El edificio de sobrias líneas neoclásicas me recibe con su fachada iluminada por un intenso sol de media tarde indiferente al otoño que dicta el calendario. Emplazada en la adoquinada esquina de Tenderini con Agustinas, en pleno casco histórico y fundacional de la capital chilena, la construcción se codea sin complejos con íconos de la arquitectura santiaguina, como el Palacio Subercaseaux y el Teatro Municipal.
A las 15 con 22 minutos atravieso la pesada puerta giratoria y ante mí se revela la magnificencia del gran atrio, luminoso y elegante, coronado por un duelo taurino labrado en bronce de manera dramática. En el lugar se respira historia.
Con algo de tiempo a mi favor, subo la escalera relajado, muy lentamente, contemplando la interminable galería de presidentes pintados al óleo… Eyzaguirre, Larraín, Matte, Urmeneta, Ariztía… escalón tras escalón se van sucediendo los apellidos con aroma a hacienda decimonónica, hasta llegar a la fastuosa planta 4, con sus enormes lámparas de cristal, donde me espera, no enmarcado sino que en carne y hueso, Antonio Walker Prieto, el actual timonel del gremio empresarial más antiguo de Chile.
“Somos la segunda organización gremial más antigua del mundo, solo nos supera una inglesa por apenas nueve días”, lanza orgulloso, marcando de entrada el peso de la entidad fundada en 1838, cuando el país contaba con dos décadas de vida republicana y la agricultura estaba imbricada estrechamente con el poder y la política.
Grandes personajes de la historia chilena han ostentado cargos en la Sociedad Nacional de Agricultura, SNA. Su presidencia ha sido ocupada nada menos que por ocho ministros de Estado y 16 legisladores. Sin duda el más célebre, don Ramón Barros Luco, quien llegó a dirigir los destinos del país durante la denominada República Parlamentaria.
Medio en broma, le pregunto si le gustaría seguir el camino de Barros Luco… Antonio sonríe y con la cabeza esboza una negativa para luego agregar con su hablar pausado y clerical: “Ser Presidente de la República son palabras mayores, amigo mío”.
Le creo… a medias, claro. Y razones tengo. José Antonio Walker Prieto –nacido en Pirque en 1961– proviene de una de las familias de mayor tradición política del país. Una dinastía que a partir del siglo XIX recorre de punta a cabo la historia del Chile independiente.
Hijo de Ignacio Walker Concha e Isabel Margarita Prieto Vial, es el quinto de nueve hermanos, tres de los cuales han sido senadores, y en el caso de Ignacio también ministro de Relaciones Exteriores. Su abuelo, Horacio Walker Larraín, destacado falangista, fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana (DC) y ejerció como senador, canciller y ministro de Justicia, además de embajador. Su bisabuelo Joaquín Walker Martínez representó al Partido Conservador en la cámara alta. Por línea materna, su abuelo Hernán Prieto Subercaseaux fue el primer alcalde de Pirque, mientras que Sally, su madre, su adorada madre, fue la primera regidora de la DC en dicha comuna.
Enfocado en sus negocios agrícolas y en la labor gremial, Antonio rehuyó durante años la política formal. Hasta que en 2018, Sebastián Piñera lo llamó a formar parte de su segundo gobierno para asumir la cartera de Agricultura. Una labor que realizó con gran entusiasmo, pero que dejó inconclusa para asumir un desafío que consideró mayor. El país se jugaría su futuro en una inédita Convención Constitucional y Walker decidió ser candidato independiente con el respaldo de Evópoli, partido de centroderecha liberal. Finalmente, los 8.739 votos que obtuvo no le permitieron ser uno de los 155 convencionales que redactarían la propuesta de carta fundamental, quedando fuera por paridad de género.
A tres años de su primera y única aventura electoral, Antonio recuerda la experiencia con cierta amargura. “Era un lindo desafío, que implicaba una misión muy importante: defender las ideas de la libertad… pero al poco andar me di cuenta que las campañas electorales no son lo mío… eso de pararse en un semáforo a repartir volantes y tratar de convencer a la gente, definitivamente no, nunca me sentí cómodo”.
