A la Universidad Nacional de Ingeniería ingresó en segundo puesto, un logro que su padre aplaudió, sobre todo porque estudiaría ingeniería de sistemas, una de las carreras de mayor prestigio en esa universidad. Su padre lo siguió aplaudiendo en el transcurso de su destacada performance de estudiante, pero el joven Ángel Manero no estaba contento; en el fondo de su corazón había una pasión que no se apagaba y sentía que traicionaba: su amor por la agricultura. “Yo seguía leyendo las noticias relacionadas al agro, no me perdía ningún evento del sector”, recuerda hoy, convertido en ministro de Desarrollo Agrario y Riego del Perú (Midagri). “Hasta que surgió la posibilidad de estudiar ingeniería agroindustrial, ¡pero en una universidad privada! Mi padre en la vida iba a dejar que me cambiara a una universidad privada, y menos iba a aceptar pagarla”. ¿Qué fue lo que hizo entonces? Ganó una beca en la San Ignacio de Loyola y, sin decirle nada a su padre se cambió a esa universidad, donde para estudiar becado había que ocupar el primer puesto de toda la facultad. Y así fue.
“Literalmente, nací en la chacra”, dice Ángel Manuel Manero Campos (48), recordando sus orígenes en San Vicente de Cañete, 144 kilómetros al sur de Lima. “En esos tiempos las madres no iban a los hospitales, sino que venía una matrona a ayudarlas a dar a luz”. Su padre trabajaba en La Rinconada, una hacienda grande en Cañete, donde tenía una pequeña casa para la familia y una chacra donde trabajaba con algodón, maíz, camote y menestras, rotando los cultivos. “¡Desde que tengo uso de razón estuve entre plantas!”. Su vocación por la agricultura creció de manera natural y espontánea. ¿Entonces, por qué su padre no quería que estudiara una carrera vinculada al agro? Porque, según le decía cuando estaba por terminar el colegio, en el año 1991, “hay que estar loco para dedicarse a la agricultura”. Era un año difícil no solo para el sector sino para el país, la crisis era generalizada.
“La política no está cumpliendo su rol de motivar nuevas inversiones, o no lo estuvo cumpliendo; nosotros tenemos ese reto”.
“Mi padre tiene una historia muy interesante. Trabajaba de administrador en una hacienda en Cañete, pero cuando sucedió la Reforma Agraria del gobierno de Velasco y empezaron las expropiaciones, se quedó sin trabajo. Le quedaba su auto, y lo usó para hacer colectivo Cañete-Lima y Lima-Cañete. Con el tiempo, junto a algunos colegas colectiveros, compraron un bus de transporte de pasajeros y la empresa fue creciendo; llegaron a tener más de cincuenta buses”.
La empresa todavía existe, se llama ETUSA. “Mi padre me decía que el negocio de transporte era mucho más estable que el agrícola; repetía que en la agricultura los riesgos son mayores y siempre surge lo inesperado”.
Ángel Manero afirma que asumir como ministro de Agricultura (1 de abril de 2024) es el reto “más bonito” que le ha tocado enfrentar en su carrera. No es la primera vez que ocupa puestos ligados a gobiernos centrales. En 2001 tomó el mando de Sunshine Export, una empresa exportadora de mangos que en ese entonces estaba prácticamente quebrada debido al destructivo fenómeno El Niño de 1998. Para 2006, Ángel había conseguido que la empresa se convirtiera en la más importante exportadora de mangos del país. En ese entonces conoció a Alan García, que era candidato a la presidencia del Perú. García vio que Manero había diseñado un modelo de negocio interesante y al llegar a la presidencia lo invitó a ser director del Banco Agropecuario. Años después, el presidente Ollanta Humala lo convocó para trabajar en el proyecto Sierra Exportadora; y más adelante Pedro Pablo Kuczynski lo invitó a ser parte de su gobierno, ofreciéndole el puesto de director general agrícola, en el Ministerio de Agricultura.
También fue gerente general de la azucarera Andahuasi. “Para un profesional de mi sector las azucareras son lo máximo, con todo el ingenio azucarero, con siete mil hectáreas para trabajar, una logística tremenda… me gustó mucho”.
