La improvisada entrevista tiene lugar en San Francisco de Mostazal, Chile, en el marco de un importante congreso sectorial. Fernando calcula que, fácil, son 100 o más las ocasiones en que ha pisado estas tierras australes, lo que le ha valido forjar una relación estrecha con los principales referentes de la agroindustria chilena.
Político, empresario, comunicador, Fernando Cillóniz irradia liderazgo. En los salones del Centro de Conferencias Monticello se mueve con soltura. Lo buscan, se le acercan, le piden fotos. Él, siempre amable y sonriente, se siente a sus anchas, respetado, quizás tanto como en Lima, Piura o en su querida Ica, de la cual fue gobernador entre 2015 y 2018. “Hay mucha inversión chilena en el Perú, conozco a muchos empresarios con quienes hemos hecho una gran amistad y, siempre lo digo: esta historia de éxito que es la agricultura exportadora del Perú se la debemos en gran medida a Chile”, nos dice al calor de un café cargado, durante el largo break que nos concede previo a su ponencia sobre las claves de la estrategia hídrica peruana.
Más tarde, desde el estrado reiteraría su admiración por el proceso que llevó a Chile a convertirse en un país líder en Latinoamérica. No son lisonjas para congraciarse con el anfitrión, en absoluto, sino que el reconocimiento genuino a un modelo que, en opinión de Cillóniz, debió seguir todo el continente.
Franco, directo, polemista avezado, agroindustrial atípico, Fernando Cillóniz es ante todo un animal político, el zoon politicon que acuñó Aristóteles para describir la incontenible pulsión humana por actuar en la esfera pública e incidir en el devenir de la sociedad.
Siendo estudiante de ingeniería, en 1969 le tocó vivir los aciagos días de la reforma agraria de Velasco Alvarado, suceso que lo marcaría a fuego y terminaría por fijar su posición ideológica. “Todo se vino abajo, fue el colapso de la agricultura empresarial en el Perú, que por aquel entonces era principalmente algodón y caña de azúcar”.
Fernando José Cillóniz Benavides vino al mundo en 1950 y hasta los 17 años vivió en Chincha, hermosa localidad coloreada por la tradición afroperuana, ubicada a 200 kilómetros al sur de Lima. Hijo de un connotado agroindustrial algodonero, disfrutó de una infancia soñada, compartiendo con los hijos de los pobladores y trabajadores del campo familiar, en un ambiente de integración y fraternidad que recuerda con nostalgia.
“Fueron años maravillosos, donde no había espacio para el clasismo, el racismo ni la discriminación… simplemente éramos niños, jugando, divirtiéndonos”.
Su ingreso a la universidad lo llevaría a Lima, sin embargo -asegura- jamás dejaría de retornar a los viejos afectos de Chincha.
Y cayó la noche. La temprana muerte de su padre (don Augusto), el golpe de Velasco, el dolor y la barbarie. Su madre (Ángela Benavides) viuda y con 11 hijos que mantener, debió hacer frente a los estragos de la intromisión militar en el agro peruano. “Le quitaron las tierras, ella luchó mucho y de 5.000 hectáreas pudo rescatar apenas 100, además de la famosa Casa Hacienda San José. Fue estremecedor verla tratando de salir adelante… y vaya que lo logró”.
Con el título de ingeniero en economía y un MBA en la escuela de graduados de Wharton (EE.UU), Fernando se sumergió largos años en el mundo empresarial, en un ir y venir entre la agroindustria y el sector minero. Hasta que en 2014, en medio del Mundial de Fútbol, la política tocaría su puerta. Esa inesperada llamada telefónica de Keiko Fujimori, presidenta de Fuerza Popular, marcaría el comienzo de su carrera política. “Yo, futbolero empedernido, lo único que quería era ver el Mundial y Keiko me dice quiero que seas candidato a gobernador regional de Ica. Fue muy sorpresivo, no tenía experiencia ni afiliación política alguna”.
Sin embargo no solo aceptaste, sino que ganaste.
