La nueva normalidad climática
EL DESAFÍO DEL PERÚ

La nueva normalidad climática

En el norte y el sur del Perú, la fruticultura enfrenta un nuevo escenario marcado por la variabilidad climática. El aumento de temperaturas, los cambios en la estacionalidad y la aparición de fenómenos atmosféricos poco conocidos están alterando los ciclos productivos, reduciendo los rendimientos y afectando la calidad de los cultivos. Empresas agroexportadoras buscan adaptarse mediante innovación tecnológica, manejo agronómico más preciso y nuevos enfoques de sostenibilidad, mientras expertos advierten sobre la falta de información climática oportuna y especializada. La necesidad de redibujar el mapa agrícola del país ya es parte de la conversación.


Por Gabriel Gargurevich Pazos

La brisa que alguna vez trajo cierta previsibilidad a los campos del norte y del sur del Perú hoy carga consigo un aire inquietante. Ya no basta con conocer el calendario agrícola o seguir al pie de la letra las buenas prácticas del pasado. En la agroindustria peruana, los ciclos de cultivo han perdido su regularidad y, en cambio, han adoptado el ritmo caprichoso del clima.

Luis Garavito, gerente agrícola de Sociedad Agrícola Saturno, empresa localizada en el norte del Perú, en Piura, lo resume de esta manera: “Antes, en la uva trabajábamos más en la planificación, teníamos claras las fechas de poda, de raleo, de cosecha, todo, pero ahora cada una de esas fechas ha pasado a ser definida por un manejo agronómico, donde no podemos tener claro cómo puede impactar el clima”. Su afirmación refleja cómo el clima ha cambiado las reglas del juego. Durante los últimos cuatro años, la tendencia ha sido clara: aumento de temperaturas, alteraciones fenológicas y un comportamiento errático de los cultivos.

El cambio climático ha dejado de ser un fenómeno lejano para convertirse en una amenaza inmediata para los agricultores peruanos. La variabilidad climática ya no es una posibilidad; es una realidad con la que deben convivir diariamente. En este nuevo escenario, el norte y el sur del Perú comparten una misma incertidumbre, aunque con particularidades. Las decisiones agronómicas ya no pueden tomarse sin antes hacer una lectura precisa de las condiciones climáticas. “Siempre hemos dicho que el 80 por ciento del éxito en un cultivo es un buen manejo de riego, pero ahora a eso le sumamos una buena lectura de las condiciones climáticas… es tu punto de partida para tener éxito en el cultivo. Hay que tener un registro de temperaturas máxima, mínima, de radiación, humedad, y a ese registro sumarle tu curva fenológica, tus fechas de poda… Solo así puedes determinar, de alguna manera, si la floración cae en época fría, por ejemplo, si vas a tener baya de la uva más alargada, si tu poda coincide con temperaturas frías, lo que podría generar un menor desarrollo de brote, un menor vigor de planta. Ahora uno tiene que adaptarse a las condiciones climáticas”, señala Garavito.

Temperaturas elevadas en etapas claves de los cultivos provocan problemas como la presencia de uvilla, racimos de uva más pequeños, floraciones fuera de tiempo y brotes con menor vigor. El impacto no distingue regiones: en el norte, como en el sur, los productores están viendo cómo sus rendimientos caen y sus costos aumentan.

Durante los últimos cuatro años, la tendencia ha sido clara: aumento de temperaturas, alteraciones fenológicas y un comportamiento errático de los cultivos.

“Ya hemos visto que, en verano, cuando sucede la postcosecha de uva en el caso del sur, y es nuestra poda de formación en el norte, las temperaturas han incrementado, durante los últimos cinco años. ¿Y esto qué genera? Que nuestros cultivos se ‘tropicalicen’ más, se direccionen más en producir brote y no tanto en madurar una yema. Entonces, como resultado obtienes que cuando vas a podar esa yema que no ha madurado bien, definitivamente no es un racimo bien conformado, y en la mayoría de los casos tienes mayor porcentaje de racimos chicos. Entonces, sí, es un tema que nos está afectando. Ya vamos hacia una condición más semitropical y quizás tropical en el norte”, advierte Garavito.

Al perderse la precisión en la cosecha, se diluirían las ventajas competitivas del país en ciertos nichos de mercado. Esto obligaría a redibujar el mapa productivo.

