Un huerto en un orfanato en el norte de África fue testigo de la aparición de la primera clementina. Y es que cuando el padre Clément Rodier encontró hacia fines del siglo XIX, en el jardín de su orfanato en Misserghin, en las afueras de Orán, Argelia, este pequeño fruto de piel brillante, no se imaginó que tenía en sus manos el que sería uno de los exponentes con más adeptos de la familia de los cítricos. Si nos remontamos a su historia, una hibridación accidental producto del cruce de una mandarina tradicional y una naranja dulce es el origen, del que todos los clementinos son herederos. De ahí también su nombre, en honor a su descubridor, Clément, ya que según cuenta la historia, impresionado por la temprana maduración y especial sabor de este fruto, el botánico francés Louis Trabut, del Algerian Botanic Garden, lo llamó Clementina en honor al padre Clement Rodier.
El análisis de los genomas completos de 60 cítricos de todo el mundo, realizado por un equipo del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), permitió tener certeza respecto a la identidad de los padres de la clementina, ya que, al buscar su procedencia hay quienes la situaban en China, destacando que era idéntica a la variedad mandarina de Cantón cultivada en el gigante oriental. “El origen lo sabemos muy bien porque analizamos los genomas de los cítricos y la clementina es producto de una madre mandarino común, que es una variedad relativamente antigua y tradicional de China, y de un padre naranja dulce en el huerto del padre Clément. Cuando era pequeño, acá en España, todavía se encontraban plantaciones de esa mandarina y tiene un sabor maravilloso, un mayor contenido en aceites y es un poco más ácida; para la calidad de las mandarinas que había entonces, era una mandarina apreciada. Hoy conozco algunos árboles que la gente mantiene, pero ningún huerto en producción. Esa es la mandarina mediterránea, mandarina común, que estaba acá en España y también en el norte de África. Luego, el padre es la naranja dulce (Citrus sinensis) tradicional de siempre. Un cruce aleatorio dio esta mezcla”, relata Manuel Talón, biólogo español y coordinador del Centro de Genómica del IVIA.
Los cítricos comestibles son un mosaico genético. No se trata de especies puras. Por el contrario, todas son mezclas, hibridaciones entre distintas especies, producto del mestizaje de especies ancestrales. “Las especies puras de cítricos son absolutamente incomestibles, huelen fatal, es dificilísimo pelarlas, no tienen zumo (jugo). Soy de los pocos que las habrá probado y tienen un gusto realmente repelente. Es maravilloso como han pasado de eso, a los frutos tan extraordinarios que tenemos hoy día. Todas las especies cultivadas son en principio cruces aleatorios. A fuerza de ir seleccionando, por los datos que tenemos, se produjeron cientos sino miles de cruces en China entre las distintas especies, hasta llegar a variedades tan extraordinarias como la clementina”, agrega Talón.
Ese primer fruto es la que se conoce como clementina “Fina” y destacaba por sus cualidades organolépticas, como contenido de azúcares, ácidos, su equilibrio y sabores particulares. Un atributo diferenciador fue la ausencia de pepas o semillas –es autoincompatible- y produce fruta de calibre relativamente pequeño. Durante la primera parte del siglo XX esta variedad funcionó muy bien y su calidad hizo que fuera seguida, buscada y pagada. Su tamaño, ligeramente pequeño, era quizás la única variable que jugaba en su contra, desde el punto de vista de las preferencias del consumidor.
DE ÁFRICA A NULES
Si avanzamos en el tiempo y viajamos desde el jardín del padre Clement a Nules, municipio español de la provincia de Castellón, nos encontramos en 1953 con una mutación espontánea de la clementina que dio origen a una nueva variedad excepcional. La famosa clementina de Nules, o clemenules, conocida también como nulera, nulesina, clementina victoria y clementina reina.