La verdad yo no necesitaba intervenir en política, para nada, pero luego pensé ¿por qué no? En Perú tenemos un historiador enorme llamado Jorge Basadre, tacneño. Y él habla de que hay tres tipos de peruanos perniciosos: los podridos, refiriéndose a los corruptos; los incendiados, es decir los vándalos y los terroristas; y los congelados, aquellos peruanos acomodados que no quieren asumir ninguna responsabilidad. Entonces, cuando me llamó Keiko, si le decía que no me iba a sentir congelado.
¿Y qué tal la experiencia?
Apasionante. Yo no sabía lo que era servir a la gente pobre desde el Estado y se pueden hacer cosas extraordinarias, por ejemplo, mejorando los servicios, la salud pública, la educación de los niños. Realmente es fantástico.
“Siempre lo digo: esta historia de éxito que es la agricultura exportadora del Perú se la debemos en gran medida a Chile.”
La corrupción es un flagelo que ha afectado de manera muy dura al Perú. ¿Cómo viviste esa situación desde dentro del Estado?
No voy a negarlo, la corrupción es bravísima. Realmente, los sobornos, los abusos, los aprovechamientos, las extorsiones que uno ve dentro del Estado son atroces. Sin embargo, cuando tienes el alma limpia producto de la educación y el ejemplo familiar, como fue mi caso, puedes rechazar las oportunidades de corrupción, que abundan. Desde “dame esta obra y te doy el 10%”, y ese 10% es una millonada… Todo eso sucede en el Estado con mucha regularidad y como algo muy normal, pero te aseguro que se puede rechazar y combatir.
Y le agarraste el gustito a la política, porque has seguido muy activo en la esfera pública, incluso con aspiraciones presidenciales.
Te soy franco, en 2018, cuando completé mi periodo como gobernador, yo pensé que se terminaba mi vida política y regresaba al campo con la conciencia tranquila de haber servido al país. Pero me equivoqué, porque los políticos me han seguido llamando y bueno, soy materia dispuesta. No milito en ningún partido, pero estoy para servir en la medida que sea requerido.
Luego de aquella candidatura fallida de 2021, ¿te ves como carta presidencial de cara al 2026?
Desde el punto de vista de la capacidad yo creo que sí, sabiendo que en realidad el trabajo lo hace la gente. En Ica a mí me atribuyen mucho el haber resuelto el problema de la corrupción en salud, pero mi único mérito fue llamar a buenos profesionales. Yo de salud pública nunca supe nada, el cambio lo hizo un grupo de 20 gerentes públicos estupendos, ninguno de los cuales era conocido mío. Yo evalué y ellos hicieron la revolución. Entonces, yo creo que a mi país le hace falta un equipo altamente profesional, de gente honesta, que esté dispuesta a servir y no a servirse de la población. En esas condiciones yo sí estoy disponible para asumir una nueva candidatura presidencial.
APERTURA Y DESPEGUE
Admirador de Churchill y amante de los deportes, Fernando Cillóniz exhibe una energía y vitalidad que desafían los 73 años que indica su cédula. Asegura que puede caminar durante tres horas seguidas, y al tiempo que pavimenta su camino a la Casa de Pizarro se ocupa de conducir personalmente sus empresas, como Agritac, con la cual produce uva de mesa y uva pisquera en el distrito de Humay, región de Ica. Además, es un activo columnista en medios y preside Informacción, consultora que realiza investigación de mercados para el agro y la minería. En Agritac su mano derecha es su hijo Cristóbal, mientras que Benjamín gerencia Safco Perú, exportadora del grupo Río King, de capitales chilenos. “Me produce mucha felicidad que empresarios chilenos se hayan atrevido a invertir en el agro peruano. Hoy, una parte sustancial de nuestras exportaciones agroindustriales es producida por empresas chilenas, y por supuesto se exporta al mundo como fruta peruana”.
La apertura y la inversión extranjera definitivamente han sido claves para el despegue peruano.
