La economista y premio Nobel, Elinor Ostrom, afirmaba que no existe nadie mejor para gestionar sosteniblemente un «recurso de uso común» que los propios implicados. En una entrevista en 2003 planteaba que “los planes iniciales de muchos de los grandes proyectos de irrigación en los países en desarrollo se centraban casi exclusivamente en diseños de ingeniería para los sistemas físicos e ignoraban cuestiones organizacionales. Si bien es esencial comprender el aspecto físico de los proyectos de desarrollo, el hincapié debe hacerse en el aspecto institucional”. En el establecimiento de tales instituciones, recalcaba, se debe involucrar directamente a la población local, o se correrá el riesgo de que fracasen.
Estas palabras también hacen eco en Miguel Allamand, socio y presidente de Subsole, quien afirma que “no es posible pensar en el desarrollo del mundo agrícola si no se realiza en conjunto con todas las partes”. Con una amplia trayectoria en la industria, Allamand conoce bien la realidad de Chile en cuanto a gestión hídrica y asegura que la solución es la asociatividad entre privados, comunidades y estado.
Para él la asociatividad se enfoca en la colaboración entre Estado, comunidades y privados, pero también en un cambio de paradigma con respecto a la competencia entre los mismos privados. “Hay que entender que, en el siglo XXI, la competencia ya no se da en términos de que a mí me va bien, porque a ti te va mal, sino que, curiosamente, a mí me va bien, porque aun cuando competimos, a ti también te va bien”, asegura el empresario.
Se trata de una idea que está tomando fuerza entre los actores y probablemente, sea la clave de una gestión exitosa del recurso hídrico. “Se está dando un equilibrio fino e inteligente entre competencia y colaboración y creo que ambas cosas podrían funcionar a la vez. El uso del agua es uno de los mejores ejemplos en los cuales esta colaboración se puede llevar a cabo”, y visualiza de aquí a cinco años más “un nuevo sector privado empresarial trabajando estrechamente con las comunidades campesinas y con el gobierno buscando la solución a la necesidad de agua potable de las cerca de 400 mil viviendas en Chile que no tienen acceso al recurso”.
Variabilidad climática y factor humano
Sin embargo, la escasez hídrica ocurre por diversos factores. Por un lado, debido a la falta de una gestión de agua eficaz, tanto a nivel macro como micro en algunas zonas de Chile y Perú. Pero, por otro lado, y no menos importante, por la prolongada sequía que está afectando a ambos países y que incide negativamente en la industria hortofrutícola. Menos agua trae como resultado menor calibre y volumen; la disminución de calidad de las frutas y verduras y, en el peor de los casos, la imposibilidad de producir.
La ubicación geográfica de Perú y Chile, junto con otros factores, permiten que cada año aumente la escasez de agua en zonas con importantes cultivos.
Para el hidrólogo y miembro del Programa Hidrológico Internacional de Unesco, además de profesor de la Colorado School of Mines y de la University of Arizona, Pablo García -Chevesich, la escasez hídrica en Chile y Perú ocurre, porque se produce el mismo conjunto de problemas. En primera instancia, el cambio climático y la disminución de las precipitaciones, fenómenos que se producen debido a la extensión del Anticiclón del Pacífico (centro de alta presión que evita que los frentes climáticos ingresen al territorio); y a que la línea de la isoterma cero subió varios cientos de metros en la Cordillera de Los Andes.
Además de ello, García -Chevesich asegura que el 100% de los glaciares están retrocediendo a pasos agigantados, lo que se traduce en menos agua, menos infiltración natural en los acuíferos y menos reservas del recurso en la alta montaña. A su vez, “el consumo de agua tanto en Chile como en Perú se ha incrementado sin control durante la última década. De este modo, tanto la variabilidad climática como el factor humano actúan conjuntamente, trayendo como resultado la situación actual de escasez hídrica”, explica.
Por su parte, el Doctor en bioclimatología del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile, Fernando Santibáñez, postula que “aún no sabemos si esta mega sequía solo es tal, o bien, el comienzo de una era con menor pluviometría que vino para quedarse por muchos años”.
Cualquiera sean las razones, según los especialistas, se hace necesario realizar acciones para adaptarse a este escenario y asegurar el recurso hídrico en ambos países.