Rápidamente fue la de Nules quien atrajo las miradas, llamando la atención su mayor calibre, que la hacía particularmente atractiva. “Aunque sus cualidades organolépticas son un poquito menores que las de la clementina fina, al tener un tamaño más grande rápidamente se convirtió en el fruto cítrico por excelencia de España. Acá tenemos variedades de naranja que son muy atractivas, pero en mi opinión no hay nada que iguale a las clementinas. A partir de ahí, los agricultores aprendieron a diferenciar este tipo de clementinas, las distintas mutaciones que surgían en las diferentes zonas citrícolas se fueron seleccionando y hoy día tenemos una gama bastante amplia, aunque ninguna de ellas ha superado en calidad o en aceptación a lo que es la clementina de Nules. Se le llama también clementina reina, porque es la que ha sido la más importante”. Y es que, por su sabor, además de su buen calibre y calidad, muchos la consideran la mejor variedad.
La producción de la clementina se fue extendiendo por el mediterráneo y entre los primeros productores, además de los ya mencionados Argelia y España, se encuentran Marruecos, Túnez, Italia, El Líbano y Francia.
LA LLEGADA A AMÉRICA
Cruzando el mundo, este preciado cítrico llegó a Estados Unidos desde Argelia en 1909 y fue el botánico Walter Swingle del Departamento de Agricultura de EE.UU. quien llevó un esqueje –brote listo para injertar- a Florida. Pasaron algunos años hasta que en 1914 Howard S. Fawcett, del Citrus Research Center de Riverside llevara esta variedad a California, donde comenzó a cultivarse.
“Las clementinas que se han cultivado en EE.UU., primero fueron las argelinas y luego otras variedades, mayormente Clemenules –conocidas también como Nules- y también Fina Sodea. Inicialmente en California se consideró una mandarina especial y se comercializó a pequeña escala. Cuando se comenzó a importar una significativa cantidad de clementinas desde Europa, por los años noventa, influenció a grandes productores como Sun Pacific a comenzar a cultivar esta variedad de cítricos en una escala mucho mayor en California”, explica Tracy Kahn, curadora y Givaudan Citrus Variety Collection Endowed Chair, Department of Botany and Plant Sciences, University of California Riverside (UCR). En el país del norte, las clementinas son comercializadas bajo las marcas registradas de mandarinas Cuties y Halo.
Las heladas de un frío invierno por 1997 arrasaron con los cultivos de naranjas de Florida, lo que hizo aumentar el precio y redujo la oferta de ese fruto. Esto llevó las miradas hacia otros productos de la familia, entre ellos la clementina, las que acapararon la atención del mercado estadounidense, donde se conocen también como “naranjas de Navidad” por la época en que se encuentran disponibles, que va desde mediados de noviembre hasta mediados de enero, lo que dio un impulso a su producción.
UN NUEVO HOGAR EN CHILE
Tuvieron que pasar algunas décadas desde su llegada a América, para que esta particular variedad de mandarina se extendiera también a la otra mitad del hemisferio. La similitud climática con las zonas del viejo continente en las que se propagó su producción hizo que la clementina encontrara tierra fértil en el centro-norte de Chile. La familia De Nadai, dueña de Unifrutti, trajo las primeras variedades de clementinas a Chile hacia fines de los años ochenta, para probar suerte y ver qué ocurría. “De ese set algunas funcionaron y otras se fueron quedando en el camino. Arrufatina, Oronules, Clemenules, Marisol, Mandina, Oroval fueron de las que llegaron en esa primera ola. Entre los años 1988 y 1990 se hicieron las cuarentenas y los primeros huertos productivos se plantaron alrededor del año 90 acá en la cuarta región”, recuerda Román Aros, ingeniero agrónomo de Unifrutti, quien fue testigo de la evolución de este cultivo en el mercado local desde esos primeros años. “Me ha tocado estar casi 30 años con este cultivo y he estado cerca de su historia. El padre Clemente Rodier envió a un vivero en España estacas de las primeras plantas de clementina que encontró en su huerto en Argelia y un pariente del religioso reprodujo las primeras clementinas a principios del siglo pasado, hace casi 100 años, las que pude conocer cuando estuve en España”.