Otro desempeño destacado de Manero fue la gerencia de Arroz Costeño, empresa a la que logró darle una alta rentabilidad, tanta que una corporación brasileña le puso el ojo y la compró. “He tenido retos bonitos en mi carrera, tanto en el sector privado como en el público, pero ser ministro es el más grande de todos”.
EL LADO BUENO DE LA SOBREOFERTA
Ángel Manero recuerda que cuando gerenciaba Sunshine Export la planilla se pagaba en efectivo. “Los trabajadores se han bancarizado luego del 2010”. Todo lo trabajaba en Excel, eran otros tiempos. Se podría decir que hasta 2007, la agroindustria peruana funcionó con un modelo creado por los propios empresarios peruanos. Se empezó exportando espárragos y mangos. Después vendría el apoyo de técnicos y gerentes chilenos, quienes ayudaron a consolidar el trabajo con la uva, la palta y el arándano, cultivos que convirtieron al Perú en una potencia mundial agroindustrial.
“Si quiere que mencione algunos de los factores que contribuyeron al éxito de la agroexportación peruana, tendría que mencionar que, gracias a la constitución del 93, se liberó el mercado de tierras y ya podías tener más de cinco mil hectáreas de terreno. En paralelo, se empezaron a subastar tierras en el proyecto de irrigación Chavimochic, ¡a diez centavos de dólar el metro cuadrado! Muchos banqueros, mineros y pesqueros decidieron comprar tierras, a veces sin saber qué iban a sembrar. Lo bueno es que ya tenían un expertise sólido en sus propios negocios, eso ayudó mucho. Lo cierto es que, de alguna manera, fueron ellos los que fundaron las principales empresas agroexportadoras que vemos ahora. Y creo que todos coinciden en que hay que estar un poco loco para trabajar en agricultura, pero todos comparten la misma pasión”.
“Yo tengo una estimación: hasta el 2026 vamos a tener precios deprimidos, pero a partir del 2027 nos empezamos a recuperar”.
¿Cómo definiría hoy la situación del sector peruano de cara al mundo? ¿Perú seguirá siendo campeón mundial en arándano y uva, y segundo en palta?
Hay una crisis de crecimiento tanto en los pequeños como en los grandes productores. Antes ibas a Estados Unidos o Europa y encontrabas determinadas frutas y hortalizas algunos meses del año; ahora las encuentras todos los meses del año, y de distintos orígenes. Ya sabemos que en Latinoamérica está Chile, Perú, Colombia, México; en África ya no solo está el jugador más tradicional, Sudáfrica; Israel, España ya empiezan a competir con nosotros… Lo que quiero decir es que hoy la competencia es mucho más grande. Y Perú ha venido creciendo a tasas del 20%, 30% en muchos de sus productos; todos sabíamos que llegaríamos a un techo, a un punto de maduración, esos son los tiempos que estamos viviendo; ahora tenemos que crecer conforme crece la economía mundial, que es, más o menos, 3% al año. Pero la oferta sigue creciendo al 15%, por eso tenemos un problema de precios. Los precios de los arándanos, de la palta, de los cítricos, de los espárragos, todos han bajado; seguimos creciendo en cantidad, pero la rentabilidad ha bajado de manera significativa.
Según Manero, lo que sucedió el año pasado en Perú debido al fenómeno El Niño, que hizo perder productividad a muchos cultivos y derivó en poco volumen y buenos precios, fue algo excepcional y atípico. El próximo año –asegura– el país regresará a su “techo”, nuevamente alta producción y bajo precio.
“Buscamos devolver el marco promotor a las agroexportaciones, entendiendo que no podemos quitar los beneficios laborales y que tenemos que compensar a los trabajadores de alguna manera”.
