“La libertad es sexy sólo cuando has vivido una dictadura”
ENTREVISTA | ROBERTO AMPUERO

“La libertad es sexy sólo cuando has vivido una dictadura”

Ex ministro, canciller y diplomático, el escritor chileno Roberto Ampuero es mundialmente conocido por su popular saga protagonizada por Cayetano Brulé, un detective que recorre el mundo desentrañando misterios y que, de alguna manera, refleja el propio afán del autor por descifrar las complejidades de la existencia humana. Pero si sus novelas policíacas le valieron reconocimiento en el ámbito literario, sus ensayos y memorias lo consolidaron como un referente liberal a nivel internacional. Hoy, su pluma es tan temida como admirada por quienes siguen debatiendo las promesas y las trampas de los resabios ideológicos del siglo XX.


Por Danilo Phillipi

Roberto Ampuero (71) me recibe en la tranquilidad de la hostería El Copihue, en Olmué, un refugio enclavado en la región de Valparaíso donde la vida parece ir a otro ritmo. Hace casi tres años que cambió Madrid por este rincón de calma rural, luego de cerrar su etapa como embajador en España. Es uno de los escritores chilenos más leídos en el mundo, su obra ha sido traducida a quince idiomas, ha recorrido el planeta dictando conferencias, sin embargo, hoy prefiere la vida sencilla que le ofrece este pueblito de apenas 15 mil habitantes, donde la gente conserva la vieja costumbre de platicar con el vecino. “Viajé y conocí todo lo que había que conocer… recorrí los cinco continentes… y llega un momento de la vida donde es necesario entrar al oasis”, me dice con una expresión inequívoca de deleite en el rostro. Más tarde me revelará su adhesión a la filosofía epicúrea, que le ha enseñado a encontrar el placer y la felicidad en las cosas simples de la vida.

Pero en este oasis la tarde hoy cae pesada. Para capear el calor que frisa los 30 grados, el escritor pide al garzón un Campari colmado de hielo. Yo, una limonada menta jengibre.

La escena tiene algo de irónico, casi cinematográfico: Ampuero viste una camisa verde olivo. “Es lo que me queda de mis años de militante comunista… eso y mi gusto por los habanos”, dice, soltando una carcajada mientras se pone cómodo frente a mi grabadora.

A mediados de los años 70, Ampuero era rojo. Tan rojo como el licor que ahora reposa en su vaso. En los días de la Unidad Popular, quería ser como el Che Guevara y soñaba con la revolución comunista. Pero todo se quebró tras el golpe de 1973. El exilio lo llevó primero a la Alemania de Honecker, un universo de burocracia opresiva y paredes grises. Más tarde, por amor, aterrizó en la Cuba de Castro, donde vivió la revolución socialista en carne propia. Lo que descubrió no fue un paraíso, sino un sistema que hoy califica como “claustrofóbico y perverso”. No solo renegó de ese pasado: lo diseccionó en libros que destapan las entrañas de los llamados socialismos reales.

La biografía de Ampuero está marcada por el cambio: de un fervor revolucionario al liberalismo que hoy defiende, y de un joven idealista a un intelectual que observa el mundo con escepticismo y claridad. El éxito literario llegó con Cayetano Brulé, el detective de su célebre saga policíaca. Sin embargo, fue Nuestros años verde olivo (1999) la obra que lo catapultó como una figura política y cultural de peso, al desnudar, con crudeza y sin rodeos, las entrañas del régimen castrista que alguna vez admiró.

Ampuero se convierte ahí en el testigo incómodo de una Cuba vista desde adentro, en parte gracias a su relación con Margarita, hija de Fernando Flores Ibarra, el temido fiscal de la revolución conocido como “Charco de Sangre”. Su historia de amor y sus vivencias en la isla le dieron acceso a los secretos más oscuros de la llamada Nomenklatura cubana. Más tarde, registró su paso por la Alemania comunista en Detrás del muro (2014), y en Diálogo de conversos (2015), escrito junto a Mauricio Rojas, ahondó en su transición ideológica: del marxismo apasionado de los años 60 a un liberalismo crítico que hoy profesa sin tapujos.

“Vi el rostro del socialismo totalitario y no me gustó”, dice con la contundencia de alguien que ha vivido el desencanto de cerca. Su viaje por las trincheras ideológicas no solo moldeó sus ideales políticos, también lo transformó como persona.

