Según cuenta una historia no tan lejana, a fines de 2019 el terreno estaba listo. Uno de los emprendimientos más brillantes de Estados Unidos y tal vez el unicornio al que todos aspiraban “llegar a ser” iba a salir a la bolsa. El excéntrico israelí-estadounidense, Adam Neumann, co-creador de WeWork se había reunido con los jefes de la Bolsa de Valores de Nueva York (NYSE) y de Nasdaq en una de sus casas en los Hamptons. We Co., como se conoce a la compañía matriz de WeWork, saldría a la bolsa y cada ejecutivo quería que Neumann cotizara en la suya. Nasdaq ganó.
A principios de ese mismo año el precio de la empresa que subrenta espacios para oficinas, WeWork, era de US$ 47.000 superando incluso a FedEx y Ford, que tenían capitalizaciones de mercado de aproximadamente US$ 42.000 y US$ 35.000, respectivamente.
Sin embargo, la IPO nunca tuvo lugar. Se examinaron los documentos de la empresa antes de salir a la bolsa y mostraban una compañía con pérdidas cada vez mayores, sin tener un camino claro para obtener ganancias y tener un historial de negocios de despilfarros y excesos a favor de su CEO.
En las semanas siguientes, We Co. desistió de sus planes de cotizar en bolsa, destituyó a Neumann de su cargo de CEO luego de que él se asegurara de un trato que le daría cerca de US$ 1.700 millones y SoftBank Group Corp, empresa japonesa del empresario Masayoshi Son, tomaría el control de la firma WeWork por un valor de US$ 8.000 millones, lejos de los US$ 47.000 millones que había sido valorizado a principios de ese año.
En 2015, según el ranking Fortune «40 under 40», Neumann fue el joven menor de 40 años más influyente en los negocios del mundo.
EL ORIGEN
Nacido en Tel Aviv, desde joven Adam Neumann vivió en distintas partes del mundo. Parte de su juventud la vivió en un kibutz en Israel -lo que lo inspiraría más adelante para la idea del co-work-, luego se graduó de la Academia Naval y después se trasladó a Nueva York para estudiar y vivir junto con su hermana, la modelo Adi Neumann. En ese momento, y sin saber, empieza a nacer de forma incipiente el concepto del WeWork.
Lo primero que le llamó la atención a Neumann era que nadie se saludara en los ascensores del edificio. Decidió hacer una prueba: Ir a la casa de los vecinos sin avisar e invitarlos a tomar un café. Según cuenta la historia el experimento fue un éxito. Cambiaron las relaciones en el edificio, los vecinos dejaron de ser desconocidos y se organizaban fiestas de bienvenida a los nuevos inquilinos.
Pero Neumann no solo hizo experimentos sociales, sino que también navegó en las aguas del mercado y creó una empresa de zapatos con tacos plegables que terminó por vender, y otra empresa de ropa para bebés que fracasó. En ese momento conoce a Miguel McKelvey, un arquitecto criado en una comunidad hippie en Oregón, con quien compartía la misma visión sobre una cultura de trabajo colaborativo. En 2008 trabajaron juntos en un proyecto que vendieron dos años más tarde.
En 2010 decidieron arrendar un edificio en el SoHo para cofundar WeWork, la idea era subarrendar oficinas, principalmente a empresas emergentes y emprendedores. El espacio compartido estaba destinado a fomentar un sentido de comunidad y para eso había cerveza y cafeterías en los espacios comunes. Neumann había conseguido el respaldo monetario de Benchmark Capital, una importante firma de capital de riesgo que apoyó en un principio a Twitter Inc. y eBay Inc. Pero sus creadores más que pensar en WeWork como un espacio físico de trabajo hablaban de que era “un cambio de conciencia global con un impacto positivo en las comunidades”. Muy pronto se expandiría por el mundo, incluido Chile y Perú.
El 2014 fue el año en que WeWork logró ir mucho más lejos de lo esperado gracias a importantes inversionistas como JP Morgan, Goldman Sachs y Benchmark. A esas alturas la empresa abrió 51 oficinas y llegó incluso a Europa.
En 2015, según el ranking Fortune «40 under 40», Neumann fue el joven menor de 40 años más influyente en los negocios del mundo. Su startup fue valorizada ese año en US$ 10.000 millones, mientras que en diciembre del año anterior se tasaba solo en US$ 1.000 millones.
El siguiente gran paso lo dio en 2017 cuando SoftBank Vision Fund puso sus ojos sobre WeWork. Vision Fund es un fondo de capital de riesgo enfocado en tecnología y es uno de los más grandes del mundo. Su dueño, Masayoshi Son, conocido por apoyar “unicornios” como Uber y Airbnb, le habría bastado una visita guiada con Adam Neumann por las oficinas de la empresa para invertir en ella US$ 4.000 millones.
La inversión del SoftBank permitió que Neumann pudiera expandir su marca de forma internacional pero también llevar la marca We a otras áreas de la vida.