¿VENTANAS QUE SE MUEVEN?

Ricardo Galindo, gerente de operaciones de Agrícola Riachuelo, empresa ubicada al sur, en Ica, coincide con el diagnóstico y añade una preocupación que toca el corazón del modelo agroexportador: “Uno de los temas fundamentales en la agricultura son las ventanas comerciales y al cambiar tus temporadas puede ocasionar algún efecto, tanto en contra como positivo, pero es algo que todavía no lo podemos manejar. En todo caso, vamos a tener que irnos adaptando; en algún momento vamos a tener que cambiar de cultivo, dependiendo la zona, la ubicación, las altitudes; nos queda un arduo trabajo por hacer, en realidad, pero ya lo estamos haciendo. Entonces tenemos que ser un poco más responsables respecto a la formación de nuevos polos energéticos, de nuevas formas de ver la agricultura, acaso mucho más sostenibles, sin afectar el medio ambiente. Eso es lo que nos va a tocar a cada uno de nosotros”.

En la agricultura peruana, los cambios en la estacionalidad no solo afectan la productividad, sino también la oportunidad de colocar la fruta en mercados exigentes como Estados Unidos, Europa o Asia. Al perderse la precisión en la cosecha, se diluirían las ventajas competitivas del país en ciertos nichos de mercado. Esto obligaría a redibujar el mapa productivo.

Como mencionó Galindo, quizás sea necesario cambiar de cultivos según zonas, altitudes y capacidades de adaptación. Esto implicaría incluso considerar mudanzas de inversión y tecnología hacia áreas menos vulnerables, o hacia otras altitudes dentro de las mismas regiones. A pesar de algunos esfuerzos hacia la sostenibilidad –como la búsqueda de energías limpias, la reutilización del agua o la reducción de la depredación de recursos naturales–, Galindo espera que los esfuerzos “sean lo suficientemente significativos para mitigar esta situación. En todo caso, debemos ponernos todos a trabajar porque este es un asunto que nos afecta a todos los productores”.

Esta transformación estructural se enmarcaría en una realidad climática de largo aliento. Ulises Osorio Ángeles, consultor agroclimático de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), contextualiza lo que está en juego. “Hasta hoy seguimos en fase ascendente, por tanto, nos vamos hasta 2028 o más. Quienes miden calidad de fruta, lo notan, el evento habrá culminado cuando disminuya el estrés abiótico y se incremente la humedad atmosférica. La alta radiación solar continuará, porque ello es otro evento; cabe mencionar que se ha tenido que ampliar la escala de radiación UV”, dice.

Según explica, además de los conocidos fenómenos de El Niño y La Niña, existen otros eventos anómalos poco estudiados como el Evento Degollador –o Ai Apaec, mal llamado El Niño Costero– y el Año de San Andrés o Llampayec. Este último se caracteriza por vientos intensos y prolongados que generan un estrés severo en los cultivos, y cuyo efecto se extiende por años. “Las alteraciones son a nivel del tiempo atmosférico, ciclos cortos de calentamientos y enfriamientos como lo fue 2024 y lo será 2025, con mayor número de friajes y un clima espectacular para incendios de toda índole en todo el continente”.

La falta de herramientas predictivas agrava la vulnerabilidad del sector. Osorio lamenta que, si bien existen agencias como SENAMHI o ENFEN, “muy buenos en pronósticos del tiempo, en clima no llegan a una predicción de 60 días, insuficientes para anticipar respuestas de plantas en fisiología y sanidad. La información dada es muy valiosa, pero necesitan trabajar mucho la parte productiva. Reconozco el esfuerzo de proporcionar información agroclimática, pero es aún muy genérica para la toma de decisiones”.

El caso es que en Perú todavía no se ha logrado una articulación eficiente entre el conocimiento climático y la toma de decisiones agrícolas. “A nivel de empresas, sí han respondido muy bien, al trabajar el estrés abiótico en forma oportuna, estrés que no ha disminuido luego de El Niño 2023, pero lograron mejores cosechas gracias al buen trabajo. Este no ha sido el caso de los pequeños y medianos agricultores que siguen sufriendo las consecuencias tanto en rendimiento como calidad de fruta cosechada”, dice el experto agroclimático.