Las primeras plantaciones comerciales se realizaron a partir de 1990 y de esas primeras variedades que llegaron a Chile, algunas se desarrollaron muy bien y otras se fueron quedando en el camino, para dar paso a nuevas variedades que se fueron incorporando con los años. Dentro de las que no prosperaron, se encuentran “la Hernandina por tardía, añera, Oroval se bufeaba muy fácil, Oronules produce calibres chicos, Marisol acidez alta y aparecieron otras clementinas como Orogrande, Clemenpons, una variedad chilena que es la Clemenluz, que es una mutación encontrada acá en Chile”.
El negocio para los productores locales, comenzó a cobrar fuerza cuando Estados Unidos entró como destino. Antes de eso, Europa era el principal mercado a nivel global, pero se abastecían principalmente de Sudáfrica, Marruecos y de lo que ellos mismos producían en países como España. Fue tanto el interés que este pequeño y brillante cítrico despertó, que su producción comenzó a crecer en forma desmedida, extendiendo su área de cultivo desde Copiapó a Curicó. Pero las clementinas son sensibles, entre otros factores a hongos de postcosecha, a oleocelosis, al exceso de humedad. También son de gustos claros. Prefieren los climas secos, las estaciones marcadas, siendo el ideal un clima mediterráneo.
“Entonces entró en involución el negocio de las clementinas y fueron desapareciendo huertos de todas partes. Sobre todo en las zonas costeras, con influencia marítima muy marcada y se fueron acotando los espacios y hoy estamos en una zona donde el cultivo se adaptó bastante bien, la madurez es muy buena, la fruta no es ácida, el color viene rápido, porque la zona se asemeja mucho al lugar donde se produjeron las primeras mutaciones y donde surgieron las primeras clementinas que fue en Argelia y en una zona muy parecida a la cuarta región en Vallenar y Ovalle.
“Primero las clementinas crecieron en forma desmedida por todo Chile y el negocio no funcionó porque la fruta se manchaba porque llueve y por varios motivos debido a que se trata de una fruta sensible. Por ello se fueron acotando los espacios de producción y hoy día la clementina tiene casi denominación de origen, en la cuarta región y algunas zonas específicas de algunos otros sectores. Dentro de la cuarta región, la zona interior que está sobre la zona del embalse La Paloma, es la mejor. Si bajo con mi producción hacia la costa, ya empiezo a entrar en problemas. Ahí es más fácil producir Murcott u otras variedades de mandarinas. Pero las clementinas son bastante sensibles sobre todo en épocas de cosecha, necesitan un otoño relativamente seco para poder cosechar”. Con el auge de EE.UU., florecieron los cultivos y la apuesta casi generalizada fue por Orogrande, precisa Aros.
Los huertos más antiguos, que tienen 32 años, 33 años algunos, todavía están produciendo fruta de buena calidad, relata Aros. Los requerimientos son muy parecidos a un parrón, las inversiones son bastante más bajas, al igual que los costos de producción, pero la disponibilidad de agua ha ido limitando un poco el desarrollo del cultivo. “Hemos pasado por duras sequías y eso ha hecho que desaparezcan algunos huertos”.
CUIDADO CON LOS VECINOS
Este pequeño fruto cuenta entre sus atributos la versatilidad, que permite comerlas como snacks, postre, dan vida a deliciosas preparaciones y su característico aroma es un ingrediente en frescos perfumes. Pero sin duda una de sus características más distintivas, que la diferencia de otras variedades de mandarinas, es la ausencia de pepas o semillas. Para mantener esta particularidad es muy importante poner atención en qué cultivos tienen como vecinos “Es lo que llamamos científicamente una variedad autoincompatible; cuando ella está sola, no produce semillas, pero si está próxima a una variedad distinta, puede haber polinización cruzada y perder la autoincompatibilidad y entonces genera semillas, con lo cual en nuestro mercado se devalúa muchísimo en la calidad y el precio”, explica Talón.
