Hace unos meses, tuve el honor de participar en un momento histórico para el gremio empresarial chileno: la elección de Susana Jiménez como presidenta de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC). Como vicepresidenta de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), fue un orgullo emitir mi voto en un proceso que no solo marcó un hito en términos de representación femenina, sino que también reforzó un mensaje claro: “No estoy aquí por ser mujer, sino por mis talentos y el trabajo de años”, como lo expresó Susana al asumir su cargo. Esa frase resuena profundamente en mí y en muchas otras mujeres que, desde nuestros distintos espacios, buscamos construir un liderazgo que se base en mérito, capacidad y visión de futuro.
Desde hace más de 15 años, mi vida profesional ha estado marcada por la agricultura. He tenido el privilegio de trabajar como experta en uva de mesa y, en años recientes, abrirme camino en el mundo de las paltas, naranjas y cerezas, liderando operaciones agrícolas para Westfalia Fruit Chile. A su vez, he desempeñado un rol gremial como vicepresidenta de la SNA y UVANOVA, representando a un sector que históricamente ha sido liderado por hombres. Este camino ha sido enriquecedor, lleno de aprendizajes, pero no exento de desafíos, especialmente en un contexto donde el liderazgo femenino aún enfrenta barreras estructurales.
EL DESAFÍO DE LIDERAR Y CONVOCAR
Ser mujer en la agricultura ha significado abrirme paso en espacios donde históricamente las voces femeninas eran poco frecuentes. Durante años, fui la única mujer en muchas reuniones gremiales y mesas de negociación, pero hoy veo con orgullo cómo más mujeres están ocupando puestos de liderazgo. Si bien fuimos muchas las que llegamos primero, el verdadero desafío es no ser las únicas, sino que abrir la puerta para que seamos miles. No se trata de destacar en soledad, sino de transformar estructuras para que cada vez más mujeres puedan participar y liderar en igualdad de condiciones. Sin embargo, no puedo dejar de destacar que este camino de formación ha sido muy de la mano de profesionales hombres, productores, profesores e incluso en mi vida familiar de modelos a seguir y que me han aportado mucho aprendizaje, formas de enfrentar situaciones y sostén en momentos difíciles. El complemento ha sido la clave para el éxito.
Recuerdo cuando decidí estudiar agronomía, una elección que en algunos miembros de mi familia generó dudas. “¿Estás segura? Las mujeres no estudian agronomía”, me dijeron en más de una ocasión, asociando la carrera a una actividad exclusivamente masculina. Sin embargo, nunca dejé que esas palabras definieran mi camino, porque vengo de un linaje de mujeres que no conocen límites. Mi madre, por ejemplo, fue una de las pocas mujeres directoras de colegio en su época y luego apoyando en la acreditación de universidades particulares en Aconcagua, enfrentando con valentía un mundo laboral donde pocas lograban liderar. Y mi abuela, otra fuente de inspiración, fue una de las primeras matronas tituladas que ejercía en la zona, rompiendo esquemas en una época donde estudiar y trabajar fuera del hogar era un acto de audacia. Ellas me enseñaron que no hay barreras imposibles, solo retos que se convierten en oportunidades para transformar realidades.
A lo largo de mi trayectoria, en diversos eventos y reuniones, he escuchado comentarios como que “las mujeres están de moda”, minimizando nuestro esfuerzo y reduciendo nuestra participación a una tendencia pasajera. Esto no puede estar más lejos de la realidad: no somos una moda, somos talento, trabajo y resultados concretos. Nuestra presencia en espacios de decisión no responde a un capricho, sino a nuestra preparación y compromiso por transformar el sector agrícola.
Admiro profundamente a mujeres como Isabel Quiroz, una referente en la asesoría estratégica del agro; María Inés Figari, quien ha liderado con fuerza desde los gremios agrícolas y su batalla por el agua en la Región de Coquimbo; y Marcela Esterio, destacada por su compromiso con la educación e investigación en la industria. Ellas son ejemplo de que el talento femenino no solo enriquece el sector, sino que lo transforma.
No se trata de destacar en soledad, sino de transformar estructuras para que cada vez más mujeres puedan participar y liderar en igualdad de condiciones.
MÁS REFERENTES PARA NIÑAS Y JÓVENES
El impacto del liderazgo femenino trasciende las cifras económicas; también transforma las vidas de quienes nos observan. Un estudio del International Labour Organization (ILO) revela que las niñas que crecen viendo modelos femeninos de liderazgo tienen un 20% más de probabilidades de aspirar a posiciones similares en el futuro. Cada vez que me encuentro en una reunión gremial o participo en un evento sectorial, pienso en las niñas que podrían estar mirando y en cómo mi presencia puede inspirarlas.
