Cada semana, el adolescente le preguntaba a su madre si iba a invitar a alguien a comer el viernes o sábado. La miraba fijamente, ponía las cejas como un tejado, esperando la respuesta con una sonrisa encantadora. La madre lo miraba de costado, pretendiendo indiferencia, aguantándose la risa, y le decía que no, que esta vez no iba a invitar a nadie. La cocina era el lugar preferido de ambos, madre e hijo, María Jesús y Augusto adoraban cocinar juntos. Al final, María Jesús siempre terminaba invitando a alguien, y hacía como si se dejase convencer por los ojos soñadores y la sonrisa pícara de su hijo, porque a ella le encantaba invitar amigos a la casa, ¡cómo no!
Cuando se encontraba finalizando los estudios de secundaria, Augusto no tenía idea de qué haría a continuación. Quizás llevado por las convenciones sociales, decidió estudiar una carrera que no escapaba de lo tradicional. “La arquitectura me pareció algo factible, tenía un lado estético que me atraía, pero al poco tiempo, cuando ya la estudiaba en la universidad, sentí que chocaba contra una pared. Entonces decidí salirme de la UPC y postular a la San Ignacio para estudiar economía, y para sorpresa de todos, ¡ingresé en cuarto lugar! Era un chico que no tenía nada claro, nada me emocionaba realmente, nada me comprometía, nada me apasionaba, todo lo hacía con mucha apatía…”, dice Augusto Baertl Espinoza, sentado a la mesa de la terraza de su restaurante Tragaluz, a pocos metros del malecón de Miraflores, gran balcón natural de Lima.
¿Qué se iba a imaginar, en esas épocas universitarias, que años más tarde se convertiría en el gerente general de una las empresas peruanas más importantes nacidas en los inicios del llamado boom agroexportador? Al poco tiempo, se volvió a cambiar de carrera; esta vez eligió administración, pero tampoco resultó. Decidió entonces tomar el toro por las astas y hablar con su padre, el reconocido empresario minero Augusto Baertl Montori. –Dejemos de gastar plata por las puras –le dijo con toda la sinceridad que le fue posible–. No me interesa la universidad, esa es la verdad.
La costa peruana es la estrella de la producción frutícola en el mundo”.
Su padre se cogió la barbilla y su mirada se perdió por unos segundos en la alfombra de la sala. Luego miró fijamente a su hijo.
–Ok, pero entonces vas a trabajar –respondió el señor Baertl Montori, escuetamente.
–Ok.
Así fue como Augusto empezó a trabajar en un hotel de cuatro estrellas.
La noche empieza y ha venido un mozo a encender unas lamparillas, que consiguen iluminar su mirada afilada. Da la impresión de que nada se le escapa. Me sigue contando su historia: “En el hotel trabajé unos meses, hice de todo, tendía camas, atendía en recepción, en el restaurante… ¿Sabes qué?, creo que trabajar ahí me dio carácter, tenía que cumplir un horario estricto, me dio orden; me permitió pensar y pensar en qué diablos haría en el futuro”.
¿Dónde estaría su vocación? ¿En el taller de teatro donde estudió el verano en que decidió dejar la universidad? No, el teatro no era lo que quería realmente; Augusto solo experimentaba, lo veía como un espacio terapéutico para explorar sus emociones, pero en el fondo sabía que no era lo suyo. ¿Y qué era lo suyo, entonces?
Una noche, en una cena en casa de sus padres, cocinando junto a su madre, riendo con ella, se dijo a sí mismo que cocinar era lo que le gustaba, lo que le apasionaba, ¡cómo no se había dado cuenta antes!
Fueron tres años los que vivió en París, mientras estudiaba en la École de Cuisine de Le Cordon Bleu. Tenía veinte. Unos pocos años antes, en 1997, su padre había decidido crear Agrícola Chapi. La ley de promoción agraria dada durante la década del 90, animó a grandes empresarios, muchos de ellos mineros, a incursionar en la agroexportación, como Ricardo Briceño, quien se asoció con el productor Rafael Ibarguren para crear Agrícola Don Ricardo, en Ica. Agrícola Chapi también inició sus operaciones en Ica, con espárragos, para luego pasar a la uva y la palta. Augusto veía el negocio de su padre como algo ajeno a él, a pesar de que a partir de los dieciocho años empezó a asistir a algunos directorios de la empresa, “como un turista”, según sus palabras.
Al regresar de Francia, fundó Tragaluz, “quería seguir mi propio camino”, y su padre fue muy severo y muy crítico respecto a su performance como gerente de restaurante. “Mi padre siempre estuvo a mi lado, tomándome examen, dándome consejos sobre cómo manejar un negocio; hablábamos de estados financieros, de la generación de información pertinente, de estrategias para tomar decisiones adecuadas, fue un coach para mí”, recuerda. “Alrededor de 2018, yo me empecé a acercar a la empresa, mi papá me empezó a pedir que me metiera más en el negocio agroindustrial, y yo empecé a interesarme cada vez más… Y bueno, ahora estoy dando una entrevista para una revista de agroexportación… En todo caso, reencontrarme con mi padre en el ámbito profesional, ha sido una de las experiencias más lindas de mi vida”.