Cuando los huertos o predios de cultivo son pequeños, y colindas con un vecino que tiene otra especie de cítrico, las probabilidades de que se generen cruces no deseados son más altas. El experto del IVIA señala que “una manera de erradicar eso es mediante irradiaciones de cobalto por ejemplo o de neutrones rápidos; eso es bastante habitual en investigación a nivel de obtención de mejora de variedades. Es un procedimiento para quitarle las semillas definitivamente, hacerla estéril, incluso aunque esté bordeando a otros cultivos que en condiciones normales les producen semillas. Esta es una técnica que se utiliza en las clementinas y también en distintas mandarinas para intentar eliminar las semillas, que se viene haciendo hace bastantes años. El problema con el proceso de irradiación, es que además de eliminar la semilla cambiaba algunas características de la fruta que sí se querían mantener. Otra solución es pulverizar con pesticidas para evitar los insectos, lo que es antiecológico, y lo otro es la malla para cubrir los cultivos, pero es cara, hay que instalarla, pueden quedar espacios. Y una tercera alternativa es generar estas variedades de clementinas que no producen semillas en ninguna condición, absolutamente estériles”.
UN CÍTRICO MUY POPULAR
Otra cualidad diferenciadora -y por cierto también extraordinaria de la clementina- es la facilidad para pelarla. “No necesitas un cuchillo y no expulsa volátiles, no tiene muchas glándulas de aceite que explotan cuando la abres. Generalmente, esas tienen mal olor o te ensucian las manos y eso pasa con muchas mandarinas. Algunas que llegan al mercado y son buenas, pero tienen esto en su contra, a diferencia de las clementinas que son absolutamente limpias. Las puedes usar como snack para el colegio, los niños las pelan y luego no necesitan ni lavarse las manos porque quedan limpias y el tamaño es el adecuado”, añade el experto español. En otras variedades de mandarinas cuesta más despegar la piel o cáscara del cuerpo y suelen ensuciar más las manos de quien las consume al pelarlas.
Todo lo anterior, junto su a su sabor equilibrado y ligeramente más dulce, han convertido a la clementina en una de las mandarinas más populares. ¿Pero quién no ha confundido clementina con otra variedad o simplemente la ha llamado mandarina? Y es que más allá de los atributos antes descritos, también guardan varias semejanzas… a fin de cuentas, pertenecen a la misma familia.
Si hablamos de su valor nutricional, por ejemplo, son bastantes similares. Ambas tienen propiedades antioxidantes, antibacterianas y antiinflamatorias, y son ricas en fibra y vitaminas B y C. Algunas variedades se asemejan más que otras, lo que puede confundir a más de alguno de sus seguidores menos avezados. Ahora si hacemos una línea de tiempo, tanto en antigüedad como en temporada de cosecha, la mandarina es anterior a la clementina. En cuanto al tamaño, estas últimas suelen ser más pequeñas.
“El concepto de mandarina como tal es un concepto popular, en realidad no tiene parangón botánico. En general todo aquello que tiene un tamaño mediano, relativamente pequeño, con color atractivo y que se ha seleccionado de esta manera, lo reconocemos como mandarina. Entonces la mandarina es el nombre genérico. Luego tenemos que cada cruce distinto ha dado un tipo de mandarina distinta. La clementina por definición es una mandarina. Otras mandarinas pueden ser la Satsuma, Nadorcott, Murcott, todas provienen de cruces distintos, generalmente de naranjas con otras mandarinas. Con eso nos remontamos al origen de los cruces iniciales ancestrales, que tuvieron lugar probablemente hace cientos o quizás miles de años. Y a partir de aquí, los cruces han generado una variabilidad tremenda”, precisa Talón.