La industria agrícola mundial está acostumbrada a convivir con condiciones climáticas adversas. Inundaciones, heladas, olas de calor y sequías suelen causar estragos en los cultivos, y los agricultores a menudo no pueden evitar los daños. No obstante, eventos como estos también pueden generar oportunidades al demandar innovación por parte de los productores desafiados. Tal fue el caso de la industria de la uva de California en la década de 1870, cuando la sequía persistente llevó a que el “Estado Dorado” se convirtiera en el epicentro de la producción y comercialización de pasas a nivel mundial.
Por supuesto, las pasas se disfrutaban en todo el mundo desde mucho antes. Los primeros registros sobre su consumo datan más o menos del año 2000 a.C. y su descubrimiento como alimento fue producto del azar, cuando a alguien se le ocurrió probar las uvas que se secaban en las vides de manera natural. El arte antiguo de la Europa mediterránea las muestra como alimento y decoración. Los fenicios y armenios iniciaron el cultivo de la uva y establecieron viñedos en España, Grecia y en lo que hoy es Turquía, Irán e Irak en el año 900 a.C. Estas zonas, ideales para las pasas, estaban cercanas a Grecia y Roma, sus principales mercados. Málaga y Valencia se especializaron en pasas moscatel, mientras que Corinto produjo pasas sin semillas. Comercializadas con griegos y romanos, las pasas adquirieron importancia y se utilizaron como premios, remedios y artículos de intercambio comercial, siendo muy valoradas por personajes de la talla de Aníbal y el emperador Augusto. Sin embargo, su alcance se circunscribió al Mediterráneo debido a las limitaciones del transporte de la época.
En el siglo XI, los caballeros que regresaron de las Cruzadas introdujeron las pasas en toda Europa. La mejora del transporte marítimo propició su difusión y en el siglo XIV se convirtió en un alimento básico en Inglaterra. A medida que la viticultura fue ganando terreno en Francia y Alemania, floreció la cocina con infusión de pasas, especialmente en España, por entonces centro neurálgico del viejo continente. En el siglo XVIII, la reina Isabel de España envió misioneros a México con la intención no solo de difundir la religión sino también el estudio y el cultivo de la uva. A medida que estos misioneros viajaban, plantaron las semillas de lo que se convertiría en la reconocida industria de la uva de California, utilizando la fruta tanto para la elaboración de vinos sacramentales como para la producción de pasas.
UN VISIONARIO DE LA UVA
En medio del floreciente cultivo de la uva a mediados del siglo XIX, 1870 marcó un capítulo importante. William Thompson, un visionario propietario de viñedos que nació en Inglaterra y luego emigró a los Estados Unidos, importó una variedad especial de uva conocida como Sultanina para adornar sus propiedades en California. Se cree que el patrón de uva original procedía de regiones que hoy forman parte de Irán y Turquía. Lo que Thompson no sabía era que su elección reescribiría el futuro de la industria de la uva de California.
Tres años después de la histórica decisión, en 1873, la naturaleza asestó un duro golpe a los prósperos viñedos de California. Una sequía implacable descendió sobre la tierra, quemando los cultivos y dejando a los viñedos sin aliento. Fue un período intenso y prolongado que duró toda la temporada de cultivo, creando un ambiente árido en toda la región. Los niveles de lluvia cayeron considerablemente por debajo del promedio anual, lo que lo convierte en uno de los años más secos en la historia de California hasta la fecha. Las fuentes de agua comenzaron a agotarse. Los arroyos y ríos quedaron reducidos a meros chorritos. El agua subterránea escaseó y las verdes hojas de parra pronto se tornaron amarillas y marrón. El paisaje general de California pasó de su vibrante vista habitual a un terreno reseco y quemado por el sol. Las olas de calor fueron implacables, con temperaturas que a menudo superaban los 38°C. Estas condiciones afectaron no solo a los viñedos, sino a toda la comunidad agrícola, que luchó por encontrar agua para sus cultivos y su ganado.
Los agricultores enfrentaron enormes pérdidas y los medios de subsistencia de muchos se vieron amenazados. Las alguna vez exuberantes enredaderas de Thompson quedaron reducidas a zarcillos con uvas arrugadas. Pero fue esta misma sequía la que resultó ser una bendición disfrazada.
Thompson decidió innovar. Con resiliencia y creatividad, decidió comercializar estas uvas secas al sol como un exótico manjar. La apuesta dio sus frutos y marcó el nacimiento de la industria de las pasas de California. La innovación de Thompson provocó un efecto dominó. Advirtiendo el potencial económico de este nuevo producto, más agricultores comenzaron a experimentar con uvas secadas al sol. En cuestión de años, varios viñedos del estado tenían secciones dedicadas a la producción de pasas. La región comenzó a ganar reconocimiento por sus pasas de primera calidad, atrayendo el interés de los mercados nacionales e internacionales.