Hoy, Ampuero sigue escribiendo, analizando y desmenuzando las utopías que lo formaron y defraudaron. Su historia es un espejo incómodo para las generaciones que aún persiguen ideales absolutos, pero también un testimonio de que los giros más inesperados de la vida pueden derivar en una visión más amplia y matizada del mundo.

Aquí, con la omnipresencia del cerro La Campana como testigo, el ex canciller y embajador de Piñera reflexiona y degusta la libertad de haber encontrado, al fin, su espacio definitivo.

Tu vida de escritor y diplomático te ha llevado a vivir en diversos lugares del mundo… España, México, Alemania, Estados Unidos… ¿por qué Olmué?

Bueno, cuando terminé mi labor como embajador en España, la decisión con mi señora era dónde nos vamos a vivir. Una opción era volver a Iowa, Estados Unidos… pero estaba esta casa, que tenía su historia y un valor especial para nosotros: compramos el terreno y la comenzamos a construir hace más de 35 años, todos los árboles los plantamos nosotros, con mis padres y mis hijos, y siempre veníamos en verano. Cuando decidimos finalmente establecernos en Chile, la idea era vivir en Santiago o en Viña, pero un día dijimos, oye, esta casa está maravillosa, nunca nos ha recibido mal, los árboles están enormes… y nos dimos cuenta que era el lugar que necesitábamos.

¿El escritor no necesita de la metrópoli? ¿No extrañas el vértigo y el caos de ciudades como Madrid, Santiago o incluso tu natal Valparaíso, donde además reside Cayetano Brulé?

Para nada, lo que me fascina de Olmué es precisamente esta tranquilidad que tú ves. Por otra parte, mi señora (Ana Lucrecia Rivera, ex embajadora de Guatemala en Alemania Occidental), es amante de lo rural, en su familia son grandes productores de café, así que desde niña se relacionó con el campo y para ella el vínculo con la tierra es importantísimo. Pero, a pesar de eso, siempre me dijo: no nos vamos a ir a vivir a un pedacito de tierra para ponernos a producir, porque eso te desvirtúa todo. Dependes de la lluvia, del clima, a veces tienes ganancias y al año siguiente pérdidas, entonces al final no lo disfrutas y tu relación con la tierra se termina monetarizando.

Roberto, hablemos de liberalismo, una palabra polisémica, súper usada y manoseada… ¿Cuál es el liberalismo que profesa y practica Roberto Ampuero?

Un liberalismo integral, como lo define Mario Vargas Llosa. Mi liberalismo no es solo económico ni mucho menos de verdades reveladas. Es una actitud frente a la vida. El liberal es una persona tolerante, que no está muy seguro de que todo lo que está planteando sea de validez permanente, que está abierto a que los datos de la realidad lo puedan corregir. Comprende que los principios y valores tienen un desarrollo histórico y van evolucionando a través de las épocas, pero también cree que hay cuestiones intocables, como la tolerancia, el respeto a la opinión de los demás, el respeto absoluto a las minorías. Recordemos que el liberalismo surgió en el siglo XVII en Inglaterra, como una forma de intentar frenar la autoridad de las monarquías absolutistas sobre intelectuales, empresarios, innovadores, es decir, gente que quería pensar independiente de la Iglesia y de la autoridad conservadora.

¿Te consideras de derecha?

No, me considero liberal. Soy liberal.

¿No crees que en Chile y en América Latina los liberales ponen el acento esencialmente en lo económico?

El liberalismo que se centra solo en lo económico es un liberalismo incompleto, unilateral. El liberalismo se concibe como una defensa del individuo ante el poder total, que detenta el Estado, y sus ideas han sido determinantes para que los individuos hayamos conquistado espacios de libertad y autonomía no solo en el ámbito económico, sino que también en lo político, religioso, moral, sexual, cultural, intelectual.

¿Para el liberal el Estado es el enemigo?

No hay que verlo como una guerra sin cuartel contra el Estado, sino que mostrarle sus límites, hasta dónde puede operar, exigirle un manejo responsable y eficiente de los recursos, que respete y resguarde las libertades individuales, la propiedad, en fin. Pero, como dije antes, el verdadero liberal no adhiere a dogmas ni cree en verdades reveladas. Te pongo un ejemplo: Yo tengo la convicción de que el sector privado es mucho más eficiente que el Estado en el uso de los recursos. Sin embargo, no me cierro a la posibilidad de que, en determinadas circunstancias, sea necesaria la participación del Estado bajo ciertas condiciones. Sin ir más lejos, en Chile, el rol que tuvo el Estado en la lucha contra la pandemia fue un ejemplo para el mundo entero. En aquel entonces yo era embajador en España y puedo dar fe de aquello.

