En tiempos de ruptura del orden global, los mapas tradicionales del comercio se vuelven papel mojado. La guerra comercial impulsada por la administración de Donald Trump, con su retórica proteccionista y sus decisiones arancelarias abruptas, ha resquebrajado los cimientos del multilateralismo económico que rigió desde la posguerra. En este escenario, las certezas se evaporan y los países, especialmente aquellos al margen de los grandes polos de poder, buscan espacio para respirar sin convertirse en daño colateral.
Jorge Quiroz, economista chileno doctorado en Duke, observa este escenario con una mezcla de inquietud estratégica y mirada de largo plazo. Agudo y a ratos mordaz, Quiroz desmonta los lugares comunes sobre la crisis comercial y ofrece claves para comprender no solo lo que está en juego entre Estados Unidos y China, sino también el margen de maniobra —estrecho, pero no inexistente— que tiene América Latina.
En esta conversación, advierte sobre la tentación de sobrerreaccionar, propone leer la disputa como una “guerra de desgaste” con fecha perentoria, y pone el foco en el desafío de fondo: la necesidad de reformular las políticas internas de la región ante un mundo que ya no será el mismo.
¿Qué te han parecido los análisis y los escenarios que se han proyectado en los círculos de expertos en economía y geopolítica?
A mí me parece que muchos de mis colegas han estado un poquito descentrados en sus predicciones. Primero, subestimaron. Yo fui de los primeros que dijo, hace un mes y medio, que Trump iba a poner aranceles muy fuertemente y que iba a hacerlo de un modo tal que iba a desplomarse el orden económico internacional que ha regido los últimos 80 años; cosa que efectivamente hizo el 2 de abril. Ahí todo el mundo se espantó y empezaron los análisis y proyecciones apocalípticas.
¿No hay razones para ser apocalíptico con un escenario como este?
En primer lugar, hacer predicciones es imposible; solo podemos intentar una conjetura educada. Mi punto de análisis parte de que Trump y su equipo tienen tres objetivos. El primero es netamente social. Hay un segmento muy importante de la población estadounidense, los llamados “blue collar” −37% de la fuerza laboral, sin educación superior, es decir, unos 63 millones de trabajadores− que han visto sus salarios reales estancados en los últimos 30 años, en un país donde el ingreso per cápita creció 70%. Eso simplemente no es sostenible en una democracia. Por lo tanto, esta visión de tratar de devolver parte de la producción industrial a Estados Unidos me parece muy válida. Segundo: Estados Unidos no puede seguir tolerando que su defensa y fuerza militar dependan de cosas que se producen en China. Y tercero, Trump busca cerrar el déficit de la balanza comercial, que es muy grande y se explica en parte por una gran cantidad de extranjeros, chinos en particular, comprando activos en Estados Unidos. Ese dato es lo que más les duele. Ahora bien, ¿cuál es el problema de Trump?: tiene un solo instrumento para tres objetivos. Entonces, lo que vamos a ir viendo en el camino es que irá agregando más instrumentos.
¿Qué instrumentos?
Política industrial, subsidios, contratos especiales, negociaciones directas con las compañías, como las que está teniendo con Nvidia. Todos los chips de Nvidia vienen de Taiwán, y eso no es aceptable para la seguridad nacional. Estados Unidos no puede construir esta nueva etapa productiva, tecnológica y militar dependiendo de los chips de Taiwán, un país que en cualquier minuto China se lo toma. Y en lo que respecta a la reducción del déficit comercial, lo que vamos a ver es la implementación de una serie de restricciones a la compra de activos de Estados Unidos. Ahora bien, este tipo de restricciones siempre han existido, una potencia no puede no tenerlas. Lo que estamos viendo ahora es que esas restricciones se van a agudizar.
¿China tiene la capacidad de contrarrestar la guerra comercial?
Bueno, lo que viene ahora es una segunda fase donde Estados Unidos, en estas negociaciones que sostendrá con cada uno de los países, va a tratar de aislar a China, de distintas formas. Diciéndoles, por ejemplo, ok, “yo les bajo los aranceles, pero ustedes le ponen a China las mismas restricciones que le puse yo”, y de esta forma no tenga donde colocar sus productos, especialmente vestuario. Y eso va a generar una conmoción social de proporciones. Piensa tú que el 8% de toda la ropa que importa el mundo se produce en una ciudad: Cantón, que con una recesión de esta envergadura podría perder el 50% de su actividad productiva.
Xi Jinping no se ha quedado de brazos cruzados. Está buscando alianzas con Japón, Corea, Europa…
Sin duda. Xi Jinping va a buscar alianzas y tratará de configurar un bloque con los países que siguen las reglas de la OMC, por así decirlo. Obviamente, Estados Unidos hará todo lo que esté a su alcance por impedirlo, y tiene las herramientas para hacerlo, porque hay 75 países en la fila para negociar. Esta es una “guerra de desgaste”, donde cada parte se va a desangrar hasta que una levante la mano y diga que quiere conversar.