“Hay que salir de la polarización de una buena vez. ¡Cómo es posible que reneguemos de los mejores años de Chile!”
Sin opción de volver al ministerio (donde fue bien evaluado por la ciudadanía), se volcó de lleno a sus empresas y a su intensa labor gremial.
Dos años después, Antonio Walker se encuentra frente a mí, sentado en el poderoso sillón de Tenderini 187. Sobre su cabeza no cuelga la espada de Damocles, sino que ideas, proyectos, propuestas para dinamizar a un sector que no atraviesa por su mejor momento. A pesar del complejo panorama, se le ve sereno, y con ganas de comunicar, de transmitir certezas. “La actividad gremial tiene mucho de política, debes ser hábil en el arte de llegar a acuerdos y yo me considero un buen articulador, un puente, no solo entre los actores del agro, sino que con el sector público y otros sectores de la actividad productiva”.
Aún impresionado por la belleza del edificio, le sugiero que deberían sumarlo al Día del Patrimonio, tradicional jornada donde buena parte de los inmuebles con valor histórico y arquitectónico abren sus puertas al público. “Eres la tercera persona que me lo sugiere –me dice– y lo vamos a hacer… ¿sabías que gremio significa refugio? Bueno, este es nuestro refugio”, agrega alzando los brazos al tiempo que recorre con la vista el señorial espacio que nos cobija.
Mientras ajusto la grabadora, pienso cuánto de esta grandiosidad pervive en la agricultura chilena… si este edificio no es acaso una metáfora de un pasado congelado en el tiempo, lejano y del cual queda muy poco. Una reflexión que puede parecer absurda si consideramos que hablamos de Chile, un país donde el sector agroalimentario exporta 19 mil millones de dólares llegando con sus productos a más de 160 países. Sin embargo, en la última década la potencia sudamericana ha comenzado a exhibir señales que son preocupantes. Rubros estancados, productos deprimidos y, un dato que enciende las alarmas: 364 empresas agrícolas quebraron, y otras 49 solicitaron su reorganización financiera.
Más allá de las cifras, lo cierto es que diversas variables gatillaron que el sector perdiera competitividad, y la gran pregunta es si esto es una tendencia irreversible o hay proyecciones de un mejor mañana. “Hoy estamos tratando de pasar del diagnóstico a la propuesta, de las palabras a los hechos, y para eso se necesita decisión y voluntad política”, subraya Walker.
¿El “Chile potencia agroalimentaria” perdió fuerza?
A ver, hemos perdido competitividad, eso es innegable. A pesar de esto, exportamos 19.000 millones de dólares, y si agregamos la pesca y la acuicultura llegamos a 28.000 millones de dólares, o sea, somos el sector exportador más potente después de la minería, que exporta 55.000 millones de dólares. Pero sí, nos estancamos.
¿Qué pasó?
Nos pusimos menos productivos, la economía del país dejó de crecer, pero el factor más determinante ha sido el déficit hídrico brutal que hemos debido enfrentar. Chile es el país más vulnerable al cambio climático, con mayor déficit de precipitaciones –dicho por la ONU– y sin embargo no hemos hecho inversiones en infraestructura de riego.
Y en frutas, la irrupción de un competidor como Perú ha sido factor.
Claro, nos salió una competencia muy fuerte, con un Perú con condiciones climáticas privilegiadas haciendo grandes obras de riego, construyendo grandes puertos. El Estado peruano invirtió fuerte en su agricultura, mientras que nosotros abandonamos la política de los acuerdos, abandonamos el sistema de concesiones, que tantos progresos trajo al país.
¿Hoy los productos agroalimentarios chilenos son menos atractivos para el mercado internacional?
Sucede que otros países firmaron tratados de libre comercio, o se unieron internamente para ser más competitivos. Por ejemplo, Nueva Zelanda exporta todos sus kiwis por Zespri, todas sus manzanas y peras por NZAPI, todos sus lácteos por Fonterra, y hoy se posiciona en un segmento de precios mayor al de Chile.
¿Algún mea culpa como sector?
Claro, no todo es responsabilidad del Estado. Nosotros como sector nos pusimos muy individualistas.