Pero absolutamente. Perú se abrió al mundo allá por los años 90, siguiendo el exitosísimo modelo chileno, somos un copiar-pegar de su política comercial. Sin embargo nuestro sector agrícola tardó un poco más, seguramente por la carga emocional que traía. Veníamos de la legislación catastrófica de la reforma agraria, “la tierra para quien la trabaja” y todo eso. Se prohibía la inversión empresarial en el sector. Entonces, había que ver para creer, si era cierto esto de la apertura, el respeto a los contratos, a las inversiones. Y bueno, efectivamente pasó el tiempo y el Perú fue convenciendo no solo a inversionistas chilenos, sino que de todo el mundo. Hoy día la agricultura peruana es un espacio de inversión mundial: hay capitales europeos, argentinos, brasileños, asiáticos, y por supuesto chilenos.
Tú, como empresario peruano, ¿siempre fuiste partidario de la apertura? ¿No temiste la competencia?
Temor sí tuve, porque en Perú fuimos educados de manera acomplejada. Que Estados Unidos es tan perfecto y nosotros tan mediocres, que con Japón no se puede competir, que los japoneses son tan brillantes y los peruanos somos tan ignorantes, que los europeos nos superan en todo, en fin, nos educaron así, con ese complejo de inferioridad que yo tanto critico hoy en día. Pero el proteccionismo en este país fue tan pernicioso, que yo concluí que, ni modo, a competir con los mejores.
Y mal no les fue.
La realidad nos sorprendió más rápido de lo esperado. Somos mucho más competitivos de lo que nosotros mismos imaginamos, y sobre todo en el sector agrícola. Cuando se abrió el Perú yo dije, bueno, pues se acabó la agricultura peruana, comeremos naranjas californianas y fruta asiática y europea, y resultó todo lo contrario. Demostramos ser más competitivos que ellos, ayudados por supuesto por la contraestación. Pero ojo, a la hora de ver los números de costos y ventas, nosotros somos tanto o más competitivos que los californianos, españoles, israelíes y demás.
¿Qué tuvo que pasar en el Perú para que se produjera este cambio?
La política fue lo que gatilló esta historia de éxito extraordinaria a partir de los años 90 y 2000. Nadie espera que los políticos cultiven o produzcan algo, pero sí que ofrezcan un marco normativo que favorezca el desarrollo. El clima siempre existió, el desierto costero y las lluvias en la sierra siempre existieron, pero así como la política hizo que el campo fuese un factor de empobrecimiento en los 70, fue determinante para que se convirtiera en un factor de enriquecimiento masivo a partir de la década del 90. Y lo único que hizo la política fue estimular la inversión. Hoy nuestra tributación es clara y sencilla: 15% de impuesto a la renta, más un 18% de impuesto general a las ventas (IVA de Chile), que en el caso de las exportaciones se reintegra.
Pero no todo es inversión. También se requería capital humano, competencias técnicas y profesionales que permitieran traducir esa inversión en desarrollo.
Bueno, ahí el gran aliado fue Chile. No teníamos nada. Ni siquiera la Universidad Nacional Agraria estaba en buen pie. El origen de esta historia de éxito, repito, tiene mucho que ver con Chile, con el conocimiento chileno, la generosidad chilena, el amor chileno para compartir todas sus experiencias. Los proveedores chilenos también jugaron un rol clave. Nosotros no teníamos siquiera cajas para embalar las frutas ni jabas para cosechar, mucho menos maquinaria. Ha pasado el tiempo y hoy sí tenemos universidades muy alineadas con los requerimientos del sector, y una agroindustria hecha y derecha, exitosa, que compite de igual a igual con las mejores agriculturas del mundo.
“Cuando se abrió el Perú yo dije, bueno, pues se acabó la agricultura peruana, comeremos naranjas californianas y fruta asiática y europea, y resultó todo lo contrario.”
Por otra parte, da la impresión que Perú ha sabido aprovechar los avances tecnológicos como ningún otro país de la región.