¿Por dónde se va a desangrar China, y por dónde Estados Unidos?
China se va a desangrar por estas ciudades industriales, que van a sufrir mucho. Estados Unidos, por su parte, va a sangrar por el lado de la volatilidad accionaria, porque sus grandes empresas dependen de cadenas de suministro en todo el planeta. Aunque, ese tema de alguna manera lo está administrando. Por ejemplo, a Apple, que ha hecho muy buen lobby, la dejó fuera de los aranceles. O sea, Estados Unidos tiene herramientas, tiene juego. Muchos analistas dicen, “no, si a China no le van a entrar balas porque tiene más ingresos que gasto, tiene espacio para hacer política fiscal, en fin”. Sí, pero se les olvida que el endeudamiento privado de China es muy alto, y que ya venía complicada con un tema recesivo, mientras Estados Unidos seguía creciendo.
¿Qué opciones tiene China en esta “guerra de desgaste”?
Si Estados Unidos tiene éxito en aislar a China, y China empieza a sufrir mucho, yo creo que hay dos opciones: o levanta la mano, o hace algo que sería muy complicado… algo acorde a la segunda potencia militar del planeta. ¿Qué pasa si un día despertamos en la mañana con la noticia de que China ha ocupado Taiwán? ¡Game Over! ¡Controla todos los chips! Cuando te pones tan duro con un país, claro, puede que levante la bandera blanca, pero cuando agredes su dignidad puedes desencadenar otros efectos. No te olvides que hace 100 años China, en la práctica, era una colonia de occidente. Para ellos, ese recuerdo todavía está fresco. Ojo con tocar la dignidad de China.
“Si China logra aguantar hasta las elecciones de noviembre de 2026, gana la partida. El problema es que en el camino se puede quebrar el jarrón”.
Ahora bien, si Trump quiere mantener esta guerra, también deberá soportar presiones: de Wall Street, del Partido Republicano, etc… ¿Aguantará?
Trump puede jugar este juego de desgaste solo hasta noviembre del próximo año, cuando en Estados Unidos se realicen las elecciones generales. Si a esa fecha la guerra comercial aún se mantiene, no sería raro que hubiera una deserción de los republicanos, porque la volatilidad financiera no se va a acabar, la tasa de interés no va a volver a los niveles anteriores, probablemente incluso siga subiendo, y técnicamente Estados Unidos va a ser más riesgoso. Por otra parte, en este período vamos a ver muy poca reinstalación industrial de vuelta en Estados Unidos como para que tenga un efecto electoral. Francamente, no creo que alguien vaya a instalar alguna de las 70.000 fábricas que se cerraron desde que China entró en la OMC. Entonces, si China se mantiene dentro del marco de la diplomacia y logra aguantar hasta las elecciones de noviembre, gana la partida. El problema es que en el camino se puede quebrar el jarrón.
Hasta ahora te estaba entendiendo que Estados Unidos estaba mucho mejor aspectado para ganar la partida.
Siempre se dice que “en la guerra todos pierden”. Sí, pero lo relevante es quién gana. En la Segunda Guerra Mundial murieron más rusos que alemanes, pero la guerra la ganaron los rusos. Así que la pregunta es ¿quién puede aguantar más? En esta guerra de desgaste Estados Unidos tiene una capacidad de aguante mayor a la de China, pero Estados Unidos es una democracia y Trump tiene fecha de término. China puede pensar para los próximos 30 años. Estados Unidos no.
AMÉRICA LATINA: KEEP CALM
¿Cómo ves la situación de América Latina? ¿Tiene posibilidad de mover alguna pieza del tablero, o solo le queda esperar y mantener la calma?
Si yo estuviera asesorando a algún gobierno de la región −que no lo estoy− mi primera recomendación sería: no vaya a negociar con Trump, agache un poquito la cabeza, no llame la atención. Muchos dicen “Hay que negociar con Trump”. Yo digo: ¡No vaya a negociar si no sabe lo que le van a pedir! ¿Qué pasa si Trump te dice, “ok, de acuerdo, pero usted le da con todo a los chinos”? Te obliga a tomar partido en un conflicto geopolítico donde tú no quieres ni te conviene estar. Entonces, date con una piedra en el pecho con el arancel del 10% que, con los tipos de cambio flexibles que tenemos en la región, no debería impactar demasiado.
¿Las alianzas regionales −como el Mercosur, la Alianza del Pacífico o el acuerdo con la UE− pueden jugar algún rol en un escenario donde el orden multilateral se debilita?
