Cerezas Australes: Desde la Patagonia al mundo
REPORTAJE

Cerezas Australes: Desde la Patagonia al mundo

Condiciones climáticas particulares se combinan para dar vida a un producto que destaca por su dulzor, crocancia y calibre. Conocidas como “frutos de la luz”, son las cerezas que se producen más al sur del planeta y las más tardías del hemisferio. Pero no todo es tan dulce como su sabor, ya que sus productores -chilenos y argentinos- enfrentan varios desafíos.


Por Claudia Carranza Coron

El segundo mayor lago de América del Sur recibe el nombre de General Carrera o Buenos Aires, dependiendo si nos encontramos en suelo chileno o argentino. Chelenko es como lo conocían los tehuelches, habitantes originarios de la zona. Pero más allá de las diferentes denominaciones que recibe, hay algo que no cambia: la particular cereza que se produce en su cuenca… la cereza más austral del mundo. Y es que cultivada a la altura del paralelo 46° sur, esta fruta de la Patagonia es reconocida por su dulzor, color, crocancia, gran calibre. En definitiva, una excelente “eating quality”.

Producirla no es fácil. Las inclemencias del tiempo, las mismas que le dan su particular sello, es solo uno de los obstáculos que deben enfrentar quienes se aventuran a cultivarla, ya sea en Los Antiguos, Chile Chico o en sus alrededores.

Las primeras producciones se remontan a los años 70, en la localidad de Los Antiguos, provincia de Santa Cruz, Argentina. Cuna de la Fiesta Nacional de la Cereza, fue también donde todo comenzó, según cuenta la historia. Pero tuvieron que pasar algunas décadas, para que se produjera el auge de este fruto en la Patagonia austral.

“Entre fines de los 90 y principios del 2000 hubo un boom, con una propuesta diferente y un foco netamente exportador. Al poco tiempo la Patagonia en su conjunto se transformó en la principal región productora y exportadora de cerezas del país, con un 90,92%”, relata Aníbal Caminiti, gerente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI).

Chile se sumó tiempo después, en una época en que el mercado local distaba mucho del que conocemos actualmente. A comienzos de los 90, Diego Arribillaga, ingeniero agrónomo e investigador del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA Tamel Aike, aterrizó en tierras australes. “Cuando llegué había un proyecto de comercialización de frutales en la cuenca del lago General Carrera. Lo primero que hicimos fue un catastro y no había nada que vender. Ya existía la experiencia previa en Los Antiguos, que está a 7 km en línea recta por carretera de Chile Chico. Había dos especies que eran interesantes por la época de cosecha: una era el damasco, y la otra la cereza, que podíamos cosechar en el mes de enero, donde nadie más la tenía a nivel nacional. Entre 1998 y 2000 la labor del INIA fue establecer huertos de cerezos en manos de pequeños productores en Chile Chico, Puerto Ibáñez y Bahía Jara”, recuerda.

“Lo que se hace en Chile Chico y Los Antiguos es muy parecido, incluso hay mucha transferencia técnica entre ambos pueblos. La calidad es la misma, tienen las mismas limitantes climáticas y la misma fruta de la luz”. Óscar Alfaro, asesor.

DEMOSTRAR QUE ES POSIBLE

El destino de la primera exportación de cereza austral producida en la Patagonia chilena fue Francia, en la temporada 2003-2004. Si bien el volumen fue cercano a los 1.300 kilos, su verdadero valor radicaba en poder demostrar que sí era posible salir de tierras tan lejanas y llegar a mercados internacionales con un buen producto. “Había mucha negatividad, decían que la cereza se iba a ahogar en el lago, no recibimos comentarios muy felices. Y con esa exportación rompimos el mito”, relata el experto del INIA. “La gente quedó fascinada y ahí la empresa privada empezó a poner más cerezas, hasta llegar a lo que es hoy: cerca de 250 hectáreas en un valle pequeño, con 5 o 6 empresas relevantes que están produciendo y exportando fruta”.

Desde ambos lados del lago destacan que no solo existe una buena relación entre los productores de la zona, sino que además es complementaria. “Lo que se hace en Chile Chico y Los Antiguos es muy parecido, incluso hay mucha transferencia técnica entre ambos pueblos”, explica Óscar Alfaro, ingeniero agrónomo y reconocido asesor en producción de cerezas. “La calidad es la misma, tienen las mismas limitantes climáticas y la misma ‘fruta de la luz’ (término que alude a características particulares, dadas por la gran cantidad de horas luz a las que está expuesto el cultivo).

