Como ya hemos reseñado en estas mismas páginas, el libro Botánica para Bebedores de Amy Stewart nos da una definición de fruta que resulta inmejorable para describir la magia de la palta. “El ovario maduro de una flor formado después de la ovulación suele tener una cobertura exterior, carnosa o dura (en este caso cremosa), que rodea una o más semillas”. La palta tiene un power femenino indudable y es otra razón -Benjamin Franklin pensaba que era la cerveza- de que el creador nos ama, y mucho.
Asada, frita, con dulce, con picante, molida, involucrada en un cóctel, en postres con chocolate, en pastelería, como chips para el aperitivo. Este cronista gastronómico que escribe desde el fanatismo desde el 2004 se ha topado con casi todo.
Desde la invención californiana del sushi con palta y con queso crema (escribo esto con el ceño fruncido), esta fruta tiene alternativas que parecen inagotables y que cada cultura, desde las más ancestrales a las más vanguardistas, propone en la mesa. Haciendo memoria, aguacate con chipotle en el mercado de Guanajuato, aguacate con escamoles (ovas de hormigas) en Ciudad de México, cuna cultural del ahuacatl, voz de la lengua azteca náhuatl, un alimento que se consume en América -según hallazgos arqueológicos de semillas- hace más de 9.000 años. Esto antes del guacamole (ahua camolli) que el libro Sabores de América -de Ana María Pavez y Constanza Recart con hermosas ilustraciones de Isabel Hojas- ya señala como una receta precolombina. Pero eso ya es cocina, no simple cosecha.
En terruño chileno la palta ha visto grandes “aportes” e inclusiones. La famosa palta reina se rellena de pollo o atún, mientras que la palta cardenal se surte de camarones y mayonesa. Pero también cuando es involucrada en hot dogs (llamados “completos”) o simplemente con pan.
Años atrás, conversando en confianza con el colega Daniel Greve me confesaba que no había algo más “sexy” que una imagen de un pan con palta con huevo pochado coronando y a la vez “sangrando” su yema. Un verdadero hit. Los corazones y las glándulas salivales a veces no mienten, y esa imagen no es más que una promesa de un provechoso y delicioso pecado, lleno de vida. Un acuarelista amigo me susurra que amarillo y verde son siempre un hit en el cerebro humano. Es bosque y es sol. Pero mejor dejemos a la neurogastronomía descansar y al acuarelista pintar sus hermosos paisajes grises.
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