Parece que la autogestión de los artistas y la necesidad intrínseca de la música por mostrar sus más diversas expresiones ha sido y seguirá siendo el leitmotiv de todo festival que se precie como tal. Y es que uno de los festivales más reconocidos a nivel mundial y con más de 30 años de existencia, Lollapalooza, comenzó como una manera de despedir y reconocer la trayectoria de la mítica banda Janes’s Addiction, liderada por Perry Farrell, quien tuvo la idea del proyecto y fue el creador del encuentro, y al mismo tiempo brindar alternativas musicales de distintos géneros predominantes en 1991 como el rock alternativo, el indie y el punk en los Estados Unidos y Canadá.
Presentado como “el festival de la generación X”, fue un símbolo de la cultura joven de los 90 -sobretodo de la norteamericana- y tuvo su punto de partida en Phoenix, Arizona, primera estación de un recorrido que incluyó varias ciudades de Estados Unidos y Canadá, hasta finalizar en agosto de ese año en Seattle.
Además de Jane’s Addiction, parte de la programación inaugural incluyó bandas como Nine Inch Nails, Siouxsie & the Banshees, Living Colour, Ice-T (con su banda de rap metal Body Count) y Rollins Band.
EL NOMBRE Y LA PAUSA
Extraño, atípico y a veces hasta difícil de pronunciarlo, el nombre del festival también tiene su historia. Farrell contó alguna vez que para crear sus canciones usaba diccionarios para encontrar palabras que le parecieran adecuadas o novedosas, o que simplemente funcionaran como disparador para escribir una letra. Así fue como encontró “lollapalooza”, que tenía entonces dos acepciones: una referida a algo o alguien grandioso; y la otra relacionada con un chupetín gigante y giratorio. Este último significado fue tomado como la imagen gráfica promocional de los primeros festivales. “Pensé en toda la gente increíble que iba a congregar. No sólo los artistas, sino la gente en sí misma: los sponsors, los rockeros punk, post-punk, los raperos… Toda esa gente salvaje: Gibbie Haynes, Ice T, Henry Rollins. Y entendí que era un nombre perfecto”, afirmaba Farrell por esos años. Un tiempo después también recordó que había escuchado la palabra en un episodio televisivo de Los Tres Chiflados.
Fue tal el éxito de esa primera versión que el nombre del festival comenzó a resonar los años sucesivos, transformándose en el escenario al que muchas bandas querían aspirar.
Sin embargo, el financiamiento comenzó a mermar esta iniciativa. La idea de la gira ya no era rentable: demasiados costos para montar grandes escenarios en tantas ciudades, cachets muy altos y una respuesta del público que había menguado. El boom de la “cultura alternativa” se había apagado y el impacto de la gran homilía grunge del 94 (Soundgarden, Pearl Jam, Alice in Chains) ya era mera nostalgia. Así continuó hasta 1997, cuando Farrell preocupado de otro proyecto parecido –Enit festival-, vende gran parte de Lollapalooza a la agencia William Morris. El rumbo del festival se perdería y las cuentas no empezaron a cerrar del todo, por lo que se decidió cancelar el proyecto, que recién revivió nuevamente en 2003 de manera ininterrumpida hasta el día de hoy, traspasando las fronteras de Norteamérica y expandiéndose a Sudamérica y Europa.
Si bien fue un éxito en su surgimiento, el evento no regresó de la mejor manera en 2003. Al año siguiente, debió afrontar problemas económicos frente a la baja venta de tickets.
El año 2005 fue una suerte de bisagra para Lollapalooza. Farrell sumó nuevos socios, entre ellos C3 Present, y propuso olvidarse del modelo itinerante en varias ciudades, concentrando la programación en un solo lugar: Grant Park, en pleno centro de Chicago con Kasabian, Arcade Fire, The Killers, Liz Phair, Cake, Primus, Kaiser Chiefs y Weezer como números convocantes.
De esta forma, entró en vigencia el formato anual, primero con tres jornadas en Chicago y luego, desde 2016, con cuatro en su sede central. A partir de ese momento, los números cambiaron y el crecimiento fue notorio, convocando cerca de 400 mil espectadores año tras año. Pero el festival no se quedó en sus fronteras. Su gran popularidad permitió expandir el fenómeno a otros rincones del mundo, teniendo sus primeras ediciones y repitiendo los festivales todos los años en Santiago de Chile (2011), Sao Paulo, Brasil (2012), Buenos Aires, Argentina (2014) y Bogotá, Colombia (2021) en Sudamérica y Berlín, Alemania (2015), París, Francia (2017) y Estocolmo, Suecia (2019) en Europa.
LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL EVENTO
En 2010 Farrell y sus socios comenzaron a explorar la posibilidad de expandir el festival hacia otras latitudes, y no fue ni Londres ni México, sino que Santiago de Chile el territorio en donde pusieron sus ojos y extendieron los brazos.