Yo creo que hay instancias, como la Alianza del Pacífico o el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés, integrado por Chile, Australia, Perú y Japón, entre otros), a través de las cuales se podría establecer un orden jurídico-económico que reguarde ciertas normas OMC. Entiendo que la CPTPP ya ha iniciado gestiones en esa dirección con la UE. Entonces, en resumen, la estrategia de América Latina debiera apuntar a no intentar mover la aguja, “pasar piola”, para decirlo en términos coloquiales, y en segundo lugar, fortalecer el multilateralismo. Pero, además, tenemos mucho que hacer a nivel de política interna. Si la competitividad ya era importante, hoy es imprescindible. Todos los países de América Latina estamos aquejados de “enfermedades” parecidas: endeudamientos públicos muy altos, cargas tributarias que frenan el dinamismo económico, excesiva regulación. Este es el minuto para que ganen tracción propuestas que signifiquen una mayor flexibilidad de mercado. El desafío que nos presenta esta guerra comercial es también una oportunidad para salir del inmovilismo en que han estado nuestras políticas a nivel regional en los últimos años, y que han tenido como resultado una performance económica muy mediocre. Hablo especialmente de Chile.
¿Cómo ves la situación de la fruticultura de Sudamérica, que depende tanto de China como de EE.UU?
Yo creo que el sector no lo va a pasar muy bien en los próximos dos o tres años. Y te voy a decir por qué. En Estados Unidos, por ejemplo, la fruta tiene una demanda relativamente elástica. O sea, cuando las cosas se ponen complicadas, por inflación, incertidumbre económica o lo que sea, los gringos compran menos fruta. En un supermercado típico, como Albertsons, el 90% de los productos que se venden son de Estados Unidos. Por lo tanto, un clima de incertidumbre, más el 10% de arancel, sin duda configura un escenario a lo menos preocupante. ¿Crees que el 10% de arancel pasará al consumidor? No. Va a pasar mayoritariamente al productor. Es muy difícil subir los precios a consumidor sin tener como resultado un gran ajuste en la demanda.
“Tenemos mucho que hacer a nivel de política interna. Si la competitividad ya era importante, hoy es imprescindible”.
Y en el caso de China, ¿una posible recesión podría afectar a productos como la cereza?
Sin duda. En China la cereza no es “el pan nuestro de cada día”, sino que es un producto suntuario que se consume en un periodo del año muy específico. Entonces, sí, pueden venir un par de años complejos. Pero, te reitero: debemos considerar el horizonte de las elecciones del próximo año en Estados Unidos.
Cada vez que el mundo atraviesa por estas crisis económicas y América Latina queda a la deriva, surgen voces que plantean repensar el modelo de desarrollo. ¿Te parece razonable?
América Latina ya pasó por una crisis parecida cuando se cerró el comercio en los años 30, y de la mano de la CEPAL, después de la Segunda Guerra, se definió una estrategia de desarrollo “hacia adentro”. Los resultados fueron desastrosos. Por lo tanto, si alguien está pensando que este es el minuto para repensar la estrategia e impulsar una política industrial, yo te diría que el camino definitivamente no va por ahí. Por supuesto que hay países donde la política industrial sí ha funcionado, como Corea del Sur o la propia China. Pero lo que la gente olvida es que esos países tienen tasas de ahorro muy grandes. El Sudeste Asiático ahorra 35 puntos del PIB, China llegó a ahorrar 50. Entonces, cuando tienes tanto ahorro, tú puedes hacer apuestas. Si te equivocas con 5 puntos, no importa, aún te quedan 30. Los países nuestros ahorran 22. Te equivocaste en 5 y dejaste la grande. Entonces, ¿cuál es el camino? Perseverar en nuestro enfoque de apertura comercial y remover la gran cantidad de distorsiones y regulaciones que impiden la absorción de innovación. Además, ojo, contrario a lo que la gente podría pensar, la exportación de fruta es una industria altamente tecnológica, muy sofisticada y de gran valor agregado. Créeme que una industria textil requiere menos sofisticación tecnológica que exportar fruta.
En esta “guerra de desgaste” con plazo perentorio, ¿cuál es el escenario más probable para los próximos 12 a 18 meses? ¿Una negociación, una escalada o una moderación?
A mí me gusta analizar esto en términos de teoría de juegos, y lo que está haciendo Trump se parece mucho al “juego del ultimátum”. Trump sabe que tiene hasta noviembre de 2026 para lograr que China se siente a negociar. China, por su parte, hace el mismo cálculo, pero desde el punto de vista bélico. Si quiere ocupar Taiwán, tiene que hacerlo ahora. ¿Por qué? Estados Unidos va a independizar su sistema de defensa en materia tecnológica y en dos años tendrá una posición militar fortalecida. En ese escenario, se acabó Taiwán para China. En esta “guerra de desgaste” el reloj está corriendo para ambos.
¿Estamos presenciando el comienzo de la desglobalización?
No, pero sí un cambio de era, donde emerge una segunda potencia. Y cuando emerge una segunda potencia −la historia así lo demuestra− siempre es complejo. Un estudio que se realizó en Harvard constató que de 15 momentos históricos en que ha emergido un nuevo actor dominante, 12 terminaron en guerra.