El liberalismo que se centra solo en lo económico es un liberalismo incompleto, unilateral.

Deduzco que no compartes el libertarianismo de Milei, que está por eliminar el Estado.

A Milei le deseo que le vaya bien, porque es el último recurso que la sociedad argentina encontró para salir del desastre en el que estaba… para dejar de seguir cayendo. Creo que es una apuesta osada, radical, pero de pronto le funciona. Y ojo, si le funciona, Argentina va a resurgir con una fuerza tremenda, porque son demasiados los capitales y las empresas internacionales interesadas en invertir en el país. Además, está muy bien vinculada con el mundo, como nadie en América Latina, incluso más que Brasil. Cuando a Argentina le funcionan los motores es un jet.

Un eventual resurgimiento de Argentina, ¿cómo impactaría en el resto de América Latina? Va a tirar el carro, el éxito de Argentina le haría muy bien a la región, pero Chile y el resto de América Latina tienen que ponerse las pilas ahora ya, inmediatamente.

Va a tirar el carro, el éxito de Argentina le haría muy bien a la región, pero Chile y el resto de América Latina tienen que ponerse las pilas ahora ya, inmediatamente.

¿Crees que la región terminará contagiándose con las ideas y el “estilo Milei” y surgirán nuevos gobiernos en esta línea?

Mira, así como el estilo Milei logró conquistar a muchos, también es cierto que a otros les asusta… pero el mundo está viviendo un momento de crispación tan grande, que el surgimiento de liderazgos como el de Milei ya no parece algo excéntrico ni tan excepcional. Siento que en América Latina traspasamos una línea y hoy situaciones que hace algunos años eran impensadas pueden llegar a suceder sin que nadie se asombre.

¿No crees que la denominada “sabiduría de los pueblos” a la hora de elegir a sus autoridades es un concepto que está bastante idealizado?

La idea de la “sabiduría de los pueblos” viene del Romanticismo alemán del siglo XVIII, y sí, estoy de acuerdo, es un pensamiento idealizado. De lo que sí estoy convencido es que, en situaciones extremas, como crisis económicas, crisis de seguridad, guerras, hambrunas, en fin, los individuos dicen “este es el hombre -o la mujer- que me parece el más indicado para enfrentar el problema”, punto. Les da lo mismo si es de derecha o de izquierda, como pasó con Bukele, que era del Frente Farabundo Martí y ahora parece que es de derecha. En Chile, con la grave crisis de seguridad que estamos presenciando, esa pelota esta dando bote para que aparezca un Bukele… Fíjate que Chile hoy está lleno de bukelistas, es increíble, cuando en este país nunca antes nos había interesado un presidente de El Salvador. Entonces, la respuesta no tiene que ver con que la gente sea más o menos sabia, sino que con el instinto de sobrevivencia del ser humano, que dice, simplemente yo así no puedo seguir viviendo… Y eso es riesgoso.

¿Por qué es riesgoso?

Porque entonces tienes países que empiezan a actuar por bandazos, y eso fue lo que le pasó a Chile. No conozco otro país que haya dado muestras de bandazos en tan corto tiempo como Chile. Por decisión propia, por autogol, dejamos de ser el mejor país de América Latina, con sus bemoles y todo lo que tú quieras, pero fuimos, objetivamente y con distancia, el país con el mayor índice de desarrollo de la región. Increíblemente, cambiamos eso por una aventura, por un salto al vacío… primero Boric y luego el intento de nueva constitución que, si hubiera triunfado, Chile ahora estaría en caída libre.

Pero al final no hubo nueva constitución, y si bien Chile aún no retoma la senda del crecimiento el país parece haberse estabilizado.

Tenemos la suerte de que el Presidente Boric no tiene el carisma de un Fidel Castro, de un Chávez, de un Allende o incluso de un Maduro… ¡por fortuna!, porque de lo contrario el Apruebo habría ganado y hoy estaríamos en una situación catastrófica. No olvidemos que en aquel momento en el país imperaba un espíritu refundacional y la izquierda finalmente terminó perdiendo por errores propios. Pero ojo, el riesgo no se ha ido definitivamente, la llama sigue encendida para que el candidato populista que haga la mejor oferta se lleve la próxima elección presidencial.

