Cuando ser orgánico no es suficiente
REPORTAJE

Cuando ser orgánico no es suficiente

De ser productos de nicho, que ofrecían atractivos precios tanto a quienes los cultivaban como a sus comercializadores, los frutos orgánicos han ido perdiendo el glamour que los rodeó durante años. Hay quienes incluso sostienen que el segmento se habría comoditizado. ¿En qué radica su valor actual y cuáles son sus perspectivas de mercado?


Por Claudia Carranza

Hoy, un porcentaje importante de la población aspira a tener un estilo de vida más saludable. Y en esta búsqueda, la alimentación tiene un rol protagónico. Los orgánicos han sido por años productos de nicho, que no solo han entregado sus beneficios a los consumidores, sino que también buenos dividendos a sus productores. Pero en las últimas temporadas, quienes apostaron por este camino se han encontrado, por momentos, con una sobreoferta que ha hecho caer los precios y se ha llevado una parte importante del atractivo de este segmento.

Al analizar el sector, las voces son disímiles. Sin embargo, todo apunta a que ya no basta con ser orgánico para obtener un mejor retorno, y quienes opten por esta ruta deberán enfrentar una serie de desafíos para hacer sostenible el negocio.

De acuerdo a la International Federation of Organic Agriculture Movement (IFOAM), la agricultura orgánica es un sistema de producción que mantiene y mejora la salud de los suelos, los ecosistemas y las personas. Se basa fundamentalmente en los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos adaptados a las condiciones locales, sin usar insumos que tengan efectos adversos. Salud, ecología, cuidado y equidad son los cuatro principios fundamentales en que se basa la agricultura orgánica.

Actualmente, en 96 países la producción y el comercio orgánico están normados por ley. En Chile, por ejemplo, rige la Norma Chilena de Agricultura Orgánica – Ley 20.089, que creó el Sistema Nacional de Certificación de Productos Orgánicos Agrícolas. Según esta legislación, solamente se pueden comercializar productos con la denominación orgánica (incluyendo adjetivos equivalentes como ecológico, biológico, eco y bio) cuando el operador está inscrito en el sistema de certificación. La norma chilena tiene homologación oficial con la Unión Europea, el Reino Unido, Suiza y Brasil.

A la fecha, el segmento orgánico continúa en expansión. De acuerdo a un informe publicado por The Business Research Company, durante 2023 el mercado de frutas y verduras orgánicas registró un sólido crecimiento que lo llevó a un total de US$ 43,47 mil millones, proyectándose US$ 47,7 mil millones para 2024. El reporte precisa que este aumento fue impulsado por factores como una mayor conciencia sobre la salud de los consumidores, preocupaciones ambientales y una creciente preferencia por productos locales y de temporada.

No obstante, pese a que las cifras aún muestran una curva ascendente, el futuro del segmento plantea numerosas interrogantes. Betina Ernst, ingeniera agrónoma y presidenta de la consultora argentina Top Info Marketing, sostiene que el escenario actual es muy variable según la fruta. “En algunas, la oferta sí llega a superar la demanda y los precios ya no son los que eran, o bien, no siempre hay sobreprecio, depende del mercado. Pero que el orgánico ya no está en ventaja debido a una gran producción, eso es verdad”, confirma.

ALTO EN CONOCIMIENTO

Para el sector frutícola argentino la producción orgánica representó en un momento una gran oportunidad, relata Betina Ernst, precisando que “Argentina comenzó muy temprano con el orgánico, fuimos uno de los primeros países en hacer una reglamentación aceptada por la Unión Europea y por Estados Unidos. Dado que nuestros precios internos subieron mucho, el costo argentino de la fruta es caro y la relación cambiaria y la economía del país no acompañó a la exportación de fruta, el orgánico presentó una buena alternativa para seguir exportando. Esto se dio principalmente en las manzanas y peras”.

El valle de Río Negro –zona donde se cultivan las manzanas y peras argentinas– tiene un clima desértico, lo que facilita la producción orgánica. “Hay exportaciones, como los envíos de manzanas y peras a EE.UU, que solo se pudieron mantener gracias al orgánico. Lo mismo pasó con el arándano. En la medida en que aumentó la oferta de países que tenían ventajas competitivas, el orgánico presentó una alternativa, porque ahí sí podíamos seguir manteniendo el negocio cuando no lo pudimos hacer en el convencional. Para Argentina fue una gran oportunidad, y lo seguirá siendo”, sostiene.