Además, en este período se realizaron muchas investigaciones sobre métodos de riego. Al reconocer la vulnerabilidad de sus cultivos a los cambios climáticos, los agricultores y horticultores profundizaron en el estudio de formas más sostenibles y eficientes de regar sus viñedos. Esto impulsó avances en la tecnología de irrigación, asegurando que una sequía similar en el futuro no significara un desastre para la industria.
A principios del siglo XX, la industria de las pasas de California estaba en auge. En el estado surgieron numerosas empresas dedicadas a procesar, envasar y distribuir al mundo estas “gemas de oro”. Las pasas pronto se convirtieron en un alimento básico en los hogares estadounidenses, y los alguna vez modestos viñedos de California evolucionaron hasta convertirse en una industria global, gracias a una combinación de la ira de la naturaleza, la innovación humana y un inquebrantable espíritu de perseverancia.
La innovación de Thompson provocó un efecto dominó. Advirtiendo el potencial económico de este nuevo producto, más agricultores comenzaron a experimentar con uvas secadas al sol.
CAPITAL MUNDIAL DE LAS PASAS
Convertida en símbolo californiano, en 1909 la pasa alcanzó un importante hito: los productores se organizaron y con el apoyo de la comunidad lograron instaurar el 30 de abril como el Día Mundial de la Pasas, celebración que desde hace 114 años promueve los beneficios de esta fruta seca y se ha vuelto una tradición en Estados Unidos.
Hoy, el condado de Fresno, en el soleado valle de San Joaquín, destaca como el corazón de esta industria, y California cuenta con un registro impresionante: produce casi todas las pasas de los Estados Unidos y contribuye con el 40% del suministro mundial. El país es el segundo productor mundial, solo por detrás de Turquía.
En aproximadamente 80.000 hectáreas, los 2.000 productores de pasas de California producen aproximadamente 300.000 toneladas anualmente, en un radio de 96 kilómetros, según el Comité Administrativo de Pasas (RAC). Dos tercios de la producción estadounidense de pasas se consumen en Estados Unidos y Canadá, mientras que un tercio se exporta a casi 50 países, siendo Japón y el Reino Unido los dos principales mercados de exportación. Una producción tan vasta ha tenido un impacto económico significativo, con ventas de hasta 500 millones de dólares al año.
No obstante, en las últimas décadas la industria no ha estado exenta de dificultades. A finales de la década de 1990, la superficie cultivada con pasas alcanzó su peak: más de 113.000 hectáreas. Sin embargo, a medida que transcurrieron las décadas, una combinación de desafíos, desde la escasez de agua hasta el aumento de los costos, la dinámica del mercado y el atractivo de otros cultivos lucrativos, redujeron considerablemente esta superficie en la década de 2010. Sin embargo, la industria mostró resiliencia. Aprovechando los avances en las prácticas y la tecnología vitícolas, los rendimientos por hectárea experimentaron mejoras, contrarrestando parcialmente la reducción de la superficie cultivada.
California cuenta con un registro impresionante: produce casi todas las pasas de los Estados Unidos y contribuye con el 40% del suministro mundial.
Haciéndose eco de las tendencias mundiales, el “Estado Dorado” también ha experimentado un aumento en la producción de pasas orgánicas, aunque todavía enfocado en un segmento de mercado especializado. Además, la industria ha demostrado adaptabilidad, diversificándose para ofrecer productos de valor agregado como pasas aromatizadas y pasta de pasas. Pero los desafíos persisten, ya que la década de 2010 estuvo marcada por una intensa competencia global, en particular de gigantes como Turquía y China, la evolución de los gustos de los consumidores y las siempre cambiantes políticas comerciales.
El viaje de la industria de las pasas de California es un ejemplo extraordinario de resiliencia, demostrando que incluso frente a una adversidad severa, la innovación puede allanar el camino para enormes oportunidades. La sequía de 1873 podría haber sido una historia de desesperación, en cambio, se convirtió en un testimonio de la innovación, la adaptación y el espíritu empresarial estadounidenses.
Ya sean los desafíos naturales planteados por la sequía o los desafíos de mercado de los competidores globales, la industria de las pasas de California se ha mantenido firme, adaptándose, innovando y creciendo. Cada puñado de estas pasas bañadas por el sol cuenta una historia de resistencia y adaptabilidad, y siguen siendo un testimonio de la capacidad de la humanidad para convertir incluso los retos más abrumadores en dulces éxitos.