“Las inversiones en plantaciones se han dado hasta incluso el 2022; y esas inversiones nos van a permitir seguir creciendo, en cantidad, por lo menos hasta el 2027. Por eso, por la sobreoferta, cada año, hasta el 2027, van a ser años duros. Pero la sobreoferta tiene su lado bueno; el hecho de que un producto esté más barato, como lo van a estar muchos productos este y el próximo año, va a aumentar la capacidad de consumo de los mercados; gente que no compraba la fruta porque le parecía muy cara, o compraba poquito, ahora va a comprar más; va a aumentar el hábito de consumo, y eso va a hacer que el precio se vaya recuperando en los años siguientes. En ese sentido, yo tengo una estimación: hasta el 2026 vamos a tener precios deprimidos, pero a partir del 2027 nos empezamos a recuperar. Yo diría que vamos a tener unos años de gloria a partir del 2027”.
OFERTAS IRRECHAZABLES
Pero, ¿cómo está situada hoy la agroindustria peruana en su contexto regional, ante países vecinos como Chile, Colombia, Brasil y Argentina, por ejemplo? Manero dice que todos los productos tienen la misma lógica, y pone un ejemplo: “Imagínese que las principales exportadoras de palta tuvieran un solo dueño. Ese dueño tendría que decidir qué va a exportar y qué no; podría decidir exportar el 80% de su fruta y el 20% guardarla para el mercado local; reduciendo la oferta, los precios se recuperarían inmediatamente. Claro, no hay un solo exportador de palta en el mundo, pero sí estamos viendo un proceso donde se están comprando empresas, donde se están consolidando las empresas exportadoras por producto; hay una lógica que va en esa dirección, en la de consolidar la oferta, manejar mejor el abastecimiento, manejar mejor el mercado. Este es un camino inevitable, lo estamos viendo en Chile, lo estamos viendo en Perú, hay un fondo árabe que ya entró con fuerza, esto va a ser imparable”.
¿Cómo queda el Perú ante esta tendencia?
En desventaja. Aquí gana el que tiene el bolsillo más grande, o quien tiene el acceso al mercado de capitales de manera importante. La mayoría de las empresas agroexportadoras grandes van a acabar siendo compradas. Ese es un futuro inevitable, porque va a llegar el momento en que te van a hacer una oferta tan buena que será imposible rechazarla.
Empresarios chilenos ligados a la agroindustria me dijeron que, a diferencia de Chile, en el Perú la política y el desarrollo del sector van en cuerdas separadas. ¿Comparte esa opinión?
Iban en cuerdas separadas. En el 2020 se rompió algo muy importante en el Perú, cuando se les quitó el marco promotor a las agroexportaciones. Y no solo sucedió eso, sino que se les estigmatizó como malas; el ciudadano común, en su mayoría, en el Perú, tiene una percepción negativa de la agroexportación. A partir de las protestas del 2020 hay cierto clima de pesimismo en la agroindustria peruana. Los sindicatos plantean exigencias demasiado ambiciosas, en muchos casos, ante el Estado, que muchas veces supervisa a las empresas del sector muy frecuentemente y muy seguido por asuntos menores, y no se concentra en evitar que la informalidad se siga expandiendo en el sector. De modo que la política no está cumpliendo su rol de motivar nuevas inversiones, o no lo estuvo cumpliendo; nosotros tenemos ese reto.
¿En qué consiste la estrategia para cumplir ese reto?
Más negativo que quitar el beneficio tributario a las agroexportaciones fue colocar un sobrecosto laboral del 30%; me refiero al famoso Bono Beta, un bono antitécnico completamente, y que no existe en ninguno de nuestros principales países competidores. Ese bono ya no se puede eliminar porque es un beneficio que el trabajador lo siente como ganado, quitarlo generaría una convulsión social. Entonces tenemos que ver cómo compensamos ese sobrecosto, y lamentablemente uno de los pocos mecanismos que nos queda es regresar al beneficio tributario. Lo ideal sería que no haya ni beneficio tributario ni Bono Beta, pero no podemos restarles competitividad a las empresas.
