Nadie pone en duda que los exportadores chilenos están sufriendo los estragos que han dejado estos últimos 2 años. Estallido social, pandemia, inflación, puertos colapsados, tarifas elevadas, problemas de espacio y contenedores, guerra en Europa, son algunos de los factores que la industria ha tenido que sortear para cumplir con sus programas y llevar los productos a las mesas de los consumidores en todas partes del mundo.
Nuestro país es reconocido a nivel mundial por su exportación de fruta fresca. Somos el principal país productor del hemisferio sur, liderando la exportación de cultivos como: cerezas, uvas, arándanos y nueces. Además de destacar en la producción de más de 50 variedades distintas de frutales, lo que nos convierte en un proveedor relevante para los principales mercados.
Lo anterior impone un desafío especial para nuestros exportadores, quienes deben coordinar de manera estratégica la logística y transporte, para cumplir con las demandas de los consumidores y lograr así mantener los estándares de calidad y condición de nuestros productos. Las lecciones que nos dejan las últimas 2 temporadas no pueden ser en vano. Por lo que, debemos procurar trabajar sobre los factores sensibles que afectaron los resultados de nuestro trabajo.
«Cualquier demora no planificada entre la cosecha y la entrega al consumidor final, afecta la calidad y condición de nuestros productos perecibles”.
En primer lugar, notamos que las empresas navieras están tomando cartas en el asunto. Han aumentado la oferta de servicios a los distintos destinos, estableciendo nuevas alianzas, ingresando nuevos actores en el mercado, ampliando la oferta de servicios y rutas. Lo anterior, busca dar cumplimiento de mejor manera a la oferta de itinerarios y programas que ofrecen, cuestión que es esencial en el ámbito del transporte de fruta fresca.
Además, las compañías de transporte han procurado tener una mayor oferta de contenedores refrigerados, un factor fundamentado que la lejanía de nuestro país impide que exista una rotación de unidades durante la temporada. Por lo anterior, es necesario contar con la cantidad de contenedores suficientes para poder transportar toda la producción que, según las estadísticas, seguirá aumentando.
También hemos podido apreciar un aumento en la oferta de buques cámaras. Este tipo de transporte se enfoca principalmente al mercado de Estados Unidos lo que conlleva, en mi opinión, algunos beneficios. Por una parte, permite la liberación de contenedores para otros mercados, pudiendo ampliarse la disponibilidad de unidades refrigeradas para transportar la fruta a otros mercados; y por otra, diversifica la descarga en los terminales del país del norte, factor importante para que éstos no colapsen en plena temporada. Esta situación la podemos identificar durante los últimos 3 años en los principales terminales de este mercado.
Este dinamismo que hemos observado durante las últimas temporadas ha pasado a ser una constante, razón por la cual toda la industria debe estar preparada, desde los productores – exportadores, pasando por las empresas de transporte y logística, hasta los recibidores en los diversos destinos. Para ello, muchas empresas han invertido en tecnología que les permita automatizar los procesos o por el contrario, obtener información que permita tomar decisiones más acertadas, a fin de mejorar la eficiencia en la cadena logística.
En segundo lugar, hemos visto que la inflación ha sido un factor económico presente en todos los países del orbe, lo que se traduce en un problema para el consumidor, quien ha visto afectado su poder adquisitivo. Para ello, estimo que será importante trabajar de la mano con los recibidores, estableciendo programas que se adecúen a la realidad de cada mercado. El ritmo de venta es esencial para la logística interna en el país de destino, ya que, si no hay venta, los almacenes de nuestros recibidores comienzan a tener más stock y, en consecuencia, se produce un efecto tapón en la cadena, generando sobrecostos a nivel de transporte, terminales, escasez de enchufes, y por sobre todo, una demora en la venta. Esto último es relevante, puesto que cualquier demora no planificada entre la cosecha y la entrega al consumidor final, afecta la calidad y condición de nuestros productos perecibles.
En conclusión, cada temporada tiene sus propios desafíos, los cuales son desconocidos hasta que suceden. Sin embargo, es claro que toda la industria y sus distintos agentes han tomado conciencia de que el mercado es dinámico, y se ha consumido energía, tiempo y dinero en mejorar, por una parte los procesos que diversifiquen los riesgos que trae consigo la exportación de fruta fresca y por otra, en poner a disposición de los distintos consumidores estos productos dejando siempre el nombre de Chile en lo más alto.