Como muchas de las grandes historias de la industria, esta también tuvo su origen en la investigación y el ojo visionario. Gustavo Zúñiga, biólogo y doctor en biotecnología, tenía su laboratorio de la Universidad de Santiago, investigaba a fondo las plantas endémicas chilenas y se había propuesto el desafío de solucionar algunos de los principales problemas de la agroindustria. Luego de experimentar por un buen tiempo, descubrió que en el Quillay existían ciertas propiedades que no se expresaban naturalmente y que atacaban mejor que ningún otro producto a la botrytis, el principal dolor de cabeza de este rubro a nivel mundial y el mayor factor de rechazo de la fruta chilena en los mercados internacionales. Y esto, además, sin usar absolutamente ningún químico.
Gastón Salinas, ingeniero industrial de la Universidad Adolfo Ibáñez, trabajaba en temas de consultoría y nuevos negocios cuando conoció a Zúñiga en 2010. Hace un tiempo que venía pensando en la posibilidad de buscar horizontes emprendedores y le propuso juntar fuerzas y crear un producto comercializable. Así, nació Botanical Solutions, al mismo tiempo que el biopesticida (orgánico) de Zúñiga lograba conseguir la patente de invención en EE.UU. Consiguieron hacer pruebas en las viñas Cono Sur y Emiliana, ambas orgánicas, además de con algunos productores de uva de mesa. “El nivel de eficacia era casi como un producto químico. Con esa información fuimos a buscar inversionistas», recuerda Salinas, CEO de la compañía.
Durante 2012 Sembrador Capital de Riesgo (que tenía como uno de sus socios a Subsole, uno de los exportadores de frutas más grandes de Chile) invirtió inicialmente 50 millones de pesos chilenos para probar el invento in situ. En 2013 el mismo fondo les entregó US$ 500 millones más. Fue así que esta tecnología se transformó en un producto y comenzaron el proceso regulatorio con el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile (SAG) para poder vender el funguicida que hoy se llama BotriStop.
INTERNACIONALIZACIÓN
En la actualidad, la industria de funguicidas orgánicos representa un mercado de US$ 4 billones, con una proyección de US$ 12 billones para 2025.
Con eso en mente, los socios de Botanical Solutions decidieron dar el siguiente paso y en 2015 viajaron a los headquarters de Syngenta – agroquímica que tiene cerca del 30% del mercado de los fungicidas-, en Suiza, a mostrar lo que estaban haciendo. Tras una evaluación en Chile durante varios meses, Botanical consiguió a fines de 2017 su primer gran acuerdo de distribución de BotriStop.
Hoy el producto se comercializa en Chile y Perú, y está en proceso de llegar a México y Estados Unidos, para lo cual destinarán parte de los US$ 6,1 millones, que captaron a fines de 2021 en una ronda Serie A liderada por el fondo de Venture Capital con base en Palo Alto, California, lo que se suma a otros US$ 3,3 millones que levantaron en 2020.
En la actualidad la biotech está realizando I+D -en su planta ubicada en la comuna de Macul, Santiago de Chile para desarrollar nuevos productos en base al Quillay y a partir de otras plantas nativas chilenas, como el Boldo o el Palqui, y especies de otras partes del mundo, para obtener nuevos bactericidas y insecticidas. La meta es lograr al menos cuatro productos de aquí a 2026. “Pasamos de ser una compañía mono producto a tener una gama de otros productos, bajo la misma premisa tecnológica, es decir, usar plantas para proteger plantas”, explica Salinas.
“Hoy tenemos en el pack de desarrollo funguicidas, bactericidas, herbicidas, nematicidas, que esperamos nos permitan tener un portafolio de productos naturales en base a plantas que tengan nuestra tecnología”.
Y es que la tendencia hoy en los productos como biopesticidas, bioestimulantes o controles biológicos es participar del mundo del cultivo intensivo, que es donde está la gran superficie cultivada en el mundo y en donde coexisten los elementos más críticos de la alimentación. “Como empresa lo hemos entendido y es por eso que hoy tenemos en el pack de desarrollo funguicidas, bactericidas, herbicidas, nematicidas, que esperamos nos permitan tener un portafolio de productos naturales en base a plantas que tengan nuestra tecnología, en donde producimos en condiciones de laboratorio la biomasa y de la que extraemos luego los elementos activos”, agrega.
Fue así como en 2019 se dieron cuenta de que la compañía tenía una oportunidad y podía tener un impacto global, pero que los inversionistas no estaban en Chile. Por eso se trasladaron a Delaware, Estados Unidos, donde abrieron una oficina. “Si bien los inversionistas que nos apoyaron sirvieron para acompañar etapas intermedias que nos permitieron a fines del año pasado cerrar una Serie A, ya estanos trabajando en las siguientes rondas de inversiones de la compañía, pero es un poco el ADN de este tipo de empresas que crecen más rápido de lo que es capaz de financiar este crecimiento”, comenta el CEO.
“Como emprendedor tienes que entender que circunstancialmente te tocó nacer en Chile, pero que tu mercado está en Europa, EE.UU. o en Asia, por lo que tienes que ir por esa oportunidad. Chile es un mercado de prueba para algunas cosas, especialmente agricultura, minería, o recursos naturales. Pero si se está haciendo ciencia de clase mundial, hay que cuestionarse si Chile es el mejor lugar para “brillar” o, si estoy desarrollando una tecnología, es el lugar en el que debo estar. Esto no tiene que ver con el país en particular, sino con la mirada que tienes como emprendedor para maximizar tus progresos y tu negocio”, y agrega que hay una buena noticia para todos quienes se están atreviendo a emprender en Chile. “Hay inversionistas que se están animando en Chile y Latinoamérica a participar en rondas de inversión. Esto qué significa, que si tu como emprendedor haces la tarea de atraer inversionistas que conozcan tu negocio y están dispuestos a liderar una ronda de inversión, darán la confianza para que otros inversionistas quieran hacerlo”.
Mercado de las vacunas
La startup sigue avanzando y está explotando otros uso del Quillay. En 2020 decidieron mirar el mercado farmacéutico, ya que el compuesto QS21, que se obtiene a partir de un extracto de la especie, sirve como adyuvante en vacunas y se usa para mejorar la eficacia del ingrediente activo. “Esto nos permite como compañía ser el potencial productor mundial de este compuesto que se utiliza en muchas vacunas comerciales y democratizarlo, ya que hoy solo depende del bosque nativo del Quillay chileno, abriendo nuestra hoja de ruta”, comenta Salinas.
En ese contexto, apuntan a llegar a producir gramos purificados del compuesto para que sea óptimo en pruebas de vacunas, y ya están en conversaciones con farmacéuticas, para entrar durante este año en estudios clínicos de fase I en Estados Unidos y Europa.
“Creo que partimos en agricultura por accidente, pero nuestra mirada hoy está en dar soluciones también al mundo farmacéutico. La empresa ha crecido, desde que nos vinimos de Chile a EE.UU. ya somos más 50 personas las que trabajamos en la empresa, y para principios del próximo año estamos proyectando los esfuerzos para tener nuestro primer laboratorio de investigación y desarrollo, que nos permita que la compañía crezca desde acá”, concluye.