Ni hao! Hace unas semanas viajé hasta Shanghái, la ciudad más poblada de China y uno de los centros financieros más importantes del mundo. En mi carrera profesional he tenido la fortuna de visitar varias veces al gigante asiático, pero esta fue mi primera vez desde la pandemia.
Desde mis primeros viajes en 2010, siempre tuve la sensación de que esta metrópoli se movía a una velocidad extremadamente rápida, casi vertiginosa. En esos años, algunos rascacielos ya comenzaban literalmente a “rasgar” sus cielos, emergiendo con una fuerza, diversidad arquitectónica y mezcla de luces y colores únicas, al menos para mí.
En mi reciente visita noté que Shanghái seguía creciendo, incluso a mayor velocidad que antes, pero además sentí que algo había cambiado, algo se sentía diferente. Los edificios seguían multiplicándose por un factor imposible de determinar, sin embargo en los últimos años habían emergido en áreas que en el pasado fueron zonas industriales. Estas construcciones habían logrado recuperar esos lugares que todas las ciudades tienen, pero que nadie quiere ver, ni menos visitar.
Este nuevo crecimiento no se ha centrado solamente en los edificios. Durante mi estadía sentí que se ha priorizado a las personas, quienes ahora tienen acceso a más y mejores áreas verdes, parques, ciclovías, museos, galerías de arte y centros comerciales.
En este lapso de tiempo, los chinos también cambiaron su forma de comprar. Amparados en tecnología de punta, casi el 100% de las transacciones las realizan a través de sus teléfonos móviles. No más tarjetas, billetes ni monedas. Quien no posea WeChat simplemente no puede comprar en restaurantes, supermercados, tiendas… ¡si hasta la comida callejera se paga con el celular! Para un occidental, es imposible no sentirse un absoluto “analfabeto digital” frente a esta realidad.
Hay un tercer aspecto que da cuenta de un cambio relevante. En mis viajes anteriores, los autos de lujo que se veían eran BMW, Audi, Mercedes, etc., marcas occidentales que para los chinos (en realidad, para todos) tenían un carácter aspiracional. Sin embargo, esto cambió. Hoy, la mayoría de las marcas de autos que circulan por Shanghái son chinas. Autos de calidad superior, con un altísimo nivel tecnológico y una estética futurista. Una marca en particular, que no conocía, se me quedó grabada: BYD, y el significado de su nombre luciendo con estilo en el maletero: Build Your Dreams (Construye tus sueños).
Remitiendo a su imponente pasado, China se dio cuenta que podía construir vehículos de alta gama, rascacielos alucinantes y un mundo con la tecnología más avanzada del planeta. En esta nueva etapa, vuelven a sentir orgullo, a admirar lo propio, y el Build Your Dreams es un recordatorio permanente, para ellos mismos, de que pueden seguir construyendo sus propios sueños.
Frente a la evidencia demoledora, Occidente debe asimilar que China entró a una nueva etapa, donde la calidad pasó a ser el elemento primordial de una industria que se prepara a liderar los mercados globales. Aquel “Made in China” como sinónimo de barato y calidad deficiente, muy pronto mutará en nuestras mentes para pasar a significar todo lo contrario.
Las repercusiones que este cambio tendrá sobre el resto del mundo, aún no podemos dimensionarlas.