ALTO RIESGO Y RENTABILIDAD MEDIA
En el sector se suele decir que la opinión pública, algunos medios de comunicación y la clase política no conocen el negocio de la agroindustria. Que cuando arguyen que el sector ya está maduro y no requiere de subsidios ni tratos diferenciados, lo hacen desde la ignorancia, desconociendo que, por ejemplo, los trabajadores en el campo rotan cada semana, y pagar el Seguro Social de Salud (Essalud), mes a mes es incongruente. Pero, ¿es realmente así? ¿Qué piensa Manero al respecto? El ministro responde: “No hay un desconocimiento, conocen muy bien el sector. Pero les es rentable atacar a ciertos sectores de la economía, a cierto sector empresarial, les es rentable políticamente. Por más que les refutes sus teorías, nunca los vas a convencer, porque es su ideología, parte de su negocio político, inclusive algunos medios de comunicación están también en esa línea”.
¿Por qué es distinto el negocio de la agroexportación? ¿Qué habría que decir, en resumen, a las voces discordantes?
Que estamos ante un negocio de alto riesgo y de rentabilidad media. Normalmente alto riesgo significa rentabilidad alta también, pero en el agro eso no sucede… Y hablar de riesgos en el agro es hablar de riesgos climáticos, sociales, políticos, riesgos de regulación o sobre regulación, riesgos de mercado, riesgos del capital. Por ejemplo, con El Niño el costo del capital de trabajo se restringió, y luego los costos en general se elevaron tremendamente.
Benjamín Cillóniz, gerente de Safco, nos dijo en una entrevista que “es bien difícil impulsar una industria que medio Perú detesta”.
Yo creo que más de medio Perú, va por el 70%, 80%…
¿Se ve al agroindustrial como el señor feudal que da de látigos a sus trabajadores?
Lo que pasa es que algo de eso hubo en el Perú. Y no me refiero a las haciendas costeras, que eran espectaculares; mi abuelo entró a una hacienda a trabajar de guardián y con el tiempo llegó a ser administrador, una cosa espectacular. Pero en las haciendas de la sierra se cometieron todos los abusos posibles, fue terrible; y ese es el perfil del hacendado que sigue vinculado sociológicamente al dueño o al gerente de una empresa agroexportadora actual. Algo similar sucede con la minería; hace cincuenta años la minería era destructiva, pero la minería de hoy es otra cosa, y la siguen vinculando con el pasado. ¿Por qué? Porque la clase política no ha hecho su tarea de defender lo que realmente ayuda al país, de enseñarle a la gente la importancia de la inversión. Yo viví la agroexportación en Cañete, en los años 90, 91, y no había trabajo; había como quinientas personas en un lugar del pueblo que esperaban a que vengan a recogerlos para trabajar, y la mayoría se regresaba a su casa y no trabajaba; hasta que llegó la exportación de espárragos, y recogían a los trabajadores de sus casas, les daban sus uniformes, les daban los beneficios de estar en planilla, y los dejaban en sus casas al terminar la jornada, era algo fantástico. Y así se ha desarrollado gran parte de la agroexportación en la costa. Es lamentable que ahora hayamos perdido muchos puestos de trabajo, y que en toda la franja agroexportadora hayan aumentado los índices de pobreza, en Arequipa, Ica, Lima, Ancash, la Libertad y Lambayeque, por mencionar algunas regiones. Como ministro, yo he salido con un mensaje fuerte, que busca devolver el marco promotor a las agroexportaciones, entendiendo que no podemos quitar los beneficios laborales y que tenemos que compensar a los trabajadores de alguna manera.
“El futuro de la costa tiene que ser agroexportador, industrial y de cultivos industriales, y la sierra tiene que alimentar al Perú”.
En otra entrevista, Augusto Baertl, gerente de Chapi, señaló que “se necesita un Estado que apoye a la agroindustria”. ¿Este gobierno lo está haciendo? ¿Muchas veces los empresarios suplen al Estado en sus comunidades de influencia?
Primero, hay que decir que las familias de las comunidades están mucho mejor de lo que estaban hace veinte años cuando no había agroexportación. Por lo menos ahora tienen un ingreso que les permite alimentarse, les permite educarse, cubrir las necesidades básicas. Que hay retos adicionales que tienen que ver con dotarlos de servicios básicos, también es cierto; y que el Estado no ha cumplido su rol en mucho de esto, también es cierto.