Hoy Chile Chico cuenta con una superficie plantada de 213 hectáreas, mientras que Los Antiguos registra unas 260 hectáreas implantadas. El promedio de producción de la localidad argentina “en años normales está entre 1.500 a 1.600 toneladas, aunque la última temporada por temas climáticos no superó las 1.000 toneladas. Existen tres empaques y hay un cuarto ubicado en la localidad de Trelew, provincia de Chubut, que procesa y comercializa fruta de Los Antiguos. La producción local tiene como destino el mercado interno y externo”, resume Caminiti.

En el caso de Chile Chico, Arribillaga detalla que “la producción de las últimas temporadas ha sido extremadamente variable, debido a condiciones climáticas como lluvia y heladas en floración, y a que uno de los productores grandes ya no está en el mercado. Así, el año 2021 la producción total fue de 1.300 toneladas; en 2022 se ubicó entre 2.000 a 2.300 toneladas; y en 2023, entre 700 a 1.000 toneladas”.

“Había mucha negatividad, decían que la cereza se iba a ahogar en el lago, no recibimos comentarios muy felices. Y rompimos el mito”. Diego Arribillaga, investigador INIA.

El período de la cereza es acotado, y la cereza de la Patagonia es la más tardía, con una producción que puede extenderse hasta alrededor del 20 de febrero. Aunque, poco a poco la ventaja de llegar a los mercados en una ventana sin competidores se ha ido diluyendo. “Nuestro principal competidor era Chillán, con la variedad Sweetheart, que la cosechaban cerca del 15 de diciembre. Nosotros partíamos con Bing cerca de Año Nuevo y en enero nadie más en Chile tenía cerezas. Pero hoy en la precordillera de Osorno ya hay cerezas, bajo techo, pero es la misma época que nosotros”, explica Arribillaga.

UNA APUESTA EXTREMA

La lejanía, condiciones climáticas adversas -como el viento y el frío- y la escasez de mano de obra local, son algunos de los desafíos que enfrentan quienes cultivas cerezas en la Patagonia. Vamos una a una.

“La principal limitante que tenemos en la zona es el viento. Condición sine qua non es plantar al amparo de una cortina de álamos o instalar cortinas artificiales”, describe Diego Arribillaga. Por su parte, Alejandro Zimmermann, productor de Los Antiguos desde fines de los 90 con su empresa Río Alara, y presidente de la CAPCI, complementa que hay dos maneras de ver el viento. “Por un lado, ayuda a que se vayan las tormentas de verano, que son un gran problema para las cerezas durante la cosecha”, explica. “Entonces, el viento sopla esas tormentas que vienen del Pacífico y se las lleva para el Atlántico. A veces cuando está serenito me pongo nervioso. Y tenemos la ventaja que hemos sabido trabajar con las cortinas artificiales, de la misma manera que lo hacen nuestros amigos y colegas en Chile Chico y Bahía Jara. Si vas a hacer una plantación en la zona y no tienes en cuenta la inversión en cortinas artificiales, no vas para ningún lado”.

Un segundo tema son las heladas. “En INIA validamos el primer sistema de aspersión para control de heladas”, cuenta Diego Arribillaga. “Nosotros también cultivamos cerezas e hicimos un mapa de movimientos de masas de aire, colocamos sensores, y así fuimos avanzando hasta tener la ecuación para el control de una helada. Otra inversión fuerte fue una piscina de acumulación”, agrega el profesional.

En el lado argentino la aspersión con agua ha funcionado bien, comenta Aníbal Caminiti. Sin embargo, “en los últimos años los eventos climáticos han sido más severos de lo que nos tenían acostumbrados. Hay que cambiar las pautas de manejo para ir acomodándonos o adaptándonos a los cambios climáticos que vienen ocurriendo. Entre los productores chicos hay algunos que no cuentan con sistemas de control de heladas, este año se ha trabajado mucho en la inversión para ese tema”.

El poder ofrecer la cereza más austral del mundo, también tiene costos asociados a la lejanía. Salir de Chile Chico implica dos días de camión, recorrer 2 mil kilómetros para llegar a un puerto y continuar el viaje. “Es una zona que tiene sus dificultades más que nada logísticas, porque está lejos de todo, no tenemos muy buena accesibilidad de caminos, de carretera, para salir hay que circular por Argentina o dar una vuelta enorme por el lago General Carrera, que es muy lindo y pintoresco, pero hacerlo en forma práctica es complejo. También dependemos de una barcaza para cruzar el lago que no funciona muy bien”, relata Esteban Milovic, quien fue uno de los pioneros de la zona con su agrícola Chile Chico Cherry.