La inversión del SoftBank permitió que Neumann pudiera expandir su marca de forma internacional pero también llevar la marca We a otras áreas de la vida como, por ejemplo, la residencial creando WeLive que consistían en edificios residenciales con pequeños dormitorios para dormir y amplias zonas comunes para comer, cocinar y compartir. También adaptó este formato a otro revolucionario concepto e incluso descabellado WeMars, pensado para el momento en que el hombre llegue a Marte. Se cuenta en el libro “The Cult of We: WeWork, Adam Neumann y Great Startup Delusion” (2021), que Neumann conversó con Elon Musk, el emprendedor y magnate cofundador de SpaceX que está trabajando por llevar el hombre a Marte, y le había dicho que llegar a Marte era la parte fácil, pero que construir una comunidad allí sería lo difícil.
Fue así que en el mismo 2017 surgió otro proyecto, pero con Rebekah Neumann a la cabeza, esposa del empresario y prima de Gwyneth Paltrow. Ella creó WeGrow que consistía en un colegio privado para niños cuya matrícula oscilaba entre los US$ 20.000 mil y los US$ 40.000 mil anuales. Tenían clases de yoga, meditación, música en vivo y de idiomas, como cursos de mandarín y funcionaba en uno de los edificios de WeWork en NuevaYork.
En ese mismo año la compañía se había expandido a 20 países, estaba en 65 ciudades y tenía 208 edificios. Estaba en Australia, Canadá, China, Estados Unidos y Reino Unido. En Latinoamérica, donde habían arribado en 2016, tenían edificios en México, Brasil, Argentina y Colombia y estaban por abrir en Perú y Chile.
EL LADO B DEL ÉXITO
Al principio, Neumann era considerado como una persona extraña a la forma habitual en que los genios que recién saltan a la fama y logran una fortuna son: Extravagantes o tal vez un poco más. Iba en skate al trabajo, tomaba shot de tequila en las reuniones y contrató a la cantante Lorde para que actuara en la reunión anual del campamento de verano de la compañía. Según contaban los rumores, se decía que la asistencia al campamento era obligatoria y los shot de tequila eran alentados.
El CEO tenía una intensa vida social, se la describe como llena de lujos y excesos. El libro “Billion Dollar Loser: The epic raise and spectacular fall of Adam Neumann and WeWork” (2020), cuenta que durante los días de trabajo le gustaba darse un descanso con fiestas donde no podía faltar el tequila Don Julio 1942. También cuenta que se le veía caminando sin zapatos por la oficina donde – se dice – tenía construida una piscina, un sauna y que también viajaba usualmente en su propio jet privado. Hay una historia que los periodistas de The Wall Street Journal, Eliot Brown y Maureen Farrell, cuentan en el libro “The Cult of We: WeWork, Adam Neumann y Great Startup Delusion”. En un viaje en avión el humo de la marihuana era tan denso en la cabina, que la tripulación tuvo que ponerse sus máscaras de oxígeno.
Los análisis que se han hecho con el tiempo dicen que Neumann se mostró con una personalidad cada vez más errática y nunca logró descubrir bien o contentarse con el modelo comercial que estaba vendiendo. Él veía WeWork como una startup tecnológica, disruptiva, estando a la par o comparándose con Facebook y Twitter, cuando en realidad estaba simplemente en el negocio tal vez poco glamoroso del subarrendamiento de bienes raíces. Eso sumado a sus comportamientos desleales hacia la empresa como, por ejemplo, usarla como su banco personal o adquirir inmuebles que posteriormente alquilaba a WeWork o la polémica de que WeWork habría tenido que pagarle a él US$ 5.9 millones por el uso de la marca registrada “We” de la que él era dueño a través de la empresa privada We Holdings LLC, de la que Neumann es gerente, que poseía los derechos de la palabra “We”. Sin embargo, fue tanto el escándalo que WeWork recuperó los US$ 5,9 millones que pagó a Neumann y retuvo los derechos de la marca comercial de la palabra «We».
Fue ese cúmulo de cosas las que finalmente sacaron a Neumann del negocio.
Así llegó el 2019, cuando la empresa se estaba preparando para una IPO que convertiría a Neumann en billonario, y mientras él estaba surfeando en las Maldivas al mismo tiempo los números de WeWork arrojaban pérdidas mayores.
Tras su salida como CEO y la salvación de SoftBank de la empresa, el escenario vuelve a cambiar con la llegada de la pandemia.
El ejecutivo inmobiliario indio-estadounidense, Sandeep Mathrani, tomó el control de WeWork en febrero 2020, en un difícil momento, solo semanas antes de que se forzara el cierre de las oficinas debido a la pandemia del Covid- 19. La compañía estadounidense tuvo que reajustarse a nivel mundial en sus 800 edificios ubicados en 38 países y aunque bajo el mando de Neumann era un barco sin rumbo, con Mathrani el escenario fue cambiando drásticamente, ya han reducido las pérdidas y tienen un plan para transformar esta operación.
El actual director ejecutivo ha reducido su gasto de efectivo de un máximo de US$ 1,4 mil millones en el cuarto trimestre de 2019 a US$ 517 millones en el tercer trimestre de 2020. Y ya tienen proyecciones de crecimiento y adquirir más oficinas para el 2022, además de asegurar que muchas de las cosas que ha hecho WeWork antes de la pandemia es lo que se busca hoy en los espacios de oficina, teniendo un brillante futuro por delante.