Con los años muchos migrantes de todas partes del Perú han venido a la costa para trabajar en la agroindustria y las comunidades han crecido enormemente, como es el caso de Chao, en la Libertad, o el Barrio Chino, en Ica, y no cuentan con servicios básicos. ¿Qué va a hacer este gobierno al respecto?
Es un reto grande. Donde están los asentamientos lo primero que tienes que trabajar es en la titulación, en la formalización de los predios; y luego empezar con la dotación de agua y desagüe… La dimensión de todo este reto es demasiado grande para el Estado; cuesta mucho llevar agua, desagüe, pistas, veredas, cuesta muchísimo. Pero esto no quiere decir que nos quedemos con los brazos cruzados. El problema es que no se han calendarizado los proyectos, no se le ha dicho a la gente en cuánto tiempo van a tener servicios básicos, y eso hay que establecerlo claramente; no se ha hecho una planificación en ese sentido. Nosotros le hemos planteado a la ministra de Vivienda trabajar en un proyecto habitacional en el Barrio Chino, un programa de vivienda; inicialmente será un piloto, estamos hablando de 400 o 500 viviendas; la idea es darle facilidades a la población para que acceda al bono Techo Propio y que, a su vez, la empresa agroexportadora done el terreno, así el proyecto tendrá también sostenibilidad privada, y el Estado da un subsidio. Este es un modelo que creemos puede dinamizarse rápido.
Usted ha anunciado el más grande plan de irrigación de la historia: 120.000 hectáreas de andenes en la sierra…
El plan de irrigación más grande de la historia en la sierra del Perú, hay que precisar, porque el más grande del Perú es Chavimochic, en sus tres etapas, que suman 170.000 hectáreas, más o menos. La sierra del Perú no tiene espacio para hacer un proyecto de irrigación grande, todos los proyectos los vemos en la costa, como Alto Piura, Chavimochic, Chinecas, Majes… ¿Cómo le demostramos a la sierra que queremos hacer algo grande por ellos en materia agrícola? La oportunidad estaba en los andenes incas y preincas; en el Perú hay inventariados 340.000 hectáreas de andenes, históricos, ancestrales; hay que recordar que 12 millones de habitantes vivían de ellos. Vamos a reactivar 120.000 hectáreas de andenes. Esta es una respuesta política y social a los que nos dicen que no hacemos nada grande en la sierra. Yo creo que el futuro de la costa tiene que ser agroexportador, industrial y de cultivos industriales, y la sierra tiene que alimentar al Perú; en la sierra no se puede trabajar con grandes extensiones de frutales, por ejemplo. En todo caso, hay que diversificar, tanto en la sierra como en la costa; si diversificamos en la sierra para poder controlar la sobreoferta de papas, habremos hecho bastante, reduciendo la papa a 40.000 hectáreas, haciendo crecer granos andinos… Y si en la costa conseguimos desarrollar un cultivo industrial como el algodón, unas 50.000 hectáreas de algodón, simplemente por portafolio, van a mejorar los precios de todos los productos, por una dinámica de mercado. El problema es que no tenemos muchas opciones de diversificación ahora mismo; hay que desarrollarlas, ya sea por demanda o introduciendo algodón de alta fibra, de fibra de calidad.
Cuando termine este gobierno, ¿quiénes cree que lo van a querer más, los agroindustriales o los pequeños agricultores?
Yo creo que los pequeños agricultores. Lo que pasa es que la atención a la agroexportación tiene que ver con, básicamente, una ley; y es una ley que hay que promoverla ahorita, porque toda ley toma su tiempo trabajarla. Entonces probablemente nos vean en los medios defendiendo la ley y un sector diga que soy el ministro de los agroexportadores, pero no es así, lo que pasa es que hay que poner la ley en discusión ahora mismo. Lamentablemente no hay una fórmula mágica para trabajar la pequeña agricultura; no hay una gran ley, no hay un gran proyecto que pueda mejorar la pequeña agricultura; son varias cosas y principalmente tienen que ver con la diversificación, con nuevos cultivos.