La escasez de mano de obra local es otro tema, sobre el que el experto del INIA comparte una anécdota. “Cuando partimos con la cosecha de cereza, contratamos gente local. Sacaban 35 kilos al día… ¡Wow!, nosotros estábamos locos. Llegó una cuadrilla de gente de Argentina y sacaban 200 kilos. Yo pensé que me estaban tomando el pelo… Hoy hay gente que saca 500 kilos al día”. Arribillaga agrega que “mano de obra especializada en Chile Chico no hay, toda viene ya sea de la zona central o de Perú y Bolivia. Eso también implica toda una línea estratégica de traerlos, ir a buscarlos a Balmaceda, proporcionarles lugares para dormir, alimentación, y todos los temas sanitarios que exigen las nuevas regulaciones”.

Zimmermann comparte su experiencia para enfrentar esta limitante. “Durante el año tengo un staff local, que trabaja haciendo tareas de mantención. Pero en lo que respecta a cosecha, hay que contar con mano de obra que tenga la velocidad y eficiencia para sacar los kilos necesarios en el tiempo óptimo. Tenemos un equipo que nos acompaña hace más de 15 años. El 80% de la mano de obra de empaque la traigo de Mendoza, que son alrededor de 120 personas todos los años, más unos 150 cosecheros. Tengo una organización de alojamiento en Los Antiguos, comedores, cocina, para que la gente esté bien. Es costoso, pero es la única manera”.

CEREZAS PLANETARIAS

En la Patagonia se comenzó a producir cerezas con Bing y Lapins. Hoy, las variedades más utilizadas por los productores australes son Kordia, Lapins y Sweet Heart. También hay Regina, aunque en un menor volumen y más como polinizante de Kordia, variedad que ha tenido un buen desempeño en Chile Chico ya que demanda muchas horas de frío. En los campos de David del Curto también cuentan con variedades como Sentennial y Summerland.

En cuanto a los mercados de destino, son varios los países que disfrutan de esta cereza del sur del mundo, especialmente “cruzando el charco”. Esteban Milovic comenta que durante el último Cherry Summit, evento organizado por el Comité de Cerezas de la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile (Asoex) y Yentzen Group, quedó de manifiesto que el desafío es buscar y abrir nuevos mercados, además de intensificar la promoción en China, destino por excelencia de la cereza de contraestación. “Para nosotros históricamente era muy atractivo el mercado europeo, porque en los tiempos que salíamos ya no había cereza y ahí teníamos nichos que nos pagaban precios interesantes. Después, con China, igual, si el Año Nuevo chino es tardío. Hay que estar atentos, visualizar dónde puede ser rápido y expedito llegar y que haya un interés por la cereza en ese momento”.

 

La estrategia de Zimmermann con Río Alara ha sido “llegar a todos lados, no nos enfocamos en un solo mercado. Nacimos con Inglaterra, trabajamos con España, en Medio Oriente con Emiratos Árabes y Dubai, en el Sudeste Asiático con Singapur y Malasia, también por supuesto con China y Hong Kong. Y en América del Norte con Canadá y Estados Unidos. Estamos bien diversificados, con poco volumen, pero vamos a todos los mercados”. Su producción la obtiene en cerca de 100 hectáreas en Los Antiguos, donde cuenta con una planta de empaque con tecnología de selección y detección de defectos, dos cámaras de frío y laboratorio de análisis de calidad.

El valor del origen

Contar con una denominación de origen (D.O.) para las cerezas de la Patagonia austral, es un desafío que los productores de Los Antiguos se han tomado muy en serio. El presidente de la CAPCI, Alejandro Zimmermann, promotor de esta iniciativa, explica que “Los Antiguos no es una región muy grande, somos pocos y tenemos muy buena relación con la gente de la Cooperativa El Oasis y todos los productores”. La D.O. la están trabajando como un sello de calidad y están muy cerca de obtenerla. “La idea es que las personas sepan de dónde viene el producto, que es de esta región, producida y empacada en Los Antiguos. Que sea reconocida y que la gente la busque. Muchas veces los clientes me dicen ‘la Lapins de Los Antiguos no es igual que la del norte, es otra Lapins’. De eso se trata”, precisa. Aníbal Caminiti agrega que para obtener una D.O. debe existir un trasfondo histórico y cultural, que en el caso de Los Antiguos es evidente, ya que el cultivo de cerezas está asentado en esta localidad hace años, siendo su principal actividad productiva y un elemento esencial de su identidad. “No es casualidad que la Fiesta Nacional de la Cereza se celebre ahí”, señala.

LA FRUTA DE LA LUZ

“Todas las dificultades, incluso las climáticas, se ven compensadas por la calidad de nuestras cerezas”, sentencia Esteban Milovic. Y es que las particulares condiciones climáticas de la Patagonia austral determinan muchos atributos de la cereza que se produce en esta zona. El connotado investigador chileno Fernando Santibáñez acuñó el término “frutas de la luz”, aludiendo a la importancia de esta variable en la conformación de la cereza patagónica.

