultado de hacer crecer en maceteros cercanos a la frutilla chilena y la Fragaria muschata. Sin embargo, las semillas de este cruce no produjeron plantas, por lo que siguió experimentando.

Fue así como un año después aparece el primer híbrido fértil derivado de la cruza entre la Fragaria chiloensis y la Fragaria virginiana, que provenía de Estados Unidos. Debido a su sabor a esta fresa se le llamó Fresa Ananas o Frutilla Piña, y Duchesne le da el nombre científico de Fragaria x ananassa. Por su porte comienza a denominársele comúnmente fresón y es la fresa madre de todas las variedades de fresones (o frutillas rojas) producidas hoy en día en el mundo. Esta nueva variedad comienza poco a poco a desplazar a la frutilla chilena en los cultivos de Plougastel en el siglo XIX, hasta hacerla desaparecer, a fines de ese siglo o principios del siglo XX.

El fresón o frutilla que hoy conocemos se ha transformado en uno de los frutos más rentables para medianos agricultores a nivel mundial y fue así como ese primer híbrido fue el que se usó para obtener las más de cien variedades que hoy se cultivan.

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