Pero ese ha sido un rasgo histórico del agro.
Sí, pero nos pusimos más individualistas de la cuenta, y dejamos de salir a competir como país para salir a competir como empresas. Debemos hacernos una mirada introspectiva y una autocrítica. En las cajas la marca de la empresa aparece bien grande, mientras que el nombre de Chile figura más abajo y pequeñito. Entonces, bueno, miremos lo que ha hecho Nueva Zelanda.
¿La promoción de la marca Chile en el exterior ha estado al debe?
La inversión de Chile en el exterior en cuanto a promoción no es un presupuesto que esté acorde con el potencial de nuestra agricultura. Vemos que Perú está con una campaña muy fuerte en promover sus productos.
Antonio, dejemos en pausa el presente y entremos un poco en su historia.
Dale…
UNA DUPLA EXPLOSIVA
“¡El campo no para!”, dice Antonio Walker al comenzar cada uno de sus videos en Instagram, red social donde acumula miles de seguidores. La frase la acuñó en su época de ministro y en plena pandemia, cuando el agro se puso pantalones largos para asegurar el suministro de alimentos. Comunicar se volvió un imperativo y la experiencia le quedó gustando. “Me encanta la interacción con la gente. Cuando publico fotos con autoridades, reuniones y cosas por el estilo tengo un puñado de likes… pero cuando subo videos enseñando temas del campo la cosa revienta”.
Un presente de “influencer” imposible de imaginar en los ‘60, cuando era un niño rural que disfrutaba jugando a la pelota y montando a caballo en los potreros de El Cruceral de Pirque, por entonces un bucólico paraje en las afueras de la Región Metropolitana.
Si bien sus dos abuelos tenían campo, tampoco imaginaba ser agricultor, dirigente gremial, ni mucho menos ministro. Su sueño era ser futbolista y, de cierta manera, lo fue.
“Mi madre nos incentivó mucho el deporte, y yo, pelotero de chico, ingresé a las cadetes del Club Deportivo Universidad Católica”. Se cuenta que el joven Antonio mostraba grandes condiciones con el balón y el fútbol profesional brillaba fuerte en el horizonte. Sin embargo, se enganchó con los estudios y decidió cambiar de hemisferio.
Favorecido con una beca deportiva y recién titulado de técnico agrícola en Inacap, partió a estudiar ciencia de la fruta en la California Polytechnic State University.
Fue así como de joven promesa del fútbol chileno se convirtió en un destacado soccer player de la liga universitaria de los Estados Unidos, llegando a integrar la selección de California. “Fueron cuatro años extraordinarios, recorrí el país jugando fútbol. Incluso me ofrecieron un muy buen contrato para ser el entrenador del equipo femenino”.
Pero decidió volver. Sus estudios en Norteamérica reavivaron su amor por el campo, y luego de trabajar tres años en Frutasa (actual Geofrut) llegaría el hito que cambiaría su vida.
Su padre, don Ignacio Walker Concha, jurista reputado y emprendedor infatigable, vendió El Toqui, el famoso yacimiento minero polimetálico que había descubierto a comienzos de los ‘60 en Aysén. “Cuando estábamos en tercero y cuarto medio, en los veranos mi viejo nos llevaba a trabajar a la mina. Yo cumplía funciones de alarife, otro hermano de topógrafo…
La cosa es que mi viejo decide vender, y me dice: Soy abogado, pero tengo alma de campesino y mi sueño es ser agricultor… asociémonos y desarrollemos juntos un proyecto frutícola… Así nació Wapri”.
Un 27 de noviembre de 1987 dieron el vamos a la flamante empresa, sin sospechar que llegarían a convertirse en una de las exportadoras de fruta más relevantes del país. La primera pega de Antonio fue recorrer Chile buscando campos, desde Copiapó hasta el Maule. Finalmente se establecieron en Chimbarongo y su primera apuesta fueron los kiwis. “Era pleno boom de esta fruta, pero le erramos medio a medio. Sin embargo mi padre era un emprendedor muy audaz y al año siguiente nos la jugamos con un segundo campo en Curicó, donde nos fue extraordinario”.
