La revolución que promete la edición génica
¿SUPERAGRICULTURA A LA VISTA?

La revolución que promete la edición génica

La edición génica está transformando la agricultura, permitiendo cultivos más resistentes y nutritivos. En Japón ya se comercializan tomates editados con mejor sabor y beneficios para la salud, además de una variedad de maíz con mayor rendimiento de amilopectina y un melón con mayor vida de postcosecha. En Asia, Oceanía, India y las Américas, la tecnología avanza rápidamente. Investigadores destacan su potencial para enfrentar el cambio climático y mejorar la producción, pero críticos advierten sobre riesgos ambientales y éticos. Mientras países como Argentina, Colombia, Brasil y Chile impulsan regulaciones favorables, en Perú la biotecnología no muestra avances significativos. ¿Es la edición génica el futuro del agro o una caja de Pandora?


Por Gabriel Gargurevich Pazos

En mayo del año pasado, Pairwise, empresa pionera en innovación genética aplicada a la alimentación y la agricultura, y Bayer, anunciaron que ampliarían el mercado de vegetales editados con CRISPR, mediante un acuerdo de licencia. CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) es una tecnología de edición génica que permite modificar el ADN de un organismo de manera precisa. Se utiliza para cortar, eliminar, agregar o reemplazar secuencias específicas de genes, lo que permite cambiar ciertas características en plantas, animales y seres humanos.

Pairwise desarrolló una ensalada verde que contiene kale, un vegetal similar a la mostaza, al que le disminuyeron su pungencia –sensación de irritación o ardor provocada por ciertos compuestos químicos en los alimentos– para que aumente la aceptación por parte de los consumidores y se beneficien de las propiedades nutricionales del kale, que es rico en calcio. “Este es un ejemplo de cómo la edición génica puede generar nuevas características en los cultivos de cara a los consumidores. Pero también podríamos hablar de la generación de variedades resistentes a condiciones de escasez de agua o a patógenos”, dice Álvaro Castro, investigador de UC Davis Chile Life Sciences Innovation Center. “La edición génica, al igual que el mejoramiento convencional, tiene una doble mirada al momento de generar nuevas variedades: en primer lugar, ayudar a resolver problemas que los productores tienen y observan en los campos; y por otro lado, generar variedades con características que son demandadas por los consumidores”.

Para el doctor Castro, la edición génica es una herramienta que permite complementar el trabajo que se realiza en los programas de mejoramiento convencional, constituyéndose en una pieza clave para la obtención de nuevas variedades que ayuden a enfrentar los desafíos que imponen el cambio climático, la producción sustentable y la búsqueda de alimentos más saludables por parte de los consumidores. “La edición génica mejora o aumenta las posibilidades de obtener las características o fenotipos deseados cuando se busca generar nuevas variedades. Sin embargo, a partir del uso de esta tecnología no es posible acelerar de manera sustancial la obtención y registro de una nueva variedad; se hace urgente comenzar a trabajar en la obtención de variedades mejoradas a partir de estas tecnologías considerando que los desafíos de adaptación al cambio climático, producción sustentable y el consumo de alimentos más saludables son demandas actuales”, dice.

Adrián Moreno, investigador de la Universidad Andrés Bello de Chile, no duda en señalar que la edición génica va a transformar la industria frutícola a nivel global, “ya que esta tecnología permitirá la generación de nuevas variedades con distintas propiedades de tolerancia a los desafíos del cambio climático, pero también a los desafíos tradicionales de la cadena productiva como el rendimiento de los cultivos, la prolongación de la vida de postcosecha o el mejoramiento de las propiedades organolépticas de los frutos. En Japón, por ejemplo, se ha puesto a disposición de los consumidores dos variedades de tomate editadas genéticamente, una con mejor sabor al ser más dulce, y otra que produce una molécula funcional con efectos positivos para la salud. También han desarrollado una variedad de maíz con un mayor rendimiento de amilopectina, y una variedad de melón con una mayor vida de postcosecha”.

“Permitirá la generación de variedades más tolerantes a los desafíos del cambio climático, pero también a los desafíos tradicionales de la cadena productiva como el rendimiento de los cultivos, la prolongación de la vida postcosecha o el mejoramiento de las propiedades organolépticas de los frutos” — ADRIÁN MORENO, INVESTIGADOR UNIVERSIDAD ANDRÉS BELLO

También en Chile, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA, viene desarrollando desde hace muchos años investigaciones en tecnologías para frutales casi a la par de los centros más avanzados del mundo. El bioquímico e investigador de la entidad, Humberto Prieto, explica que “fue una decisión que obedeció a una estrategia que, como centro tecnológico en el país, tenemos de forma permanente: vigilar tecnologías y buscar su adaptación a nuestra realidad. Nuestra propuesta es siempre hacer que el país cuente con la tecnología, y en este caso correspondía hacerlo con CRISPR, y se hizo”. En la misma línea de Moreno, sostiene que la edición génica es una herramienta que transformará la agricultura.