En mi caso, esa niña fue Camila Cruz, mi sobrina, quien desde pequeña me acompañaba al campo, escuchando historias, aprendiendo sobre el esfuerzo y viendo de cerca lo que significa liderar en el agro. Hoy, Camila trabaja incansablemente por el liderazgo femenino a través de Revista Nosotras, inspirando a muchas otras a creer en su capacidad de transformar industrias tradicionalmente masculinizadas como la agricultura, la minería o la construcción, y así, juntas, construir un futuro más equitativo.
MUJERES RURALES: MANOS QUE SIEMBRAN FUTURO Y TRANSFORMAN LA AGRICULTURA
Durante años, en mi trabajo como asesora de uva de mesa, visitando parrones y packings con frecuencia, tuve la oportunidad de escuchar las historias de resiliencia de mujeres rurales y temporeras que, con esfuerzo y determinación, lograron sacar adelante a sus familias a través de la agricultura. Estas mujeres, con sus manos incansables y su valentía, no solo impactan en la economía, sino también en la estabilidad y desarrollo de sus comunidades.
El agro está en manos de mujeres, y su contribución no solo genera alimento, sino también transformación social y económica. Estas historias son las que me impulsan a continuar, porque sé que mi trabajo no solo se mide en balances económicos, sino en la capacidad de inspirar a niñas y mujeres a creer que también pueden liderar. Somos ejemplo de que la agricultura es un sector donde el talento femenino marca la diferencia, y donde nuestras acciones no solo impactan a una próxima generación de líderes agrícolas, sino también a las familias que dependen de este esfuerzo diario.
En 2023, las exportaciones agrícolas chilenas alcanzaron un valor récord de US$8.963 millones, destacando la relevancia del sector en la economía nacional. Detrás de estas cifras están las manos y el esfuerzo conjunto de hombres y mujeres. Muchas de estas mujeres, no solo están presentes como líderes en directorios gremiales, más bien la mayoría está en los campos, como las temporeras y las que hoy desafían estereotipos al operar tractores, grúas horquilla o dirigir faenas.
Es fundamental reconocer y agradecer no solo a las mujeres chilenas, sino también a las manos extranjeras que han llegado a nuestro país y han encontrado en el agro una fuente laboral para ellas y sus familias. Su aporte enriquece nuestra agricultura y fortalece la diversidad cultural y económica de nuestras comunidades rurales. Velar por una integración bien regulada y legal es un gran desafío.
El camino hacia una agricultura más equitativa y sostenible no es sencillo, pero es posible. Hoy, más que nunca, necesitamos que mujeres y hombres trabajen juntos para construir un futuro donde el liderazgo inclusivo sea la norma y no la excepción.
LIDERAZGO CONSCIENTE Y SUSTENTABLE: UN COMPROMISO CON EL PLANETA
El liderazgo en la agricultura no solo implica producir alimentos de manera eficiente, sino también hacerlo con una visión consciente y sustentable. En un mundo donde los recursos naturales enfrentan presión constante, es fundamental que las decisiones en el agro estén orientadas a proteger el medioambiente y garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
Las mujeres líderes en la agricultura estamos impulsando este cambio. Su enfoque muchas veces se distingue por priorizar programas con prácticas agrícolas responsables, como el uso eficiente del agua, la reducción de agroquímicos y la implementación de energías renovables en los procesos productivos. Este tipo de liderazgo no solo contribuye a preservar los recursos naturales, sino que también fomenta una mayor conciencia entre las comunidades rurales sobre la importancia de cuidar el entorno.
En mi experiencia, he visto cómo las mujeres del agro, desde los directorios hasta los campos, promueven una agricultura más empática y comprometida con el planeta. Este enfoque no solo busca mantener la productividad, sino también garantizar que las generaciones futuras puedan disfrutar de los mismos recursos que hoy nos sostienen.
El liderazgo sustentable es un llamado a actuar con responsabilidad y visión. Si queremos que la agricultura sea un motor de desarrollo, debemos asegurarnos de que también sea un ejemplo de respeto por la tierra que nos da vida. Las mujeres en el agro no solo estamos liderando con resultados; estamos sembrando un futuro más consciente para todos.
En mis años de liderazgo, he aprendido que el cambio real ocurre cuando hombres y mujeres trabajamos juntos hacia un objetivo común. Necesitamos aliados que entiendan que la inclusión no solo es justa, sino estratégica.
Respecto de temas hoy recurrentes como la equidad de género, debemos tener una mirada no solo como una meta, sino más bien como un compromiso que beneficia a toda la sociedad y genera impactos concretos en la economía. Un informe del World Economic Forum de 2022 señala que cerrar las brechas de género en sectores como la agricultura podría añadir hasta $12 billones de dólares a la economía global para 2030. Este potencial no solo depende de políticas públicas, sino también de las decisiones y acciones colectivas dentro de las empresas y organizaciones.
