En el siglo V a. C. tuvo lugar la Batalla de Salamina, el mayor enfrentamiento naval de la antigüedad entre Grecia y Persia, liderada por el rey Jerjes I. El ejército persa, con millones de soldados y más de mil naves, parecía invencible. Los griegos, divididos en ciudades-estado rivales, no lograban ponerse de acuerdo. Fue Temístocles, un estratega ateniense, quien logró persuadir a los líderes de las distintas “polis” griegas de que solo unidos podrían derrotar a Jerjes. Con astucia, atrajo a los persas al estrecho de Salamina, donde la superioridad numérica de la armada se volvió en contra. Así, los griegos lograron una victoria decisiva evitando el sometimiento a Persia y deteniendo el avance de sus fuerzas militares hacia Europa.
Nuestra industria, al igual que las polis griegas, oscila entre la desunión y la unión. Un ejemplo notable de trabajo mancomunado fue la firma de una carta compromiso entre los tres principales gremios frutícolas de Chile —Frutas de Chile, Fedefruta y SNA— destinada a evitar la exportación de fruta de calibres pequeños, con el fin de resguardar la calidad, los precios y la imagen del producto en el mercado chino. Sin embargo, algunos actores del sector denunciaron que la iniciativa representaba una presión indebida de los grandes exportadores y atentaba contra su autonomía. Como resultado, el acuerdo quedó sin efecto, los gremios se desarticularon —aunque poco después retomaron su trabajo conjunto— y, sorprendentemente, nos enfrentamos nuevamente a una temporada en la que todo dependerá de la responsabilidad individual de cada actor para no dañar el mercado. En esta edición, nuestro entrevistado principal, René Wünkhaus, nos comparte su mirada in extenso sobre este tema.
No todo es negativo. En las últimas semanas conocimos de la primera campaña promocional del Global Grape Group (GGG) en Estados Unidos. Esta entidad surge de la alianza entre los principales países exportadores de uva del mundo —Perú, Chile y México— y tiene como objetivo incrementar el consumo de esta fruta. Se trata de un hito que refleja visión estratégica y cooperación internacional, elementos clave para revitalizar una industria golpeada en los últimos años. Sin duda, este esfuerzo coordinado no solo representa un gran avance para la alicaída industria de la uva, sino que también constituye un ejemplo inspirador de cómo países competidores pueden transformarse en aliados.
La historia de Salamina nos recuerda que incluso frente a adversarios descomunales, la unidad puede marcar la diferencia entre la derrota y la victoria. En nuestra industria, los desafíos no provienen de un imperio invasor, sino de un mercado global cada vez más exigente, competitivo e impredecible. Divididos, cada actor vela solo por su interés inmediato; unidos, podemos resguardar el prestigio de nuestros productos y asegurar la sostenibilidad del sector en el tiempo. Tal como Temístocles convenció a las polis griegas de mirar más allá de sus diferencias, hoy necesitamos líderes y voluntades capaces de anteponer el bien común al beneficio particular.
La lección es clara: solo en la unión está la fuerza.