Nicolás Sánchez, CEO de Grupo Prima, holding reconocido como uno de los principales productores de fruta orgánica del hemisferio sur, coincide en que la fruticultura orgánica no es lo que era antes. “Hemos discontinuado bastantes chacras de orgánico, porque el hemisferio norte es nuestro principal cliente y ellos han convertido muchas hectáreas en orgánico y dan la vuelta todo el año con la fruta. La fruta orgánica, al no poder ser tratada con productos fungicidas y demás en la línea postcosecha, no podemos aguantarla de un año para el otro, por más atmósfera dinámica y tecnología que le metamos”.

El peruano Rafael Pflucker, director adjunto de Estrategia Agricultura Regenerativa para Latinoamérica, The Nature Conservancy, señala que, a nivel global, la agricultura orgánica ya no se trata de una moda. “El mercado orgánico mueve más o menos US$ 120,6 billones al año (total agrícola, no solo fruta). El crecimiento del 2019 al 2022 fue de aproximadamente un 4%, sigue a un buen ritmo. Si miramos las cifras, en Latinoamérica ha crecido en 1,7 millones de hectáreas, pero aun así solo el 1,6% de las áreas agrícolas son orgánicas”.

Un dato que no se puede obviar es que, en la región, la mayor parte de las hectáreas agrícolas certificadas como orgánicas corresponden a pasturas.

“En lo que somos súper fuertes en Latinoamérica, y que nos diferencia mucho, es en café y cacao. Son las frutas orgánicas por excelencia. Tenemos unas 350 mil hectáreas de café y unas 167 mil hectáreas de cacao. Eso, en cultivos permanentes. Después vienen frutas tropicales y subtropicales, donde hay bastante banano, mango y también destaca el potencial de la palta. Cuartos vienen los cítricos, con casi 50 mil hectáreas”, precisa el experto peruano.

Con más de 20 años de experiencia en la producción orgánica, Pflucker explica que para un pequeño productor es mucho más sencillo y fácil sembrar orgánico. ¿Por qué? Porque es bajo en insumos, pero alto en conocimiento. “Las grandes empresas agroindustriales se han ido al desierto y han sembrado en arena, un poco tipo hidropónico. Ellos no pueden ser orgánicos, pero sí inundan el mercado. ¿El pequeño productor cómo compite? Se diferencia. ¿Y cómo? Porque eres orgánico, porque eres pequeño agricultor, puedes formar una asociación de comercio justo y vas teniendo otros atributos que a la gran empresa agrícola le es mucho más difícil de tener”.

“Lo orgánico ya no es más un nicho, sino que una tendencia más en vías a comoditizarse” . NICOLÁS SÁNCHEZ, CEO GRUPO PRIMA.

¿COMODITIZACIÓN?

En medio de este escenario, surgen voces que hablan de la comoditización de la producción orgánica, es decir, una progresiva pérdida de su diferenciación, pasando a comercializarse como un producto genérico sin características distintivas que sean valoradas en el mercado.

Nicolás Sánchez sostiene que, si bien existe un crecimiento del consumo “más saludable”, el boom de esta tendencia fue hace unos 10 o 12 años. Fue la época en que los supermercados entraron a jugar muy fuerte en el segmento orgánico, lo que generó una demanda importante y muchos cultivos comenzaron a transitar hacia esta modalidad de producción. “Debido a la rentabilidad que daba el nicho, llegó un momento en que el crecimiento de la producción chocó con la demanda y eso hizo que los precios empezaran a bajar y que, en definitiva, llegáramos a la situación en que estamos ahora, donde lo orgánico ya no es más un nicho, sino que una tendencia más en vías a comoditizarse”.

A juicio de Sánchez, el orgánico también se vio fuertemente afectado por la inflación gatillada por la crisis logística post pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania, que provocó que la gente dejara de consumir productos de la categoría, “porque en vez de buscar lujo, buscaba cuidar la plata y comprar barato”.

Ahondando en este tema, Rafael Pflucker precisa que, dependiendo del cultivo, en muchos casos efectivamente se observa “una especie de comoditización de lo orgánico”. Según el experto, para cultivos tradicionales como la soya o el maíz esto no reviste un problema, porque “por más orgánico que fueras, nunca dejaste de ser commodity”. El inconveniente, dice, lo tienen las frutas orgánicas, que sí están obligadas a apostar por la calidad.

“Si vas a pagar más por un producto, quieres que sea de alta calidad”. Y esto abre otra arista, al enfrentarnos a la pregunta de qué se entiende por calidad. “Muchas veces, en la industria lo estético es sinónimo calidad. Cuando hablamos de calidad intrínseca y nutricional, muchos productos orgánicos tienen una gran calidad, pero no tienen una calidad estética o de tamaño. Por otra parte, el café y el cacao orgánico tienen mucho éxito, porque son productos sensoriales, que no necesitan de la estética para que su calidad sea percibida”, comenta Pflucker.