Cuando nosotros quisimos imitar a Chile nos dijeron, uva no, no podrán jamás, la uva es de climas templados, como California, Chile, Israel. No es un cultivo tropical o subtropical. Por lo tanto, Ica no calificaba para uva de mesa, y mucho menos Piura. Sin embargo, la genética, el manejo, la tecnología permitieron que en Ica y más al norte se pudiese cultivar esta fruta, y con muy buenos resultados. Pero aún más sorprendente fue el arándano, porque las empresas arandaneras chilenas estaban en la zona sur, por las famosas horas de frío. De hecho, todas incluían en su nombre la palabra “austral”. Y en el hemisferio norte la producción se desarrollaba en lugares como Michigan y Canadá. Perú no tenía ninguna posibilidad. Hasta que la Universidad de Florida lanzó al mercado variedades que no requerían horas de frío, como Biloxi y posteriormente Ventura, cambiando para siempre la configuración del mercado mundial del arándano.
“Perú va a seguir creciendo, por lo menos por 3 o 4 años más, estamos embalados.”
SEGUIR CRECIENDO
En menos de una década, los avances tecnológicos catapultaron al Perú a la cima del mercado mundial de frutas. Es como si de pronto los astros se hubieran alineado sobre sus valles. Gracias a las variedades modernas, hoy el arándano se produce en La Libertad, Lambayeque, Lima, Ica, Áncash y Piura, entre otras regiones, donde la temperatura no baja de los 12ºC. Y en uva, pueden podar entre mayo y junio para llegar al mercado americano el 24 de diciembre, un sueño para cualquier viticultor. Las cifras peruanas impresionan. En los últimos siete años el país incaico ha crecido a un ritmo de 25 mil hectáreas tecnificadas por año, con un aumento de las exportaciones frutícolas del orden de los US$ 1.000 a US$ 1.500 millones cada temporada. Al cierre de esta edición, para 2023 y a pesar de los embates de El Niño, se proyectaban entre US$ 10 mil y US$ 12 mil millones. “Para que se entienda, esto significa convertir agricultura precaria en súper agricultura”, subraya Cillóniz, orgulloso de los logros de su país, y asegura que el envión está lejos de terminar. “Perú va a seguir creciendo, por lo menos por 3 o 4 años más, estamos embalados, la realidad definitivamente superó al sueño”.
Por supuesto, no todo es producto de la genética. Otro de los factores que explican el éxito peruano es el agua. “Para empezar tenemos la gran ventaja de que en la costa peruana no llueve, entonces hoy manejamos este recurso a voluntad. Sabemos cuándo abrir la válvula y cuándo cerrarla, es más, lo hace una computadora”, comenta Fernando, para graficar los enormes avances en gestión y eficiencia hídrica que han significado grandes inversiones en infraestructura, donde la obra más emblemática es Chavimochic.
Con dos etapas construidas y pronto a iniciarse la tercera, este monumental sistema de irrigación deriva las aguas del caudaloso río Santa, regando una superficie de más de 144 mil hectáreas en la costa de La Libertad (norte del Perú), de las cuales 66 mil se han ganado al desierto.
Pero más allá de la importancia de los grandes sistemas de trasvase, como Chavimochic, u Olmos en Lambayeque, Cillóniz también releva el impacto que ha tenido la construcción de reservorios. “Yo tengo un lema propio: no hay reservorio malo”.
¿Perú posee potencial para consolidar el suministro hídrico de su agroindustria y proyectar su crecimiento futuro?
Sin lugar a dudas, pero el agua de lluvia tenemos que guardarla, ojalá arriba en los Andes para que toda la cuenca se favorezca. Pero si el reservorio no se hace arriba, habrá que hacerlo en el medio, y si no, bueno, se hará abajo. La mayoría de los agricultores del Perú, los empresarios, tenemos reservorios propios. Es decir, toda agua sobrante que lleva el río la derivamos a nuestros reservorios, simplemente para evitar que se pierda, y aún así estamos botando mucha agua dulce al mar, lo que quiere decir que tenemos todavía una enorme capacidad de afianzamiento hídrico.
“Yo no tengo problema con ningún tipo de inversión extranjera en tanto se sometan a las leyes peruanas y generen desarrollo.”
