Sus inicios se remontan a fines de 2018, cuando Tomás Valenzuela y Vicente Pérez aún estaban en la universidad y les correspondió hacer su práctica profesional. Ambos estudiaban agronomía en la Pontificia Universidad Católica de Santiago y ya tenían algo de experiencia en el campo, ya que todas las temporadas de invierno y de verano se trasladaban a la zona centro-sur a trabajar en la producción frutícola.
“Hice mi práctica en la gestión de la bodega de productos químicos de una empresa que tenía cuatro campos en la zona del Maule, y como ‘pajarito nuevo’ me tocó el desafío de ordenarla”, cuenta Vicente.
La matriz era una gran bodega que despachaba a distintas unidades productivas y de la que no se tenía mayores datos sobre qué y cuánto había dentro de ella. Tampoco había claridad de cuánto se estaba gastando por el centro de costo, con qué frecuencia se rotaban los insumos ni cuántos de ellos estaban vencidos. Una serie de falencias que pueden marcar la diferencia en una correcta gestión.
Ambos estudiantes en ese entonces estaban trabajando en la misma problemática y tras consultar en otros campos vecinos, se dieron cuenta de que la situación era algo transversal a toda la industria agrícola. De hecho en una de las bodegas en que trabajaban, el 22% de los productos se vencían y tenían una rotación de un año y medio o dos, es decir, una gestión muy poco eficiente para un lugar que manejaba un capital de trabajo gigantesco.
“Yo le decía a mi jefe que si le metíamos cabeza podíamos ahorrar entre 30 y 50 millones de pesos, que se podían usar para podar, pagarle a los cosechadores, o como utilidades. Ahí nos empezamos a convencer con Tomás de que esto era una problemática grande y que los agricultores no la tenían mucho en cuenta”, relata Vicente. Entre 2019 y 2020, con la pandemia, el escenario cambió. En las bodegas de productos químicos y fertilizantes agrícolas se volvió clave cumplir con el stock para poder realizar la aplicación. La mayoría de las bodegas seguía con papel y lápiz, es decir, facturas y guías de despacho que se apilaban en gavetas y escritorios, pero en realidad nadie sabía lo que se tenía en la bodega.
Fue así como estos jóvenes emprendedores comenzaron a trabajar para dar solución a la necesidad que detectaron, a través de una herramienta que fuera lo más completa posible, fácil de usar, y que remplazara el uso del famoso lápiz y papel. Es en este punto donde nace Agroinventario.
*Continúa leyendo este artículo aquí