En el fundo Marengo, Wapri (acrónimo de Walker y Prieto) fue pionera en plantar variedades de manzanas bicolores, que alcanzarían un enorme éxito en el mercado. Compraron nuevos campos y a las manzanas sumaron peras asiáticas y frambuesas. “Con el viejo nos llevábamos muy bien, apostábamos fuerte. En realidad, él era más lanzado y creativo y yo más conservador, y esa mezcla funcionó a la perfección. Desde el comienzo, nos propusimos desarrollar una agricultura de vanguardia, y así introdujimos los portainjertos enanos, los huertos peatonales, nuevas variedades de peras, y finalmente las cerezas”.
Tras la muerte de don Ignacio en 2001, Antonio conoció a Ramón Achurra, agrónomo y fruticultor de gran experiencia, quien terminaría adquiriendo el porcentaje de la empresa correspondiente a los demás hermanos Walker, convirtiéndose en su socio hasta el día de hoy. “En cierto modo don Ramón vino a reemplazar la figura de mi padre, le tengo un tremendo afecto y con él hemos seguido desarrollando Wapri”.
Actualmente, Agropecuaria Wapri S.A. es una de la frutícolas más emblemáticas del Maule, con más de 1.000 hectáreas de cerezos, manzanos y perales, empleando a más de 1.800 trabajadores en temporada de cosecha. Entre sus hitos se cuenta el haber exportado la caja de fruta número 200 millones, el año 2004.
Los buenos resultados obtenidos en sociedad impulsaron a la dupla Walker-Achurra a expandir el negocio, fundando Frutícola Río Negro, con producciones de paltas en Rapel, duraznos conserveros en Rengo y cerezas en Osorno y Las Cabras. Además, entraron al segmento de los servicios, con el packing Rucaray Los Lirios y Exportadora Rucaray. De forma paralela, Antonio junto a su amigo Rodrigo Balbontín crearon Agrícola Matriz, firma enfocada principalmente en producción y exportación de cerezas.
CAMBIO DE ESTRATEGIA
Bueno Antonio, retomemos. ¿Cómo se recupera la competitividad?
Como dije, con convicción y voluntad política. Tenemos grandes desafíos, uno fundamental es construir infraestructura hídrica. Lo que está pasando en Coquimbo es dramático, el desierto llegó a Coquimbo y no hicimos nunca más un embalse. Tenemos 32 embalses, de los cuales gran parte se hicieron hace 30 años. Tenemos 24 desaladoras, ninguna multipropósito: o son para la minería o son para el consumo humano.
¿Chile debe “soltar” la uva?
No. Ojo que estamos teniendo una buena temporada de uva, producto de que Perú tuvo menos producción y menor calidad y condición.
Pero eso no es sostenible en el tiempo.
No. Tenemos que trabajar con las variedades que nos ofrezcan mayores ventajas comparativas. Nos demoramos un poco en la reconversión, pero la producción ya se está comenzando a ajustar. Entonces, manteniendo las 30.000 hectáreas actuales, con estos precios y con las nuevas variedades, se pueden obtener rentabilidades competitivas.
Cuando analizamos las cifras de la fruticultura chilena, de los 6.000 millones de dólares en exportaciones cerca del 50% corresponde a cereza. ¿Qué le dice esta cifra?
Bueno, son casi 68.000 hectáreas de cerezas, 83 millones de cajas, 2.400 millones de dólares, sin duda es la “reina”. Sola vende más que todo el vino. Pero la fruticultura chilena no puede depender tanto de la cereza, es peligroso. Y a su vez, la cereza no puede depender tanto de China.
¿Para cultivos como el arándano y la palta aún hay posibilidades?
Para el arándano no está fácil, porque al entrar Perú 9 meses después que Chile, lo hace con mejores variedades y con muy buenas condiciones de producción. Y con la palta lo que ocurrió es que se nos secó Chile. Un dato elocuente: en La Ligua, Cabildo y Petorca llovían 250 milímetros y había 15 mil hectáreas; hoy llueven 18 milímetros y las hectáreas se redujeron a 3.500. Sin embargo, a alguien se le ocurrió instalar la idea de que “no es sequía, es saqueo”, ¡por favor! Debemos entender de una vez por todas que no es que alguien se haya llevado el agua para la casa, sino que las precipitaciones disminuyeron –75% en algunas regiones– y nos quedamos rezagados en materia de infraestructura hídrica. Chile no invirtió en embalses, desaladoras, riego tecnificado, infiltración de acuíferos, reúso de agua, soluciones basadas en la naturaleza y todas las herramientas que hoy se podrían implementar en una cuenca.