Las lluvias cada vez son más intensas en períodos cortos de tiempo. ¿Qué desafíos plantea esta nueva realidad?
Con mayor razón tenemos que hacer más reservorios. Y, ojo, reservorio no solo es una presa, sino que también los bosques. Hay que reforestar toda la serranía, para que sea una enorme esponja natural que retenga el agua de lluvia. Eso va a sustituir a los nevados, ya que con mucha pena veo que los glaciares se están perdiendo, no solo en el polo sino que también en la cordillera. El bosque es un gran almacenador de agua, que va liberando de manera gradual en un ciclo natural maravilloso.
El modelo de desarrollo del Perú también considera el desarrollo portuario, y ahí tenemos el megapuerto de Chancay, con capitales chinos. ¿Qué te parece la creciente inversión china en áreas estratégicas del país?
Yo no tengo problema con ningún tipo de inversión extranjera en tanto se sometan a las leyes peruanas y generen desarrollo.
¿No hay un riesgo de dependencia o pérdida de soberanía?
Mira, lo mismo se dijo de LAN en su momento y hoy todos viajamos felices en LAN. Lo mismo se dijo de las empresas eléctricas y de telefonía y los peruanos estamos muy bien conectados. Repito, en la medida que se sometan a las leyes peruanas y no se conviertan en monopolios, todo bien.
Aparte de Chancay, va a seguir Callao, va a seguir Pisco, va a seguir Paita… los exportadores vamos a tener varias opciones. De todas maneras, habrá que tener cuidado. A mí lo que no me gusta mucho es que son empresas chinas estatales, entonces responden a directivas políticas, y bueno, China es la China, ¿no? Pero, ni modo. En el Perú hay varias empresas mineras chinas, estatales, y hasta ahora se han portando muy bien.
¿Cómo ves el futuro de Perú y Chile, en esta relación de competencia y complementariedad entre los dos principales proveedores de fruta del continente?
Así, tal como lo dices: un futuro de competencia y complementariedad. Claro, si Chile renunciara a la uva de mesa, Perú celebraría porque estaría solo en el mercado. Pero, por otra parte, mostrarnos juntos como proveedores de contraestación es muy potente. Es más, las inversiones chilenas en el agro peruano tienen mucho que ver con esta visión de complementariedad. Perú produce uva temprana, Chile uva tardía, por lo tanto somos proveedores aliados. De cualquier manera, mi mensaje a los productores chilenos es que sigan invirtiendo en la agricultura peruana. Nosotros felices de tenerlos en casa.
Para cerrar, Fernando, en materia política, ¿qué esperas para el Perú?
Que desde el Estado se retome el fomento a las inversiones. En los últimos cinco años la política corrupta ha empobrecido al peruano y eso me parece un descaro moral. Hemos retrocedido. Se ha sido tremendamente permisivo con chantajistas profesionales que extorsionan a las empresas bloqueando carreteras. Por supuesto que hay que velar por la dignidad de los trabajadores y la gente pobre, pero el que más maltrata a la gente pobre en mi país es el Estado.
EN LA FINAL DE AMÉRICA
Hace casi 52 años, en un Estadio Nacional de Lima abarrotado, Universitario de Deportes se convirtió en el primer y único club peruano en disputar una final de Copa Libertadores de América.
Era un plantel plagado de estrellas: Chumpitaz, Ballesteros, Techera, “Cachito” Ramírez, Percy Rojas, Héctor Bailetti… y en la banca, una joven promesa: Fernando José Cillóniz. “Era puntero izquierdo, jugaba bastante bien y tuve la dicha de ser contratado por la U en su mejor momento histórico. No fui titular, pero de todas maneras fue una experiencia fantástica, inolvidable”.
Universitario terminaría perdiendo esa final frente a Independiente de Argentina y, tiempo después, Fernando se vio enfrentado a una disyuntiva que resultó inevitable. “A veces faltaba a los entrenamientos porque se cruzaban con mis clases de ingeniería, y un día don Roberto Scarone (DT) me dijo que debía tomar una decisión… Opté por los estudios”.