LA INCERTIDUMBRE ES LA NORMA
¿Qué es lo que más te gusta de este negocio agrícola?
A mí me interesan todos los negocios cuando se hacen con pasión y dedicación, los terminas amando.
¿Influye la adrenalina de hacer dinero?
No, el tema no es el dinero, sino la gestión de personas, de liderar un equipo, con el objetivo de lograr que una institución trascienda a nosotros. Mi pasión por servir, por atender en un restaurante, la veo muy cercana con lo que hago hoy en día, que es liderar un equipo que busca sobresalir en esta industria. Por supuesto que el generar una rentabilidad es el fin y es muy importante, pero eso no es posible sostenidamente sin lo anterior.
Hablas casi como un político.
(Ríe) Esa es la manera de hacer negocios que he aprendido; de chico yo veía que mi papá y su hermano hacían minería, y me contaban las historias de mi abuelo haciendo minería; no solo se preocupaban por la rentabilidad de la compañía, sino también del entorno social; la alianza entre la empresa, sociedad y el Estado, es algo que he escuchado desde muy pequeño. No puedes hacer empresa mirando solo de puertas hacia dentro.
A mí me interesan todos los negocios cuando se hacen con pasión y dedicación, los terminas amando”.
¿Esto es con fines altruistas?
Se trata de fines prácticos; si uno gestiona un negocio, una empresa a espaldas de su entorno, se dará indefectiblemente una asimetría que hará peligrar la sostenibilidad de la empresa a largo plazo. Al final, cuando uno da algo bueno al universo, el universo te lo regresa con creces.
¿Qué fue lo más difícil de incursionar en este sector?
Al inicio, cuando asumí la posición de gerente general, no me sentía con la autoridad de haberme ganado el puesto. Pero a punta de esfuerzo y dedicación, eso cambió. Uno tiene la opción de actuar lejos del campo, o puedes ir todas las semanas a las operaciones a ensuciarte las botas. Yo tomé la segunda opción, quería sentir de primera mano la realidad del núcleo productivo de la compañía, tomar contacto personal con cada uno del equipo, realmente entender qué viven en el día a día, cuáles son sus retos, sus dificultades, no solo en lo laboral sino también en lo personal, para así convertirme en su facilitador, como su líder. Así como me pareció trascendental entender y luego comprender al equipo de un restaurante.
Hace poco Benjamín Cillóniz me dijo en una entrevista que “es bien difícil impulsar una industria que medio Perú detesta”. ¿Qué piensas de eso?
No sé si “medio Perú”, puedo no estar de acuerdo con la proporción, pero definitivamente hay un sector que es muy crítico a esta industria. Lo que sucede es que las empresas que sí se esfuerzan en hacer las cosas bien, se han dedicado a guardar silencio en el tiempo, y no han buscado unir fuerzas entre ellas para contar lo que están haciendo y lo que planean lograr. Por supuesto que hay empresas que no hacen las cosas bien, hay informales, ilegales, no se cumplen derechos laborales, por supuesto, pero la mayoría de las empresas se esfuerzan en el día a día por dar mejores condiciones a sus equipos.
Recientemente, el presidente del Banco Central de Reserva del Perú, Julio Velarde, dijo a la prensa que “es un año muy malo para la agricultura, el peor de los últimos 26 años y puede ser peor”.
Estamos en un momento crítico, pero no solo por este año; se trata del cúmulo de cuatro años malos, donde ha habido pandemia, cierre de puertos, sobrecostos en los fletes, en los insumos, paros de carreteras todos los años, inestabilidad política y legislativa, y eso hace que nuestras campañas sean retadoras en muchos aspectos. El Perú vive hoy una incertidumbre muy delicada, y eso es lo que se le tiene que reclamar a la clase política; sin reglas claras, a mediano y largo plazo, no se puede hacer empresa. Pero a pesar de todo esto, hay empresarios que seguimos apostando y dando la cara por el país, con el objetivo de sacar adelante esta industria. Ya mencioné la alianza empresa y sociedad, pero también necesitamos que el Estado participe de una manera activa.
Perú es el primer exportador de uva de mesa en el mundo, pero el presidente de Provid, Manuel Yzaga, ha dicho que no podemos dormirnos en los laureles…
Yo diría que no solo somos los primeros en uva, somos la estrella de la producción frutícola en el mundo; la costa peruana es la estrella, la estrella… ¿Dónde puedes conseguir la mayor cantidad de kilos por hectárea en el mundo? En la costa peruana. ¿Dónde la mejor calidad? En la costa peruana… Mucha gente dice que nos quedamos sin agua, que no tenemos agua, que es el fin del mundo. Por supuesto que hay un estrés hídrico en el mundo entero por un calentamiento global. Pero Perú es el octavo país con más recurso hídrico en el mundo; lo que necesitamos son más proyectos de irrigación como Olmos, Majes o Chavimochic. Agua no nos falta, pero se tiene que manejar correctamente. Se necesitan reglas claras y decisión política para que este tipo de proyectos se activen y podamos mantenernos como los primeros agroexportadores en el mundo.