Usted que estuvo en el Estado, ¿dónde está el cuello de botella para la construcción de nuevos embalses?
La permisología también ha afectado a nuestro sector. El Ministerio de Desarrollo Social y el Ministerio del Medio Ambiente tienen que darle otra mirada a la infraestructura hídrica, pues están equivocados. Toda gran obra tiene externalidades negativas, pero en el caso de un embalse son muchas más las positivas, los beneficios que conlleva son enormes. Lo que hay que evaluar es el balance.
Considerando que el factor climático con toda seguridad se seguirá acentuando, ¿no resulta necesario un cambio de estrategia?
Chile tiene todo para ser una potencia ecoalimentaria, es decir, tenemos todas las condiciones para producir productos confiables, de un origen consciente. Ese es nuestro gran elemento diferenciador. Que los mercados de destino nos exijan certificaciones, lejos de ser una desventaja, es una tremenda oportunidad, porque tenemos la posibilidad –y la capacidad– de llegar a mercados de nicho, sofisticados, de alto precio. Estamos muy avanzados, sin embargo el país no le ha tomado el peso al tremendo impacto económico y social que tiene nuestra agricultura y lo que hemos hecho en materia de sustentabilidad.
Una estrategia de este tipo requiere, me imagino, la apertura de nuevos mercados.
Es el gran desafío. Conquistar el ASEAN (10 países del sudeste asiático), hacer en la India lo que hemos logrado en China, y penetrar China aún más: hoy estamos enfocados fundamentalmente en Shanghái, Beijing, Dalian y Guangzhou, pero tenemos todo el interior, y para eso no podemos aflojar en la calidad y condición de nuestros productos. Esa es nuestra mejor carta de presentación, no el volumen. Nuestra ventaja no es “cuánto producimos”, sino que “cómo producimos”.
Debemos demostrar que somos más confiables que otros países, que nos importa la huella de carbono, que nos importa la huella del agua, que nos importa introducirnos en la producción integrada usando más bioinsumos. Hemos avanzado mucho, pero tenemos que visibilizarlo y cacarearlo. El mundo le creyó a Chile a través del vino, que fue nuestro primer embajador. Ahora nosotros tenemos que creernos el cuento… y el Estado tiene que creer más en nosotros.
¿Qué implica que el Estado crea en el agro?
Pasar de las palabras a los hechos. No puede ser que la infraestructura hídrica de Chile la hayan hecho nuestros abuelos, y hayan pasado tantos años sin hacernos cargo del tema… Y ahí yo tengo una propuesta.
¿Cuál es su propuesta?
Destinar una parte de los recursos que le ingresarán a Chile por el litio y el hidrógeno verde a la construcción de la infraestructura hídrica que el país necesita… para devolverle el agua a la tierra.
Suena interesante.
Los embalses tienen una tremenda rentabilidad social, porque esa agua se ocupa en desarrollar agricultura y esa agricultura genera mucho empleo. Ahí hay mucho IVA, se favorece la descentralización, y por supuesto se produce más alimento. Entonces, una inversión así no pueden financiarla solo los agricultores, porque el país entero se verá beneficiado.
¿Cree que haya respaldo y voluntad política para una propuesta como esta?
Si Perú pudo hacerlo, por qué nosotros no. Como dije, Coquimbo se está secando, sin embargo, yo nunca he visto tanto caudal en los ríos como este año. El ecosistema marino necesita agua dulce, sí, pero si tan solo aprovecháramos el 20% del agua que hoy vierte al mar podríamos duplicar nuestra superficie regada. En los últimos 15 años hemos perdido 200.000 hectáreas de riego, lo que resulta inaceptable para un país que se dice potencia agroalimentaria.