Con la experiencia de la coproducción del festival Maquinaria y el cierre de un show independiente con los Rage Against the Machine, la productora Lotus, comenzó a tener conversaciones con los socios de Lollapalooza (WME, C3 Presents y Perry Farrell). “Tuvimos primero unas conversaciones y fuimos negociando. En la primera reunión en Los Ángeles nos fue súper bien, salimos sabiendo que teníamos el festival, de que habían creído en nosotros a pesar de que algunos no sabían nada de Chile y menos, de la incipiente industria festivalera de esa época”, comenta en una entrevista Sebastián de la Barra, promoter Lotus Producciones y director de Lollapalooza Chile.
El cuidado por el medio ambiente hoy es uno de los pilares fundamentales en la realización del evento a nivel mundial.
Lo cierto es que hoy el festival en Santiago de Chile aporta más de US$60 millones anuales y da empleo a cerca de 160.000 profesionales en distintas áreas del entretenimiento y la producción de eventos.
En Argentina, el festival se realiza desde 2014 y está a cargo de la productora DF Entertainment, del empresario Diego Finkelstein, quien en 2018 vendió el 51% a la compañía Live Nation. “Más allá de que ya éramos socios en el Lollapalooza, que a nivel mundial es de ellos, teníamos muchos años de trabajo. Hicimos Coldplay, Phil Collins… Y es un orgullo y un placer que la compañía más grande del mundo en entretenimiento haya decidido ser socia nuestra”, comenta el CEO.
Sin embargo, la pandemia y la crisis económica local de este país han impedido que las ganancias o los números durante estos años de festival sean azules. “La gente viene por la música, porque es el arte que más ama. Por supuesto que hay transacciones, temas económicos de por medio, (pero) en estas ediciones no gané un centavo. Les sorprendería si les digo cuánta plata he perdido”, planteaba hace algunos años el fundador del festival, Perry Farrell.
Pero el tema va más allá de los ingresos económicos, ya que el propósito es generar un impacto sociocultural. “Pienso que va a seguir sucediendo (lo de perder dinero) porque es algo que debe suceder. Lo importante es que quiero traer música a todas partes del mundo y aprovechar esta escena argentina que es buena, que es amada, con artistas queridos, y hacerlo en lugares que necesitan ayuda, de alguna forma”.
MÁS ALLÁ DE LA MÚSICA
Hoy por hoy, Lollapalooza es uno de los festivales más grandes del mundo, por encima de gigantes como Rock in Río que, desde su creación en 1985 en Río de Janeiro, se ha extendido a Lisboa, Madrid y Las Vegas, y el Primavera Sound, que nació en Barcelona también con un perfil alternativo y que ha experimentado un gran crecimiento desde su primera edición en 2001, sumando nuevas sedes (Los Ángeles, Buenos Aires, y Madrid).
Y es que, más allá de la música como atractivo principal, Lollapalooza cuenta con una oferta más amplia: food trucks, venta de merchandising, espacios dedicados a fomentar la ecología y el cuidado del medio ambiente, la vida más saludable y el Kidzapalooza, que promueve un ambiente más familiar, con actividades, talleres y shows dirigidos a niños y padres, sumando más heterogeneidad de público.
Por ejemplo, en Brasil y por segundo año consecutivo, el reciclaje estuvo a cargo de la empresa Braskem con la acción Rock and Recycle by Braskem. Ana Laura Sivieri, directora de Marketing y Comunicación de Braskem, plantea que con esta iniciativa “queremos que la sociedad entienda la importancia de la participación activa de todos nosotros en el reciclaje del plástico. Nuestros residuos tienen futuro, pero para ello necesitan llegar al destino correcto. Y esto depende de los esfuerzos conjuntos de la industria, el gobierno y la población. Nuestra acción en LollaBR va en esta dirección, con el objetivo de involucrar a las personas en un tema tan importante».
En Chile, la productora a cargo ha desarrollado iniciativas sustentables como el escenario de Aldea Verde, el que es alimentado por más de 150 paneles fotovoltaicos que captan luz que es convertida en energía limpia. Además, este espacio alberga una serie de activaciones, charlas y talleres a cargo de organizaciones que trabajan en torno a la importancia de la conservación de la naturaleza, manejos de residuos, acciones por el clima, soluciones regenerativas, derecho socio ambiental, eco-ansiedad y mucho más.
Ahora bien, la gran cantidad de público asistente durante los días de festival también es parte del atractivo para las diferentes marcas que quieren estar presente. El desafío para las empresas, quienes hoy dependen de las estrategias de marketing para poder destacar en esta fiesta, las ha obligado a ser cada vez más creativas. En este sentido, el intercambio de valor, más allá de solo ir a escuchar música, resulta esencial a la hora de marcar presencia.
Por otro lado, durante los últimos años ha aparecido la figura del influencer, quien tiene como misión potenciar la marca que está representando, con distintas acciones, entre ellas la utilización de Redes Sociales y la presencia en eventos, como Lollapalooza.
Sea cual sea la mirada que se le quiera dar a este evento, lo cierto es que las más de tres décadas de experiencia y continuidad posicionan a Lollapalooza como “ÉL” festival de la música a nivel mundial y regional, cuya versatilidad y constante reinvención a partir de la ciudad y país que lo alberga, le permite crecer y estar a la vanguardia de lo que a la música y nuevas tendencias se refiere.