SEGUIR EVOLUCIONANDO

¿Esta realidad llegó para quedarse? Rafael Ibarguren, CEO de Agrícola Don Ricardo, reconocida empresa iqueña, responde: “¡Seguro que sí! Nuestra industria, en línea con todos nuestros competidores mundiales, necesita y requiere estar en constante evolución, adaptarnos a los cambios que el mundo exige es nuestra carta de supervivencia”. Reconoce que los retos del clima hoy incluyen un abanico mucho más amplio: no solo El Niño o La Niña, sino también eventos como el Yaku, los friajes, las lluvias de gran intensidad y otros fenómenos inéditos, “que son nuevos en nuestro día a día, trayendo consigo enormes retos de manejo en nuestra industria”.

Para Ibarguren, la respuesta está en la innovación. Desde la búsqueda de nueva genética hasta la mejora de las técnicas de postcosecha, pasando por el uso de inteligencia artificial, sensores remotos y materiales de empaque más eficientes, reducción de pesticidas, todo apunta a mantener la competitividad, y a la búsqueda de un producto seguro y de calidad superior.

 

“Hoy tenemos a la mano una enorme cantidad de data, que con un buen proceso y análisis nos dará condiciones de continuo avance. Nuestra ubicación geográfica así lo exige, estamos muy lejos de nuestros mercados, lo cual nos exige altísima calidad para lograr fruta con vida de anaquel. Este reto nos llevó a trabajar con la mejor tecnología en todo nivel”, dice.

En Perú todavía no se ha logrado una articulación eficiente entre el conocimiento climático y la toma de decisiones agrícolas.

El referente de la agroindustria peruana, advierte que los productores peruanos son responsables del abastecimiento a sus clientes de fruta confiable, de calidad, así como de llegar en los tiempos adecuados. “Este es un gran reto, por ello es que vivimos en constante evolución. Debemos estar un paso adelante de nuestros competidores, buscar nuevos productos, aprovechar las bondades de nuestro clima. Somos una industria joven, en desarrollo, que creció en los últimos treinta años, tomando como referentes a los mejores productores del mundo en ese momento; esto nos dio la ventaja de partir ya con algo de conocimiento, de lograr un alto nivel de calidad en infraestructura agrícola e industrial, el reto es continuar evolucionando”, añade.

EL NORTE: HAY GOLPES EN LA VIDA

“Si no se toman acciones, si no se juntan especialistas, no analizan esta situación y ven de qué manera podemos salir adelante, nos va a costar muchísimo”, advierte Garavito. “Lo que más se ha hecho son trabajos puntuales de empresa a empresa, donde hemos obtenido un buen análisis de lo que puede pasar, pero este es un tema para tratarlo más a fondo”.

En Piura y Chiclayo hubo retraso y deficiencia de agua, lo que obligó a sembrar uva hasta febrero, afectando el llenado de grano. “¿Entonces, eso qué significa? Que después, al final, muchos de esos granos quedan vacíos o no se forman en el tamaño que se espera, entonces automáticamente ya tienes un impacto en la producción”.

Ulises Osorio comenta que los profesionales de los servicios agroclimáticos están enfrentando este anómalo evento climático “como un aprendizaje constante” dado los nuevos desafíos que les impone. “Es en extremo dañino cuando no se le entiende, y las consecuencias se pueden apreciar en la calidad de gran parte de la fruta, hortaliza o grano que consumimos o exportamos. El evento tiene influencia en ambas regiones, siendo la norte la más golpeada debido a la elevada sensación de calor, muy baja humedad y alta radiación solar. En ambas regiones el estrés abiótico va a continuar, incluso en sierra y selva”.

Osorio advierte que, lamentablemente, en Perú no hay expertos agroclimáticos formados en la Academia ni climatólogos “que nos den al menos un 90% de acierto (estadísticamente significativo) en forma oportuna. Por ejemplo, debemos saber el comportamiento del clima de todo 2025 y del verano 2026 para programar cosechas de mango”.

Garavito, insiste en la importancia que tomará la progresiva tropicalización del norte. “Si no nos adaptamos a eso, si no buscamos la asesoría de un especialista, los resultados en los campos no van a ser los que esperamos. Ya he mencionado que este es el punto principal para todo. Creo que todavía no estamos en las condiciones de mayor temperatura; creo que el 2025, el 2026, como nos indicaron, se vienen condiciones mucho más complicadas”.

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