La temporada 2020 para la fruticultura en general fue un año marcado fuertemente por la aparición del Covid-19, el cual logró poner en apuros e incluso en jaque a algunas industrias, pero no así a la agricultura, siendo uno de los pocos rubros en donde el impacto fue bastante menor. De acuerdo con información publicada por la Organización Mundial del Comercio, el consumo de productos agrícolas aumentó un 5% durante el primer trimestre respecto igual periodo del 2019, contrario a la reducción que experimentó el comercio global de bienes en cual se preveía en -9,7% para el 2020. La crisis sanitaria comenzó tímidamente a fines del 2019 en la ciudad de Wuhan en China, alertando a los mercados recién hacia las festividades del Año Nuevo Chino, comprimiendo las ventas producto de las restricciones de movilidad impuestas por el Gobierno, con lo cual solo hasta la segunda quincena de marzo se vio algo de “normalidad”. Las posibles implicancias, además del tema de salud y la caída de los principales mercados, tenían en ascuas a los exportadores. Para ese entonces, recién iniciadas las cosechas de kiwi, estaba implícito que tras las cuarentenas opcionales y obligatorias de los distintos países alrededor del orbe, el consumo debía tender a disminuir, con lo cual el abastecimiento local y sobre todo de especies de largo almacenaje como es el kiwi, podría extenderse, perjudicando las importaciones de contra estación. Contrario a lo esperado y pese a todos los desafíos que imponía este nuevo escenario, la temporada para el kiwi transcurrió de una manera bastante amable. En el caso de Nueva Zelanda, cuya industria del kiwi no ha cesado su crecimiento tras la crisis del PSA (principalmente en las variedades de pulpa amarilla), por lo que ya hace un par de años la preocupación se ha visto centrada en la escasez en la mano de obra. A comienzos del 2020, Nueva Zelanda apostaba nuevamente por un incremento en las exportaciones de kiwi, estimando éste en +5% respecto la temporada anterior, lo que le permitiría finalmente alcanzar al cierre de temporada las 554.400 toneladas. Reconocido como uno de los países que mejor manejó la crisis sanitaria, las restricciones de movilidad, cuarentenas y la preocupación de las personas por este virus, enlentecieron las cosechas, dada la menor disponibilidad de horas hombre para esta labor. Adicionalmente, el panorama global, no era de los mejores, con Asia, su principal mercado muy afectado tras las cuarentenas, Europa en medio de las mismas y Latinoamérica y EE.UU. en vías. En el caso de Chile, los primeros contagios por coronavirus tuvieron cabida durante el mes de marzo, en pleno inicio de las cosechas. Pese a lo anterior, la temporada se pudo llevar a cabo sin mayores contratiempos, tomando los resguardos necesarios como industria para evitar la propagación de virus, alcanzando al cierre de temporada alrededor de 146 mil toneladas, volumen 4% inferior al 2019. Al contrario de lo que ha ocurrido en Nueva Zelanda, las exportaciones de kiwi chileno han ido en descenso, siendo la disminución de la superficie el principal factor.
ANÁLISIS DEL MERCADO
La incertidumbre abundaba a inicios de la temporada de kiwi del hemisferio sur, ya que en marzo y abril todo era nuevo respecto a la pandemia y no se sabía que ocurriría en el planeta. Sin embargo, el despeje temprano de los mercados locales del hemisferio norte como Europa, así como el cambio en los hábitos de consumo hacia una dieta mayormente funcional, favoreció el consumo de frutas con un alto contenido de vitamina C, en donde el kiwi fue uno de los grandes favorecidos, ayudando a que su demanda se incrementara de manera sostenida en la temporada. La temporada, en general para esta especie, se mostró bastante activa pese a la incertidumbre reinante. El término temprano de los inventarios locales en Europa, pese a ser gran parte del año uno de los continentes más afectados por el Covid-19, permitió tener un mercado bastante más despejado al arribo del hemisferio sur y principalmente de Chile, ya que Nueva Zelanda presentaba algunos retrasos en las cosechas de kiwi verde. En tanto en China, el inicio de la temporada fue más bien paulatino, marcado por un mercado con una alta disponibilidad de fruta local y con precios inferiores a temporadas previas, además de las restricciones que el gobierno impuso a las importaciones. En EE.UU., en tanto, la pandemia golpeaba fuerte los distintos estados, lo que significó el cierre de los canales HORECA, fomentando la compra en retails y e-commerce. Economías emergentes como las latinoamericanas vieron cómo durante gran parte del año sus monedas se veían devaluadas, lo que significó la priorización del consumo de productos locales como efecto del encarecimiento del importado.