Entonces, el caldo de cultivo que llevó al país a un estallido social, según tú, se mantiene… ¿el descontento, la rabia, la frustración de la ciudadanía sigue ahí?

El extraordinario crecimiento que experimentó Chile durante los vilipendiados 30 años, tuvo sin duda aspectos muy positivos para la población, avances incuestionables, pero también tenía -y sigue teniendoun lado muy peligroso. Por una parte, el aumento explosivo en los niveles de consumo trajo consigo sobreendeudamiento, que terminó asfixiando a muchas familias. Pero, además, en Chile históricamente ha existido mucho abuso, que uno como ciudadano lo nota de inmediato en cuanto entra en algún tipo de conflicto con una empresa de productos o servicios. Sientes que te están engañando y no tienes la capacidad de responder en igualdad de condiciones, porque en Chile no tenemos un organismo de defensa del consumidor potente como sí existe en otros países. Y esas frustraciones se van acumulando…

¿Hay clasismo en Chile?

Sin duda, y es una de las cosas que más me molesta… fue una de las razones que tuvimos con mi señora para decidirnos por Olmué y no vivir en un condominio… queríamos relacionarnos, compartir, convivir con la gente real. Mira, hay estudios en Estados Unidos que demuestran que las revoluciones, las rebeliones, los levantamientos no se producen tanto porque exista un grupo organizado con un proyecto político detrás. Se producen porque la gente quiere sentir que vale… “quiero que me tomen en cuenta y que no me sigan engañando, estafando ni haciendo oídos sordos de mis demandas”. Eso es todo lo que la gente necesita.

En América Latina traspasamos una línea y hoy situaciones que hace algunos años eran impensadas pueden llegar a suceder sin que nadie se asombre.

Tú fuiste parte de un Gobierno. ¿Qué opinión te merece la clase política?

En Chile desde hace años que la clase política, el Congreso y los partidos están en el último escalafón de la aprobación ciudadana.

¿Justificadamente, dices tú?

Absolutamente. Basta escuchar los discursos en la Cámara de Diputados… ¡son una vergüenza!, te digo que son patéticos, salvo contadas excepciones. Mira, cuando fui embajador me tocó seguir mucho las sesiones del Congreso de España, y sigo bastante también las sesiones del Bundestag, el Parlamento alemán. El nivel de esos parlamentarios, su preparación, los argumentos de sus intervenciones, con citas a la literatura sobre el tema que se está debatiendo, pero además con referencias a figuras de la cultura, las artes, la filosofía o a grandes personajes de la historia política internacional, en fin… te permite dimensionar el background intelectual y las capacidades de los dirigentes de estos países. Acá, en cambio, lo que vemos es lamentable… ¡da para publicar un libro!… ¡tienes que ver las cosas insólitas que están ocurriendo ahí!

Y esto es transversal, de izquierda y derecha…

Por supuesto, es transversal… Pero quiero decir algo más sobre la izquierda, que en mi opinión fue un factor determinante en el estallido. La izquierda cayó en su propia trampa argumental: no pudo aceptar que la derecha también tiene derecho a gobernar. Cuando ganó Piñera la primera vez, para ellos fue un shock… y la segunda vez fue aún peor. Y ahí pasó algo que ya venía con mucha fuerza: la izquierda chilena más radical, especialmente el PC y el Frente Amplio, se dejaron seducir por la fórmula peronista, es decir, “si no gano en las urnas, gobierno desde la calle”… y así fue que bloquearon permanentemente las iniciativas piñeristas y poco a poco fueron desestabilizando al gobierno a través del control e instrumentalización de los movimientos sociales. Ese fue el comienzo de esta lógica peligrosa en que nos encontramos hoy día.

Roberto, volvamos al liberalismo… ¿Es posible un liberalismo “sexy”, que desate pasiones, que emocione, que inspire canciones, películas, poesía como lo hace la izquierda?