A Betina Ernst hablar de comoditización le resulta difícil, porque, señala, ser orgánico siempre implica el cumplimiento de reglas estrictas y procedimientos certificados. “Que lo orgánico pasará a ser un commodity, no me atrevería a afirmarlo. Son productos que van dirigidos a un público específico, y como tales requieren de un proceso especial, no se van a poder producir masivamente. Y en la medida en que el segmento pierda atractivo porque los precios ya no son tales, tampoco se transformará en algo masivo. Se trata de productos que se mantendrán como algo especial, demandados por un público diferenciado”.

EL ATRACTIVO DE LO COMPLEJO

Más allá de los números, la producción orgánica implica cumplir con una serie de requisitos, que para muchos pueden ser sinónimos de una mayor complejidad. Pero como todo depende del cristal con que se mire, esto también representa oportunidades, que al ponerlas en la balanza pueden resultar determinantes.

Como productor con más de 20 años de experiencia en el sector, Nicolás Sánchez destaca que “ya de entrada, hay un montón de actividades que se agregan, como control de malezas y muchas otras cosas, ya que los fertilizantes orgánicos no tienen la misma eficiencia que los convencionales. Y, en definitiva, nosotros, que somos productores orgánicos hace muchísimo tiempo, vemos que a la larga las plantas se deterioran mucho y van perdiendo capacidad productiva”.

En esta misma línea, Betina Ernst agrega que efectivamente los costos son mayores, al incrementarse la mano de obra y tener que usar productos más caros, entre otras variables. “El mercado es acotado y en muchos casos de nicho. Más de una vez los precios han sido demasiado bajos para compensar el mayor costo y esfuerzo. Por otro lado, muchos países y productores se han volcado a la producción orgánica, por lo cual la oferta y competencia se amplió y llega a sobrepasar la demanda”, agrega.

Otra valla que enfrentan quienes apuestan por esta forma de cultivo, es el alto costo de la certificación orgánica, que José Antonio Benavente, gerente comercial de la exportadora Nova Terra, menciona como una importante limitante para este tipo de producción. “Creímos que con la promulgación de la Ley 20089, los costos de certificación bajarían, ya que Chile no necesitaría acreditarse cada año en la Unión Europea. Pero no fue así, ya que la poca competencia y la concentración de las certificadoras no ha permitido bajar los costos de certificación. O sea, los precios internacionales han bajado entre un 50% y un 100% y los valores de las certificaciones se han mantenido altos”.

En opinión de Benavente, Chile ha desperdiciado la oportunidad de ser un referente en producción orgánica. “Chile debería desarrollar su mercado interno, como Brasil. Pero acá se han subido tanto los precios que para el consumidor resulta muy difícil comprar estos productos”. Benavente agrega que “la agricultura orgánica tiene más de 60 años en el país y llevamos más de 20 tratando de que el consumidor aprenda y consuma los productos. A veces incluso los confunde con alimentos hidropónicos. Chile tiene ventajas comparativas para producir productos orgánicos para nuestras familias e hijos. Lo más importante es dejar para el futuro un país libre de químicos”.

En el caso de Argentina, Betina Ernst enumera algunos factores que están afectando el desempeño de los orgánicos. “Nuevas tecnologías de conservación permiten ofrecer manzanas y peras durante todo el año, reduciéndose la necesidad de importarlas durante la contraestación. A esto se suma que se viene de un ciclo de políticas volcadas al mercado interno, poco favorable a la exportación. Lo orgánico también sufrió por la falta de apoyo y costos elevados, por lo cual, las exportaciones de frutas orgánicas frescas se redujeron. En algunos casos, como los envíos de manzanas a Europa, esto fue muy marcado”.

“Hay una especie de cooptación de lo orgánico por las grandes compañías productoras, que lo han percibido como una oportunidad de mercado, desvirtuando sus principios” . RAFAEL PFLUCKER, DIRECTOR THE NATURE CONSERVANCY.

ORGÁNICO DE CORAZÓN

De un tiempo a esta parte, los consumidores y los mercados han percibido que el orgánico per se no es suficiente, plantea Pflucker. Debe haber otros atributos que acompañen a esta categoría. “Y no es suficiente porque hay una especie de cooptación de lo orgánico por las grandes compañías productoras, que lo han percibido como una oportunidad de mercado, desvirtuando sus principios”, explica.

A su juicio, muchos de los jugadores que forman parte de este mercado llegaron atraídos por el diferencial de precio y se limitaron a cumplir con la normativa en términos de sustitución de insumos, pero han mantenido la mentalidad de la producción convencional. Originalmente, la producción orgánica “pretendía la salud no solo del consumidor, sino que también del suelo, del ecosistema, del planeta. Es una concepción de producir en conjunto o en armonía con la naturaleza”, enfatiza Pflucker.