Mencionó a los grupos que instalaron la idea del “saqueo” de agua. ¿El ambientalismo radical le ha hecho daño a la agricultura chilena?
Sin duda. Hay una ideología, con muy poco conocimiento, que nos ha hecho mucho daño. Nos han dicho que la agricultura es extractivista, que se roba el agua, que hacemos monocultivo… y eso nos ha perjudicado enormemente frente a la opinión pública, lo que ha terminado permeando las decisiones políticas.
¿Cuál es su respuesta a ese tipo de acusaciones?
En una cuenca agrícola por supuesto hay manzanas, peras, kiwis, maíz, trigo… pero también hay bosque nativo, bosque esclerófilo, formaciones xerofíticas… la cuenca es muy biodiversa. El 2,4% de la superficie de Chile son cultivos permanentes y anuales, ¿eso es monocultivo? ¿2,4%? En Alemania es el 42%. Después, en materia hídrica, claro que consumimos el 75% del agua, pero para qué: para transformarla en alimentos, y a través de los alimentos distribuimos el agua a todo Chile. Se dice que unos pocos son los dueños del agua, cuando hay 250.000 empresas agrícolas usuarias de agua…
“Chile tiene todo para ser una potencia ecoalimentaria. Ese es nuestro gran elemento diferenciador.”
Siendo ministro usted vivió en carne propia los ataques de estos grupos.
“El ministro de Agricultura posee 28 mil litros por segundo”, dijeron a los cuatro vientos… una calumnia brutal.
Más allá de ese episodio ingrato, ¿cómo recuerda su experiencia como ministro?
Fue la mejor experiencia que he tenido en mi vida, donde más me he realizado como profesional, como chileno. Estuvimos muy bien evaluados por la ciudadanía, en las encuestas de opinión pública siempre figuramos en los primeros lugares. Creo que hicimos una muy buena gestión, nos tocó enfrentar la pandemia y ahí nació el slogan “el campo no para”. Dijimos, a los chilenos no le va a faltar alimentos, y así fue. Los agricultores y los trabajadores agrícolas fueron verdaderos héroes anónimos, porque nunca pararon de trabajar, todo el sector estuvo fenomenal y a mí me tocó articular y gestionar desde el Minagri.
¿Fue una decisión equivocada dejar el ministerio para ser candidato a convencional?
Sí, porque estaba tremendamente realizado, teníamos un equipo atómico. Yo estaba feliz, no sentía las horas de trabajo… pero dije, en la Convención la agricultura debe estar bien representada, realmente me daba mucho miedo lo que podía pasar ahí. Lo hice por idealismo, pero te reconozco que ya el primer día de campaña me dije qué estoy haciendo aquí. Sin embargo, me sirvió, estoy más maduro, entiendo mejor Chile, entiendo mejor la política… es muy importante que el sector privado entienda la política, y viceversa.
A propósito, ¿qué piensa del Chile actual, con una democracia en crisis, una clase política cuestionada, una economía estancada, problemas de seguridad y graves casos de corrupción?
Yo creo que Chile está en un proceso de maduración. La “ley del péndulo” y la polarización han perjudicado mucho a nuestra democracia, porque, por lejos, los mejores resultados de este país se lograron bajo la política de los acuerdos, con el liderazgo del centro político. Lo que logró Chile en 30 años no se nos puede olvidar: en crecimiento económico, educación superior, bajamos la pobreza de 45% a un dígito… el progreso de Chile fue espectacular, íbamos camino a ser un país desarrollado, pero caímos en la trampa de los países de ingreso medio… o más bien, caímos en la mediocridad.
¿Cómo se sale de esta situación?, porque las soluciones necesariamente pasan por la política, que está muy desprestigiada.
Recuperando la política de los acuerdos, generando alianzas público-privadas, atrayendo inversión. Es decir, todo lo que llevó a Chile a ser admirado en toda América Latina. Pero para que haya inversión lo primero es garantizar la seguridad y el orden público. En los sectores rurales se está imponiendo la ley del Far West y estamos con un problema de inmigración ilegal descontrolada. Bienvenidos los inmigrantes, los necesitamos, pero con papeles, con visa de trabajo.