“Hoy existe una conciencia bastante generalizada de las ventajas que ofrece la implementación y el uso de estas tecnologías en el mejoramiento genético. Sin duda, un entorno de cambio climático y de desafío permanente han marcado esta observación, en donde surgen nuevos desafíos temporada tras temporada de producción”.

Hoy prácticamente en todo el mundo es posible encontrar ejemplos avanzados en edición génica, en particular en Japón, dice Prieto. “El aumento de variabilidad no solo es pensado como un nuevo individuo comercial per se, sino como un referente genético que puede ser parental en mejoramiento convencional y así aumentar aún más la potencia productiva agrícola”.

SIN TECNOLOGÍA HAY ATRASO

Hace algunos años, el diario español El Mundo dio cuenta de un hito en la ciencia y el arte: si bien Dolly fue la primera oveja clonada, Alba representó un caso único en la historia de la creatividad biotecnológica. Se trataba de un conejo transgénico de un llamativo tono verde fluorescente, resultado de la introducción de ADN de medusa en su código genético para conferirle bioluminiscencia. Detrás de esta “obra” estaba el artista brasilero Eduardo Kac, considerado el pionero del bioart, una corriente que él equipara a movimientos como el cubismo o el videoarte. “El arte siempre ha buscado crear vida, desde los mitos de Pigmalión hasta la leyenda del Golem. Ahora, eso se ha materializado”, afirmó Kac en la galería Tatiana Kourochkina, en Barcelona. El artista también ha inoculado su propio ADN a las hojas de una petunia, a la que llamó “Edunia”.

Aquí no nos ocuparemos del arte y sus extravagancias experimentales, pero sí de las eventuales implicancias de la edición génica que, según sostienen los expertos, presenta importantes diferencias con la transgenia, tecnología que durante décadas ha sido objeto de cuestionamientos.

Adrián Moreno, investigador de la Universidad Andrés Bello, explica: “Claramente es una tecnología diferente a la transgenia, porque el proceso tiene como resultado final el cambio preciso y específico de la información que es codificada para un gen en particular. A nivel molecular, las bases nitrogenadas que conforman el código genético de un gen en particular se cambian o eliminan, dependiendo del resultado esperado. Este proceso se sustenta en el uso del conocimiento previo generado por investigaciones en distintos organismos vegetales, lo cual provee una capa de seguridad sobre los resultados esperados al modificar un determinado gen, junto con proveer alternativas de modificación, ya que si existen alelos genéticos documentados que producen un determinado fenotipo de interés, este se puede replicar en una variedad de élite, sin necesidad de alterar otros genes o pasar por procesos de cruces entre variedades. Además, a diferencia de la tecnología transgénica, no se introduce información de otras especies, con lo cual los organismos modificados contienen variantes similares o idénticas a las que existen en la naturaleza para un determinado gen”.

Para Humberto Prieto no existen dudas respecto de la potencia y utilidad que ofrece la edición génica. No obstante, advierte que el éxito de su aplicación “requiere capacidad nacional, recurso humano formado, constancia, proyección… Como toda tecnología avanzada, para hacer edición génica se debe contar con un alto componente de conocimiento previo (genomas, genes, sistemas de cultivo de tejido). Por ejemplo, muchas especies de frutales siempre serán más complicadas de trabajar que los cultivos anuales. Los frutales, por ejemplo, son especies de desarrollo lento, y eso no va de la mano con un régimen de proyectos de investigación de dos o tres años de financiación; son programas más largos”.

“Hacer edición génica requiere capacidad nacional, recurso humano formado, constancia, proyección… Muchas especies de frutales siempre serán más complicadas de trabajar que los cultivos anuales” — HUMBERTO PRIETO, INVESTIGADOR INIA CHILE

Por su parte, Adrián Moreno aborda una arista no menos relevante, como son las normativas y regulaciones. “Varios países han cambiado su postura frente al cultivo y venta de productos derivados de especies vegetales editadas genéticamente. Un aspecto que es compartido por estos países es que las variedades derivadas de edición génica no son consideradas organismos modificados genéticamente (OMG, o GMO en inglés), lo cual es razonable considerando que cuando se aplica esta tecnología, con una metodología adecuada, no se introduce material genético foráneo a las plantas editadas. Es importante destacar que recientemente la Unión Europea ha decido revisar el status quo de las variedades editadas genéticamente, con lo cual se espera que puedan cambiar de categoría y ser utilizadas en procesos productivos, conforme a la evidencia científica que sustenta su seguridad y similitud con variedades generadas por otras metodologías distintas a la transgenia”, dice.

Sin embargo, para Álvaro Castro las tecnologías de edición génica, en general, presentan hoy una alta incertidumbre. “Será clave la respuesta que los consumidores y la opinión pública tengan respecto de la aplicación de la edición génica en los diferentes ámbitos sus nuestras vidas. En el caso particular de nuevas variedades frutales, dependerá mucho de que los consumidores perciban beneficios directos al consumir productos desarrollados a partir de estas tecnologías”.