No, no hay que ilusionarse. La libertad es sexy sólo cuando has vivido una dictadura, o cuando es una ambición, un deseo por cumplir y te inspira y eres capaz de dar hasta tu vida para que la sociedad conquiste la libertad. El momento más sexy de la libertad que hemos visto a nivel mundial en los últimos años fue la caída del Muro Berlín, hace ya 35 años. Aquellos que han vivido siempre en libertad, no tienen consciencia de su valor hasta que la pierden. Es como el aire que respiramos… nadie anda celebrando la posibilidad que tenemos de poder respirar… hasta que el aire se acaba.

Milei, en su estilo particular, es sexy para muchos… parece que el “liberalismo sexy” va por ahí, ¿no?

Claro, Milei agarró el concepto de libertad a partir de la interpretación de que “no estamos siendo libres porque nos tienen jodidos con la inflación, con el control estatal, con la corrupción… ¡queremos ser libres!, ¡podemos ser libres!”, y sí, se convirtió en una figura extremadamente sexy para los argentinos… Hoy eso es lo que vende, eso es lo que apasiona.

¿El regreso de Trump es un retroceso para el liberalismo en el mundo?… durante su primer gobierno eras canciller de Chile…

Y logramos una muy buena sintonía. Para entender el “fenómeno Trump” hay que haber vivido en Estados Unidos y conocer los temores que se fueron incubando en ese país durante los últimos 15 o 20 años. Lo que los europeos no entienden es que Trump captó muy bien los dolores, las inseguridades, la incertidumbre, las fobias del ciudadano norteamericano medio, sobre todo del que se vio amenazado por la inmigración. Y acuérdate de mí… es lo que va a terminar pasando en Chile.

¿Pero el liberalismo retrocede con Trump?

Bueno, en campaña anunció medidas proteccionistas… pero una cosa es lo que se plantea en campaña y otra lo que se hace estando en el poder… Y te insisto, es importante comprender las causas de todo esto. Trump logró sintonizar con los temores de los estadounidenses, de aquellos que han sufrido los efectos de la inflación, del bajo crecimiento, de la migración descontrolada… También encarnó el hastío que han provocado los excesos de la cultura woke y las llamadas políticas identitarias. Los demócratas perdieron la brújula en los últimos años fundamentalmente por el wokismo, que terminó vaciando de contenido lo que fueron las posiciones históricas de ese partido. Esto ha provocado un fenómeno muy curioso: el desplazamiento de los sectores populares hacia posiciones republicanas, mientras que las élites aparecen apoyando crecientemente a los demócratas. Se han invertido los papeles. Entonces, volvemos al tema que hablamos al comienzo: hay un momento en que la gente, cuando los temas se vuelven muy candentes, dice “no me importa el color político ni su historia pasada, si este señor es capaz de resolverme el problema, le doy mi apoyo”.

¿Crees que la relación de Estados Unidos con Chile y América Latina cambiará en algo?

Las relaciones exteriores son, por decirlo de alguna manera, muy “clasistas”, es decir, están las superpotencias, los países de segunda, los de tercera, etc. Y esto está relacionado con tu poderío económico, con tu población y con tu sistema defensivo, así de claro. Sin embargo, todos procuran tratarse bien, cordialmente, a menos que las relaciones estén muy tensas. Qué quiero decir con esto: lo central para Chile -y para los demás países de América Latina¬- es tener un Presidente y un canciller que sean capaces de establecer una comunicación de confianza con su contraparte, y ser leales con quienes han sido tus aliados permanentes, sobre todo en momentos difíciles… más allá de que te guste o no el signo político del Presidente de turno. Cuando los países te ayudan en momentos difíciles, o son tus aliados cruciales, no los puedes tratar mal como lo ha hecho el Presidente Boric con Estados Unidos, dándole patadas por debajo de la mesa a cada rato. ¡Grave error! Ahora lo quiero ver con Trump y con Marco Rubio (próximo secretario de Estado)… vamos a ver cómo le va… ojalá le vaya bien, nunca es tarde para hacer gestos y enmendar el rumbo. La política exterior de un país no puede estar supeditada a caprichos ideológicos.

Eso corre para la relación con China también, me imagino.

