En las primeras semanas de febrero fuimos testigos de cómo un fenómeno climático llamado Río Atmosférico asoló gran parte de la fruticultura de Chile, desde el Aconcagua al sur. Las inusuales precipitaciones y consecuentes días nublados, con humedades relativas históricamente altas para la fecha del año, están golpeando severamente a la producción y exportación de uva de mesa, llevándose con ello no solo meses de titánico esfuerzo y dedicación, sino tal vez años de trabajo y muchos sueños de sus productores, empleados, trabajadores y familias. Nuestro sector deberá entonces demostrar qué tan resiliente es, si somos una real “industria” y si sus stakeholders actuarán como tal. Pero revisemos algo de historia. A finales de los 80’s tuvimos una seguidilla de eventos que los “canosos” de nuestro sector recordarán muy bien; así podemos mencionar el escándalo del Sumixcle™, luego las “uvas envenenadas” en los Estados Unidos, para terminar con las amenazas de cierre del canal de Panamá antes del derrocamiento de Noriega. De todas ellas, la industria se recompuso y no perdió el vigorizante crecimiento que nos ha puesto como un referente en el mundo. Agreguemos el escándalo del Covid-19 Fake News en China, en enero de este año, otro golpe devastador para el sector y particularmente a la pujante producción y exportación de cerezas.
“Nuestro sector deberá entonces demostrar qué tan resiliente es, si somos una real “industria” y si sus stakeholders actuarán como tal.”
La iniciativa de los “Puertos Secos” fue una solución para la parte final de la temporada, que pudo morigerar el impacto de las falsas “uvas envenenadas”. Teníamos uvas sanas para llevar a aquellos puertos secos, para ser valoradas; pero hoy, cuando se estima que se perderá un 70% de lo que queda por cosechar entre las regiones V, VI y Metropolitana, visualizamos expectativas que son desmoralizadoras. Tenemos productores que lo han perdido todo y sin considerar que no hay certeza técnica de que lo que realmente pueda ser “rescatable” llegue en condiciones comerciales para su venta. ¿Serán entonces el Estado, los productores y los stakeholders capaces de tender una mano a nuestro sector? Acá todos perderemos si no tenemos un sentido de comunidad o industria, tan presente en el mundo anglosajón. Los importadores, comercializadores y recibidores, también tenemos algo que decir en esto al igual que las instituciones financieras, proveedores de materiales y servicios, exportadoras, agroquímicas, genetistas e hibridadores… todos somos partes interesadas o será el “¿sálvese quien pueda?”. Las organizaciones gremiales de productores, exportadores y técnicos están jugando un papel clave, estos son entes fundamentales para amalgamar a nuestra industria y pese a las legítimas diferencias, todos debemos ser miembros activos de estas organizaciones. Chile debe viajar vía marítima por semanas, siendo el tramo marítimo más corto de 32 a 35 días desde la cosecha, para que el consumidor final tenga en el anaquel o punto de venta las uvas a su disposición; para los más largos como Asia, se extiende entre 65 a 70 días desde la cosecha al punto final de consumo, o sea la cosecha es solo el inicio de una carrera contra el tiempo; este evento climático, nos tiene que hacer repensar, entre otros, las técnicas y tecnologías de producción, recolección, post cosecha y logística. En un interesante artículo de Reuters Lael Brainard de la Reserva Federal de Estados Unidos, señala que “las instituciones financieras, deben comenzar a tomar en cuenta los riesgos de los desastres climáticos”. Mientras los expertos se ponen de acuerdo si es “Calentamiento Global” o “Cambio Climático”, vemos con pavor cómo la mega sequía de la zona centro norte y sur nos lleva a extremos que aún no aquilatamos, estando sin duda en la conversación esporádica, pero no fuertemente presente en las acciones, proyectos y decisiones.
“La uva chilena tiene (y lo sé de primera mano) un futuro espectacular por delante, pues el profesionalismo de sus cuadros (todos, nadie se queda afuera), es un ejemplo y uno de los mejores del mundo.”
Existe una falta de visión a largo plazo de nuestros gobernantes. La mega sequía es un ejemplo más de un Estado ausente, donde la irresponsabilidad de sus múltiples administradores (en estos últimos 30 años), han actuado (o no actuado) con indolencia supina y la autocrítica la debemos hacer también en nuestro sector; fuimos incapaces de actuar como industria o como un cuerpo único, coordinado y multisectorial, donde los stakeholders se debieron alinear en objetivos comunes con los productores, encausando las agendas de futuro, para que sean realidad en el hoy y, si bien nunca es tarde para actuar, los daños colaterales ya están a la vista. Esto no es ni será el término de nuestra industria (espero hagamos honor al nombre industria), pero debemos evitar que esta situación se lleve por delante a muchos productores de uva, no solo a pequeños, sino medianos y grandes también. Por tanto, el apoyo de cada eslabón debe ser para reducir las pérdidas o hacerlas más manejables y muchos podrán, con el tesón de los agricultores, sobreponerse a esta catástrofe y salir delante. Es esa la resiliencia que estamos empeñados a gatillar para nuestro sector, cada uno sabrá donde está su aporte, el grano de arena o pasos que cada uno pueda y quiera dar, no necesitamos “salvavidas de plomo”. La uva chilena tiene (y lo sé de primera mano) un futuro espectacular por delante, pues el profesionalismo de sus cuadros (todos, nadie se queda afuera), es un ejemplo y uno de los mejores del mundo. ¿Dejaremos pues que este Río Atmosférico con su curso nos arranque de las manos nuestro futuro? Nuestras hijas/os y nietos/as, nos están mirando, demos una lección más de unidad y patriotismo, entendiendo por patriota al que quiere y respeta a su vigorosa y fértil tierra, de la cual producimos, sin arrancar nada de ella.