Adrián Moreno también habla de incertidumbres, pero además de puntos positivos: “A favor de esta tecnología está su precisión y la capacidad de introducir cambios puntuales y específicos en el genoma de un organismo vegetal. En contra, se podría decir que la edición génica depende del conocimiento de la función de los genes en las distintas especies donde se quiera utilizar; y si bien existen grandes repositorios con información sobre las secuencias de los genes de distintas especies vegetales, aún se desconoce la función de un gran número de ellos”.

Respecto a las dudas o riesgos que podría implicar la edición génica, Castro plantea: “Si comparamos las regulaciones de diferentes países podemos constatar que en general las variedades obtenidas a través de edición de genes son consideradas como equivalentes a aquellas obtenidas a través de mejoramiento convencional y, por lo tanto, para los entes reguladores no constituyen mayor riesgo”.

Sobre este mismo tema, Humberto Prieto dice que Sudamérica ha actuado, en general, en bloque. “Argentina, Chile, Colombia y Brasil poseen regulaciones que permiten el desarrollo y utilización de la tecnología. Tener estas certezas ha contribuido a su desarrollo, y la aparición de productos será un reflejo de esta certeza regulatoria. Por otro lado, si no hay un marco de regulación o desenvolvimiento de la actividad, solo se logra retrasarla, o incluso nunca desarrollarla. Así se ha visto. En mi opinión, no disponer de la tecnología significará, finalmente, un retraso social importante”.

¿JUGANDO A SER DIOS?

Rafael Pflucker es agrónomo con un MBA y un diplomado en Biodinámica. Experto en agricultura orgánica y certificaciones agrícolas, ha sido gerente de sostenibilidad en importantes empresas en Perú y tiene una sólida experiencia en agroexportación, así como en relaciones con pequeños productores. Con cierto esceptecismo, el profesor de la Universidad Científica del Sur, sostiene que la aplicación de la edición génica es un tema aún abierto al debate. “Se presentan aristas éticas y filosóficas para analizar, que tienen que ver con la manipulación de la vida, se dice que se podría estar jugando a ser Dios. Una primera pregunta que yo haría es la siguiente: ¿Si aplicamos estas tecnologías con las plantas y los animales, por qué no aplicarlas con los humanos? Entonces nos encontramos ante un punto de vista antropocéntrico”.

Pflucker además pone el foco sobre eventuales efectos no deseados, como mutaciones fuera de objetivos, los of target effects, que podrían repercutir en el futuro. “Cuando tú liberas genes modificados al medio ambiente no sabes cómo se van a recombinar y dónde van a terminar al momento de recombinarlos. Cuando se alza el polen, por ejemplo, caerá donde tenga que caer, y eso es un riesgo para el ecosistema. Nadie sabe cuáles son los riesgos a largo plazo. Podrías crear una super plaga, por ejemplo; si los tomates resistentes a herbicidas empiezan a polinizar tomates silvestres, que en nuestro país hay, resultarán unos tomates silvestres con plaga y que también son resistentes al herbicida. Entonces hay bastantes riesgos en los ecosistemas”, subraya.

“En el caso de nuevas variedades frutales, dependerá mucho de que los consumidores perciban beneficios directos al consumir productos desarrollados a partir de estas tecnologías” ÁLVARO CASTRO, INVESTIGADOR UC DAVIS CHILE

Por último, agrega Pflucker, está la arista social y, si bien la edición génica es una tecnología diferente a la transgenia, el especialista plantea dudas respecto de la conveniencia y reales ventajas de su aplicación. “Hay todo un movimiento que dice ‘oigan, las semillas no deben ser monopolizadas, patentadas’, pues dejan fuera a los pequeños productores.

«Se trata de una tecnología que sabemos cómo hacerla, pero no sabemos sus consecuencias. Se puede ir de nuestras manos”. — RAFAEL PFLUCKER, EXPERTO EN SOSTENIBILIDAD Y BIODINÁMICA

Entonces, ¿para qué se modifican? Incluso en los casos en que se modifiquen genéticamente con fines nobles, como el famosísimo caso del golden rice, o el arroz dorado, donde se modificó el arroz para ponerle más betacarotenos porque la población de Asia sufría de ceguera por falta de vitamina A. Pero al final ese proyecto no funcionó; funcionó agronómicamente, pero no cumplió con el cometido de mejorar la vista de la gente. Por lo tanto, se trata de una tecnología que sabemos cómo hacerla, pero no sabemos sus consecuencias. Se puede ir de nuestras manos. Yo también quisiera que mi gato sea fosforescente, que brille en la noche. También podríamos reemplazar el alumbrado público por árboles a los que les ponemos gen de luciérnaga para que brillen en la noche, se puede hacer…

Es como abrir una ‘caja de Pandora’. No sabemos los riesgos para la salud humana… supuestamente no hay, pero ya sabemos que eso en la agricultura se descubre luego de un tiempo. Además, en estos asuntos no hay marcha atrás, porque cuando los genes se liberaron, se liberaron, no es que dejo de usarlos y ya está. Los genes no son de uno ni de otro; son de todos, de eso se trata la vida”, sentencia.