Durante mi vida laboral he sido testigo de cómo muchas empresas, se han ido conectando responsablemente con la inclusión y la equidad de género con medidas reales y no solo como metas éticas. Han desarrollado dentro de su misión pilares estratégicos que impulsan el éxito y la sostenibilidad. De hecho, en mi actual trabajo en Westfalia Fruit Chile, estoy orgullosa de ser parte del comité de equidad de género en una compañía que no solo lidera en la producción y exportación de fruta fresca, sino que también establece un estándar de liderazgo inclusivo y sustentable.
Nuestra presencia en espacios de decisión no responde a un capricho, sino a nuestra preparación y compromiso por transformar el sector agrícola.
HACIA UN FUTURO SOSTENIBLE Y EQUITATIVO
La agricultura enfrenta retos innegables: el cambio climático, la escasez de agua o mano de obra y las demandas de sostenibilidad son solo algunos de ellos. En este contexto, creo firmemente que el liderazgo femenino tiene un papel clave que desempeñar. Nuestra capacidad para conectar, colaborar y empatizar nos permite abordar los desafíos desde una perspectiva más integral.
En mi rol como vicepresidenta de UVANOVA y la SNA, he promovido investigaciones sobre innovación en cultivos como la uva de mesa, porque creo que la ciencia y la tecnología son herramientas imprescindibles para enfrentar los desafíos del sector. Sin embargo, estas soluciones técnicas deben ir de la mano con una transformación cultural que permita que más mujeres se sumen al liderazgo y se incluyan en áreas científicas del agro. Esto incluye desde políticas de igualdad salarial hasta la creación de redes de apoyo, salas cunas, etc., que faciliten la conciliación entre la vida personal y profesional.
EL LEGADO QUE QUEREMOS CONSTRUIR
Hoy en día participo en varias entidades y asociaciones que promueven el desarrollo de mujeres líderes y ha sido una experiencia profundamente reveladora. Conocer y compartir con mujeres profesionales de rubros históricamente masculinizados, como Daniela Quintana en la construcción, Patricia Zamora en la minería, Yolanda Pizarro en equidad de género, y Sandra Olave en inclusión (todas integrantes del círculo Nosotras), las consejeras de la SNA, presidentas de gremios etc., me han hecho comprender la fuerza y el impacto de trabajar en comunidad. Estas mujeres no solo destacan en sus industrias, sino que nos demuestran que el verdadero cambio no se logra en solitario, sino al compartir experiencias y construir juntas un futuro equitativo.
Dejemos un legado que inspire a otras mujeres, que movilice a las comunidades rurales, que transforme el agro en un motor de equidad y sostenibilidad.
En Chile, las mujeres representan cerca del 30% de la fuerza laboral en la agricultura, según un estudio reciente de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA). Sin embargo, enfrentan brechas importantes en acceso a recursos, liderazgo y oportunidades, lo que limita su capacidad de desarrollo y el impacto colectivo del sector. Estas cifras nos recuerdan que el liderazgo femenino es esencial no solo por su aporte al crecimiento económico, sino porque trae consigo nuevas perspectivas y prácticas más inclusivas y sostenibles.
El trabajo no es competir, sino construir en conjunto. El cambio no depende de una sola persona; se trata de sumar esfuerzos, multiplicar ideas y liderar con propósito desde cada espacio profesional en el que nos encontramos.
El legado que quiero dejar no se mide solo en frutas cosechadas o reuniones gremiales, sino en las oportunidades que creamos para que más mujeres profesionales puedan liderar y transformar sus comunidades.
Hoy, más que nunca, me siento parte de una época y un movimiento que inspira, motiva y transforma. La agricultura no solo está cambiando; está integrando a mujeres que trabajan con propósito, que rompen barreras y que construyen puentes para las que vienen detrás. Cada hectárea cultivada, cada decisión tomada desde un directorio gremial, y cada proyecto innovador llevado al campo, lleva el sello del liderazgo inclusivo y consciente para el agro.
Este no es solo un llamado a la acción, es una invitación a soñar en grande, a creer en nuestras manos y nuestras decisiones. Porque el futuro de la agricultura no se trata solo de producir más, sino de hacerlo con responsabilidad, con empatía, con visión de largo plazo y, sobre todo, con un profundo compromiso con el planeta y las personas.
Dejemos un legado que inspire a otras mujeres, que movilice a las comunidades rurales, que transforme el agro en un motor de equidad y sostenibilidad. Porque al final del día, el verdadero impacto no se mide en resultados inmediatos, sino en el cambio que somos capaces de sembrar para el futuro. Actúa, lidera, transforma. El agro necesita de ti, de nosotras, de todas.