El Perú vive hoy una incertidumbre muy delicada, y eso es lo que se le tiene que reclamar a la clase política; sin reglas claras no se puede hacer empresa”.
UVA: PERÚ VS CHILE
¿Cuál es tu diagnóstico de la uva peruana?
Hace 10 años, Perú exportaba menos de 20 millones de cajas, y Chile 100, aproximadamente. Hoy, Perú exportará más de 70 millones de cajas, y Chile tal vez menos de 60…
Perú le ha ganado a Chile…
Sí, les hemos…
En volumen, ¿pero también en calidad?
Por supuesto que sí. Pero, ¿qué es lo que pasa? La industria frutícola en el mundo se viene sofisticando cada vez más con el excelente trabajo de mejoramiento genético que se hace. Hoy en día hablar de fruta sin genética, no es posible. Esto genera un ecosistema en el cual nos enfrenta a todos con la necesidad de un recambio varietal. En esta realidad debemos entender que Perú tiene una gran ventaja. ¿Por qué? Luego de instalar una planta de uva u otros cultivos, en Chile te demoras de dos a tres años en ver la primera cosecha; igual en California, en España, en Italia, en Sudáfrica, en Australia, de dos a tres años… ¡Pero en Perú solo 15 meses! Eso nos ha dado una gran competitividad para poder hacer el recambio varietal. ¡Imagínate! Mirar tu campo y tomar la difícil decisión de tener que matarlo, es muy duro.
Con tanto volumen, ¿la uva se va a empezar a comoditizar, los precios van a bajar, los mercados se van a inundar?
Los precios ya han bajado, pero es lo normal, es el ciclo del negocio, se trata de oferta y demanda. Pero este año estamos ante una próxima campaña de uva peruana con una expectativa de muy buenos precios. ¿Por qué? Porque hay menos uva. ¿Por qué? Porque Piura está impactada por el Niño Costero del año pasado, porque California acaba de sufrir los embates de un huracán y tiene 50% menos de uva; va a haber menos uva, por lo que el precio va a subir. En todo caso, los productores debemos enfocarnos en ser más eficientes en nuestros costos y ser altamente productivos. El precio no lo decidimos nosotros…
Nos falta un gobierno que tenga la decisión política de apoyar a este sector que es multiplicador de mano de obra”.
¿Cuáles son los planes a futuro de Chapi? ¿Van a llegar Japón con uvas y paltas?
En relación a la expansión o apertura de nuevos mercados, hay que decir que el Estado peruano ha hecho un excelente trabajo en los últimos 20 años, de la mano de Senasa, de Agap, del Ministerio de Relaciones Exteriores, de distintas instituciones estatales. Para abrir mercados se requiere de protocolos sanitarios, tratados bilaterales, y para eso es necesaria una decisión política firme desde el Poder Ejecutivo, que tenga como objetivo apoyar al sector empresarial. Ese ha sido otro factor importante para el llamado boom de la agroindustria peruana. Pero no solo se necesita del Estado para abrir mercados, también para habilitar zonas urbanas que puedan acompañar el crecimiento de las ciudades en las zonas de influencia de la agroindustria. Por ejemplo, el crecimiento económico y demográfico en Ica en los últimos 20 años es impresionante, pero mucha gente ha tenido que comprar sus casas de la mano de traficantes de terreno; es tarea del Estado liderar un desarrollo urbano formal, dotarla de agua, desagüe y luz. Entonces, claro, una persona que vive en un terreno comprado a un traficante de tierras, que no tiene agua ni electricidad, que todos los días se despierta a las cuatro o cinco de la mañana para ir a trabajar, que cuando llega al fundo donde trabaja encuentra todo verde y lleno de frutas, es inevitable que se cargue de estrés y frustración. ¡Imagínate ese contraste de vida todos los días! Llegas a tu casa de trabajar en un espectacular fundo y no tienes cómo lavarte las manos y la cara, y tienes que comprar el agua más cara del planeta de un camión cisterna que te la vende por baldes. ¿Es responsabilidad del privado resolverlo? No, pero sí es responsabilidad del empresario hacer una gestión activa para que el tema se resuelva, ya sea por el gobierno central o regional. Eso es lo que estamos haciendo hoy: conversar estos temas, sacarlos a la luz. El empresario solo no puede, necesita del Estado, de la sociedad en su conjunto. Además de facilitar leyes que abran los mercados, el Estado debe crear infraestructuras, carreteras, puertos, zonas urbanas para que la sociedad se pueda desarrollar dignamente. Nos falta un gobierno que tenga la decisión política de apoyar a este sector que es multiplicador de mano de obra.
Entonces, ¿Chapi llegará a Japón con uvas y paltas?
Con palta ya lo hacemos, pero con uva todavía no hemos llegado; estamos pensando hacerlo esta siguiente temporada. Recientemente Japón se ha abierto para la uva peruana, Rapel acaba de mandar el primer contenedor a ese país.