A las superpotencias no se las engaña, no las puedes engañar. Y entienden cuando tú les hablas claro. Con China lo que Chile tiene que hacer, y hoy no está haciendo, es dejar claro que como país pertenecemos a una comunidad de valores, la comunidad de las democracias liberales. Esa es nuestra tradición y nuestra historia, en esa comunidad nos sentimos seguros y allí están nuestros aliados principales. No obstante, como país que depende del comercio internacional, nos interesa comerciar con todo el mundo y obtener el máximo de inversión, y damos garantías que todos nuestros socios, sin distinción, serán tratados de igual manera. Ese es el mensaje que debemos transmitir de forma permanente y clara. ¡Para qué enredarnos! Hay una cosa que vengo diciendo hace años: en el actual contexto de competencia entre China y Estados Unidos, no existe la posibilidad de tener una posición de equidistancia entre ambas potencias, que suena muy bonito, pero simplemente no es viable. Yo a Pompeo (secretario de Estado del primer gobierno de Trump) se lo dije cuando me manifestó su preocupación por nuestra buena relación con China: “Nosotros con China tenemos las mejores relaciones y las vamos a seguir teniendo, pero no te preocupes, tenemos muy claro a qué constelación pertenecemos”. Eso este gobierno debe entenderlo, hay que definirse, ni siquiera Europa puede jugar a la carta intermedia. Y eso los chinos lo aceptan, no se hacen problema, la relación de nuestro gobierno con China fue extraordinaria.

Pero además hay otro tema que es muy importante: Chile tiene que “ponerse las pilas” ahora, porque nuestro vecino Argentina tiene un presidente que se ha mostrado muy activo internacionalmente y ya se ubicó en primer lugar en cercanía con Estados Unidos, y también con Israel, un proveedor esencial de tecnología militar de punta.

En el actual contexto de competencia entre China y Estados Unidos, no existe la posibilidad de tener una posición de equidistancia entre ambas potencias.

¿Cómo ves lo de Chancay… y las implicancias que podría tener en términos geopolíticos?

Primero, cada país define a quiénes deja entrar a sus áreas estratégicas. En el caso nuestro, por ejemplo, en el tema del cable submarino (adjudicado en 2024 a Google) la primera propuesta vino de China (Huawei). Sin embargo, tuvimos que ser claros con ellos respecto de los problemas que nos podría traer con Estados Unidos. Lo entendieron.

En lo que respecta a Chancay, yo creo que Chile tendrá que impulsar un proyecto similar, porque tú sabes que un asesor de Trump (Mauricio Claver-Carone) declaró que a todo producto que pase por Chancay se le aplicará una taza de un 60%, como si el producto viniera de China. Entonces, si existen capitales foráneos, europeos o norteamericanos, interesados en desarrollar un puerto en Chile de la envergadura de Chancay -en San Antonio o en otro lugar- que nos permita mantener nuestra competitividad, fantástico, bienvenidos. Pero para que eso ocurra, este gobierno alguna vez, tiene que dejar su amateurismo y agilizar las cosas en lugar de poner trabas a la inversión extranjera. Para los inversionistas no somos la “niña bonita”, nunca lo fuimos. No es que todo el mundo quiera invertir en Chile, sino que tienes que dar señales… mostrarte atractivo y confiable para que los inversionistas se interesen en ti.

¿Te gustaría volver a ser canciller… de un eventual gobierno de Matthei, por ejemplo?

No, estoy en otra. Hace falta gente nueva, soy partidario de la renovación en la política.

Roberto, para ir cerrando, ¿rescatas algo de tus años comunistas?

Uf, a ver, qué puedo salvar de aquellos años… las canciones preciosas de Víctor Jara y las composiciones más poéticas e instrumentales de los Inti Illimani… aunque Víctor también tenía unas canciones terribles, como “Las casitas del barrio alto”, que expresan un odio de clase que le hizo muy mal al Chile de esa época.

¿A Neruda lo rescatas?

Es que Neruda es un grande, una figura universal que trasciende a la izquierda. Neruda era tan grande que entre vivir en Moscú y vivir en París, prefirió vivir en París… él sabía perfectamente lo que era la Unión Soviética.

Finalmente, ¿qué lecturas le recomendarías a alguien que se dedica al negocio de las exportaciones?

Mis viajes con Epicuro, de Daniel Klein, Epicuro, de Carlos García Gual, y Meditaciones de Marco Aurelio. En este cambio de época que estamos viviendo, del cual va a surgir un nuevo orden internacional -lo que por supuesto genera mucha incertidumbre y agobio en las personas- tanto la filosofía epicúrea como el estoicismo son excepcionalmente recomendables para la gente de negocios. No todo se puede resolver con cifras, indicadores y estrategias de mercado.