Doctor en climatología, Santibáñez explica que bajo condiciones de días tan largos, con cerca de 16 horas de luz, se da “una compensación que es maravillosa. Son frutas de la luz, muy ayudadas por la luz solar. Es probable que por el hecho de que el árbol puede fotosintetizar durante tantas horas al día, la planta se engaña y la cantidad de azúcares que puede producir es tan alta que es como si tuviera más temperatura”, explica el académico de la Universidad San Sebastián.

Óscar Aliaga también destaca el rol de la luz en la cereza patagónica. “Chile Chico tiene mucha luz, los días son muy largos durante primavera y verano. Entonces la fruta es prácticamente terminada por la luz, por eso es diferente. Los productores australes no han aprovechado esta característica para bautizarla con un nombre especial”.

“La brotación se atrasa más de un mes, lo que hace que los árboles sean extraordinariamente prolíferos en flores y frutos”, describe Santibáñez. “El calibre que alcanza esa fruta también destaca, porque en la floración todavía el tiempo es muy frío durante las noches, entonces el fruto crece lento durante las primeras etapas y eso le permite tener una fase de división celular mucho más larga y el potencial de crecimiento es mayor. Su intenso color se debe a que el frío de la noche ayuda a que se sinteticen los antocianos y cuenta además con una crocancia muy especial”.

Este último atributo diferenciador se explica, a juicio del experto, por la turgencia prolongada que mantiene el fruto durante la noche producto de las bajas temperaturas. “Una condición tan especial del clima, una brotación tardía, un período muy largo de división celular, un crecimiento muy lento al principio y una iluminación por muchas horas, es la combinación mágica”.

“Todas las dificultades, incluso las climáticas, se ven compensadas por la calidad de nuestras cerezas”. Esteban Milovic, productor.

NOVEDADES EN EL FRENTE

Apertura de mercados, incorporación de nuevas variedades y el tránsito hacia huertos más modernos, son algunas de las novedades que veremos en lo que respecta a la producción de la cereza patagónica. Si hablamos de proyecciones, Diego Arribillaga enumera varios desafíos, como crecer en superficie, tecnificar el rubro, aumentar la densidad y pensar en huertos peatonales. “Tal vez este recambio generacional de variedades vaya asociado a huertos peatonales, ya no poner 770 plantas, pasar a 1.250 o 2.000 plantas por hectáreas, tratar de maximizar la producción en una menor superficie”.

El experto del INIA añade que “el desafío desde el punto de vista técnico es detectar otras zonas de cultivo, otros micro valles dentro de la Región de Aysén. Las cuatro localidades de la cuenca del lago General Carrera -Chile Chico, Levicán, Puerto Ibañez y Bahía Jara- tienen condiciones atípicas dentro de la región y dentro de Chile, que permiten cultivar cerezos exportables de buena calidad”.

“La estrategia es llegar a todos lados. Estamos bien diversificados, con poco volumen, pero vamos a todos los mercados”. Alejandro Zimmermann, productor.

El investigador agrega que actualmente desarrollan un ensayo con cuatro variedades de cosecha tardía del vivero ANA. “El factor diferenciador tal vez es cosechar durante el mes de febrero, y ya con 30-35 días más, llegar a mercados de destino tal vez a fines de marzo, primeros días de abril, y ver si realmente hay demanda en esa época y el precio es interesante”.

En línea con lo anterior, Milovic se refiere al tema de las variedades y los portainjertos. “En un principio, por el clima fuerte de Chile Chico buscábamos vigor, plantas que tuvieran fuerza para pelear con un clima tan inhóspito. Pero en definitiva creo que habrá un recambio generacional, y mientras eso se afiance hay que potenciar las variedades que tenemos. Bing y Lapins van quedando fuera de carrera, pero una Kordia, por ejemplo, es una variedad que no está muy plantada en Chile. Creo que este año tenemos que evaluar cambios que nos devuelvan un poco el optimismo, y en cuanto al recambio, buscar variedades que nos permitan volver a esa época de cosecha más tardía, que era la original de Chile Chico”.

Para Aníbal Caminiti, la poca previsibilidad económica que existe en Argentina ha frenado mayores inversiones en el sector. “Nosotros tenemos hace un poco más de 10 años la misma superficie plantada. No crecemos en superficie, crecemos en volumen. Eso quiere decir que los actores que están en el negocio de las cerezas siguen reinvirtiendo, van desarrollando su know how, tienen mayor productividad. Nuestro futuro está acotado a las posibilidades de desarrollo de los actores que hoy están en el negocio. Actualmente, en otra localidad de Chubut llamada El Maitén, estamos produciendo cerezas más tardías que las de Los Antiguos. Este año ya van a salir los primeros volúmenes exportables”, concluye.