Otro punto en el que este mercado podría avanzar es un mayor desarrollo de incentivos, al menos a nivel local. Así lo expone Benavente, quien explica que el orgánico “ha perdido atractivo porque las políticas de apoyo no existen. Años atrás se estimulaba a los productores con diferentes incentivos de certificación y mejoramiento de suelos. También a las pymes se nos apoyaba con asistencia a diferentes ferias, como Biofach (la feria más grande del mundo para alimentos y agricultura orgánicos, que tiene lugar en Nuremberg, Alemania). Es increíble, cuando exportábamos US$ 30 millones teníamos más respaldo que hoy que se exportan US$ 400 millones. Los mercados siguen pidiendo productos orgánicos y nosotros continuamos dormidos sin crecimiento. En la mayoría de los frutales la producción local ha bajado y no se ven futuros productores”.

Cuando se cultiva orgánico, un incentivo sin duda es entrar a un mercado con un precio diferenciado.

Y si bien la producción convencional parece más atractiva en términos de costos, podría dejar de ser así. “Muchos piensan que producir convencional es más barato, pero no se toma en cuenta el valor de las externalidades que genera. La contaminación por el uso excesivo de nitrógeno, las enfermedades que producen los agroquímicos, todo eso no lo paga la finca, lo paga la sociedad. Pero ya hay toda una tendencia para incluir las externalidades en los costos de producción”, explica Pflucker.

HAY FUTURO

Orgánico o no orgánico, he ahí el dilema. ¿Cuáles son las proyecciones para la agroindustria orgánica? ¿Qué novedades se podrán observar en el mercado?

En lo que respecta a Argentina, Betina Ernst estima que la fruta orgánica seguirá siendo un pilar para la exportación frutícola de ese país, pero se registrarán cambios, según cómo evolucione el mercado global. “No sé si tiene tantas oportunidades de crecer. En los últimos años se vio que el crecimiento es más pausado y que no todo el público se va a volcar a lo orgánico. Para mí siempre va a ser algo diferencial, porque además implica una certificación que tiene un costo”.

“La producción masiva jamás va a poder cumplir todo lo que se exige en el orgánico. Entonces sí habrá un público y se podrá diferenciar” . BETINA ERNST, PRESIDENTA TOP INFO MARKETING.

Lo que sí se está observando, agrega Ernst, “es que la producción convencional, ante las restricciones que impone el mundo y los grandes compradores, se está acercando más a lo orgánico, no cumpliendo obviamente con todas las restricciones y la certificación, pero la producción actualmente usa mucho menos agroquímicos, cada vez se restringe más, cada vez se buscan más productos amigables con el medioambiente, entonces se está acercando. Pero la producción masiva jamás va a poder cumplir todo lo que se exige en el orgánico. Entonces sí habrá un público y se podrá diferenciar”.

A su juicio, quienes están haciendo orgánico lo seguirán haciendo: las grandes empresas, los arandaneros y también algunos citricultores “ya que el protocolo está permitiendo hacer orgánico en Argentina, lo cual durante mucho tiempo no fue así”. Pero ve difícil que nuevos actores se animen a entrar a este circuito, “porque no es un mercado fácil y no está creciendo al ritmo que creció hace unos años como se había previsto”.

De acuerdo a José Antonio Benavente, el desafío más importante del segmento orgánico es desarrollar la industria. “Producir más alimentos para bebés e infantes, productos como sidra orgánica, mermeladas orgánicas, congelados con valor agregado”, precisa. También plantea la necesidad de contar con productos orgánicos más económicos y al alcance de todos. “Deberíamos comenzar con los almuerzos en los colegios, con esto se da la posibilidad a los agricultores pequeños de vender y producir en Chile. Pero con poder de compra fijo todos los años, o sea un programa orgánico a largo plazo”, añade.

Rafael Pflucker sentencia que en el negocio sobrevivirán solo los que hacen orgánico de verdad. “Al que simplemente hace una sustitución de insumos y sigue con el mismo mindset, le va a ser mucho más difícil mantenerse en el mercado. Te va a ser más difícil producir, por un lado, y por otro, el mercado no te va a reconocer tus atributos. Vas a tener la certificación, pero estarás erosionando tu propia categoría. Al mercado ya no le basta que seas orgánico, quiere ver más cosas: que toda la parte social esté en orden, además del tema ambiental, que va más allá de producir orgánico. Ser orgánico hoy no es suficiente para sobrevivir en el negocio”.