CAMBIOS EN LOS HÁBITOS DE CONSUMO
La aparición del nuevo virus también trajo consigo cosas favorables. El cierre de los canales HORECA, así como la imposición de cuarentenas prolongadas, tuvo como consecuencia el aumento del consumo de alimentos en el hogar, haciendo que las personas tomaran un rol más activo en su alimentación. Si bien a nivel mundial la tendencia por una alimentación más saludable ha ido ganando adeptos, la pandemia vino a reafirmar el rol de las frutas y verduras en la salud de las personas, en donde cada vez más somos lo que comemos. Es en este punto donde ya no solo basta con que un producto sea atractivo y de buen sabor, sino que el que sea nutritivo y funcional toma un gran valor. En el 2020, tanto las frutas como las verduras vivieron un incremento en la comercialización. En el caso de las frutas, los cítricos dulces y el kiwi fueron uno de los grandes beneficiados post Covid-19, producto del cambio en los hábitos de consumo. Sus atributos como el alto nivel de vitamina C, el cual se asocia como beneficioso frente a enfermedades respiratorias, les permitió, pese al cierre de los canales tradicionales de comercialización, tener un flujo adecuado en las ventas, mejorando su posición respecto a campañas previas. Adicionalmente, debemos considerar que al momento de la decisión de compra y cuando el virus estaba en pleno apogeo, su largo almacenaje resultó ser un factor a considerar, permitiéndole al consumidor ir menos veces a comprar (aunque las cantidades pueden ser mayores) y por ende exponerse menos a un posible contagio.
Los hábitos de consumo hacia una dieta mayormente funcional, favoreció el consumo de frutas con un alto contenido de vitamina C, en donde el kiwi fue uno de los grandes favorecidos.
PROYECCIONES DE LA INDUSTRIA LA PARA EL 2021
Durante las últimas cinco temporadas, la producción del kiwi de Europa ha rondado las 750 mil toneladas. Para la temporada 2020/21, se espera que la producción comercializable de kiwi sea de 707 mil toneladas, un 6% más que la campaña 2019/20, aunque aún es un volumen bajo comparado con años anteriores. Dentro de la región tanto Italia como Grecia esperan incrementos en sus producciones, alcanzando las 327.000 toneladas el primero (+3%) con foco en variedades de pulpa amarilla y de 272.000 toneladas (+10%), respectivamente. El 2021 con un camino ya recorrido seguirá siendo un año bajo pandemia, el cual podría imponer nuevos retos a los países exportadores. Pronto a dar inicio a la temporada de kiwi 2021, si bien el panorama es más auspicioso esto no significa que sea más certero. Esta temporada nuevamente vemos a Nueva Zelanda proyectando un aumento en sus exportaciones, las cuales hablan de un 7% más que en 2020. Mientras que Chile no debiese presentar mayores variaciones a lo hecho en la última campaña.
El 2021 con un camino ya recorrido seguirá siendo un año bajo pandemia, el cual podría imponer nuevos retos a los países exportadores.
Para poder pre visualizar la temporada del kiwi, ya no solo basta considerar la suma de todos los oferentes, incluidos los nuevos, y la producción local, sino que aquí la cadena productiva, logística y comercial juegan un papel muy relevante en la planificación de los envíos, que eviten la saturación de los mercados, y en donde una buena llegada y recepción en el mercado son fundamentales. Sin embargo, es necesario no dejar de lado temas tan trascendentales como la higiene y seguridad, inocuidad y trazabilidad, los cuales forman parte de las bases para la construcción de las confianzas comerciales, más aún en un contexto de pandemia, además de ser pilares fundamentales en la competitividad de la industria.