Durante décadas Chile se jactó de ser una isla de probidad en el continente. Pero todo indica que la corrupción es más profunda y generalizada de lo que el país creía.
Los casos que hemos conocido son gravísimos, pero no podemos caer en la generalización. Hay buenos empresarios y malos empresarios, hay buenos políticos y malos políticos, hay buenos policías y malos policías. Corruptos hay en el sector privado y en el sector público, y este es un problema transversal que no distingue color político. Vamos a ver cómo evolucionan judicialmente estos casos, pero quiero ser muy claro: nadie, absolutamente nadie puede estar por sobre la ley. Los delitos “de cuello y corbata” son mucho más graves que el de una persona que se roba una gallina en el campo, porque dañan la confianza en el sistema. Por eso se debe sancionar con el máximo rigor a todo aquel que se desvíe de la probidad. Y si bien en esta materia creo que aún estamos mejor que muchos países de la región, la corrupción hay que atajarla ahora. El fiscal y las instituciones tienen que funcionar… el resto es música.
“Nuestra ventaja no es ‘cuánto producimos’, sino que ‘cómo producimos’. Debemos demostrar que somos más confiables que otros países.”
¿Es optimista frente al futuro?
Absolutamente. Debemos ser capaces de reconstruir las confianzas entre el sector público y los privados para poner en marcha la economía. Y en materia política, creo que es fundamental crear un gran bloque, una gran concertación de partidos de centroderecha, que crean en la libertad, en la democracia, en el libre mercado y el emprendimiento. Yo soy de centroderecha, por supuesto me gustaría que gobernara mi sector; pero si esto no ocurre, bueno, que gobierne una centroizquierda moderada. El país ya aplicó esta fórmula y le fue excelente. Hay que salir de la polarización de una buena vez. ¡Cómo es posible que reneguemos de los mejores años de Chile!
Volvamos al agro. Muchas empresas del sector han quebrado y por otra parte vemos fusiones y la irrupción de grandes fondos de inversión internacionales. ¿Cómo analiza este fenómeno?
Se fusionan los supermercados, se fusiona la banca, se fusionan las industrias… hay una tendencia a la economía de escala y la agricultura no es la excepción. Efectivamente los fondos de inversión han entrado muy fuerte, lo hemos visto en David Del Curto, en Unifrutti, en Río King, en Subsole, Dole Total Produce compra distribuidores, en fin. Llegan a refugiarse en la tierra y en los alimentos, porque el mundo va a demandar un 50% más de alimentos, y la tierra, como bien escaso, tiene una gran plusvalía.
¿Pero, cómo lo ve? ¿Le preocupa?
Vamos a ver cómo termina esto. Hasta ahora la agricultura había estado administrada principalmente por familias, por personas que conocen muy bien la tierra; pero, por otra parte, ha entrado muy fuerte la tecnología, la innovación y la actividad agrícola se ha globalizado. Hoy la gestión es fundamental, y es cierto que a las grandes corporaciones les cuesta menos cumplir con las exigencias de sustentabilidad, buenas prácticas agrícolas, buenas prácticas laborales, trazabilidad, inocuidad, etc. Entonces, más que oponerse a estas inversiones lo que debemos hacer es impulsar a los chicos, que son el 98% de los agricultores del país. Y eso se logra con asociatividad, en cualquiera de sus formas. Para competir debemos ser capaces de romper el individualismo. Asociarse o morir es el lema.
¿Usted vendería Wapri a un fondo de inversión?
Imposible, Wapri ha sido el proyecto de mi vida.
Por último, Antonio, ¿Chile recuperará el liderazgo?
Chile tiene que recuperar el liderazgo. Chile puede recuperar el liderazgo. La buena noticia es que depende solo de nosotros. Podemos adaptarnos al cambio climático y mitigar sus efectos, podemos crear alianzas público-privadas, podemos soltar las amarras y terminar con la permisología, podemos mejorar nuestra productividad, podemos dejar de lado el individualismo y trabajar unidos. En fruticultura tenemos la mejor carta de presentación, atributos inigualables, como sabor, calidad, condición y sustentabilidad… ahora pongámosle agua y vas a ver cómo despegamos.