Para Santibáñez es esencial diseñar estrategias de adaptación junto con las comunidades “de lo contrario, arriesgamos terminar con un portafolio de soluciones inaplicables”. Plantea además que “al parecer, para enfrentar una amenaza de la magnitud del cambio climático deberemos apelar al dicho: la unión hace la fuerza”.
En ese sentido, el especialista confirma que el trabajo con las comunidades y la asociatividad son una fórmula efectiva para contribuir a esta problemática y un avance en la forma de abordar el problema. “La asociatividad es absolutamente necesaria. El cambio climático, particularmente la escasez hídrica, requieren de iniciativas que en muchos casos un solo agricultor no puede abordar”.
La empresa peruana Camposol ha logrado reducir su huella hídrica y gestiona mas del 90% de la fruta que produce en un canal propio.
Triángulo de oro: Gestión asociativa
Para hacer diagnósticos y luego llegar a soluciones sustentables que beneficien a las comunidades, el diálogo entre todos los actores, la cooperación y los acuerdos entre la sociedad civil, el Estado y los privados, toman especial relevancia.
Así lo entendió Camposol, empresa ubicada en Perú y que, con un trabajo exitoso en la reducción de la huella hídrica, gestiona más del 90% de la fruta que producen en un canal propio. Ello, gracias a un sistema de riego por goteo sostenible que trabajaron en conjunto con la comunidad donde están insertos y que permitió levantar cultivos agrícolas en pleno desierto, en el distrito de Chao, en la provincia de Virú.
Para esto, la cooperación fue fundamental. Camposol trabajó en conjunto con la empresa israelí Netafim que les enseñó el proceso de irrigación por goteo. A su vez, contaron con la cooperación internacional de Suiza, a través de la ONG, Suizagua Andina Perú, que, además de ayudar en el proceso de reducción de la huella hídrica, los apoyó en cómo podían involucrar a la comunidad en el tema hídrico.
La gerente de Marketing, Comunicaciones y Sostenibilidad de Camposol, Francesca Carnesella, cuenta que “con la asesoría de expertos suizos nos dimos cuenta de que, en la provincia de Virú, los colegios no contaban con una buena infraestructura de baños y los niños no tenían agua para lavarse las manos. Determinamos que ese era un punto clave para el cuidado de la salud y trabajamos con colegios en la zona para mejorar toda su infraestructura de provisionamiento de agua”.
El modelo de intervención de Camposol se levanta en una definición de roles entre sociedad, empresa y el Estado. “Empezamos reuniéndonos, tanto con la sociedad civil como con el Estado y, en general, con todos los actores. A veces realizamos talleres donde primero definimos nuestros roles y entendemos el de los otros que componen en la mesa, respecto de la problemática, para luego hacer un proceso interno de priorización donde la comunidad y el Estado deciden cuáles son los proyectos que ellos valoran o que cuentan con un mayor impacto en la comunidad”, explica la gerente.
En Chile también se está fomentando la asociatividad de manera importante, incluso en zonas en las que nunca se había concretado el diálogo entre todos los actores. En abril de 2020, por primera vez en la historia, y después de dos años de reuniones y trabajo conjunto, las juntas de vigilancia que componen la cuenca del Aconcagua, Región de Valparaíso, junto con la empresa sanitaria Esval, lograron elaborar una hoja de ruta que les permitirá enfrentar de manera efectiva la crisis hídrica. Se trata del “Plan de obras hidráulicas para la cuenca del Aconcagua”, que fue entregado al Ministerio de Obras Públicas y con el que se espera mejorar la gestión y seguridad hídrica de la zona, a través del mejoramiento de la infraestructura.
El gerente de la Junta de Vigilancia de la tercera sección del río Aconcagua, Santiago Matta, explica que, actualmente, están avanzando en acuerdos para hacer realidad el plan. “Además, estamos realizando, con UC Davis Chile, un proyecto para fortalecer la gestión sustentable del agua”.
Es importante destacar que esta cuenca lleva más de 11 años en una situación de extrema sequía. La disponibilidad de agua superficial disminuyó en un 49% durante la última década, entre otras cosas, debido a una menor cantidad de agua, nieve, y el aumento de la población alrededor del río. Ante esto, según el gerente regional de Esval, Luis Riveros, el acuerdo “permitirá enfrentar de mejor forma los próximos años, pues el cambio climático seguirá alterando la disponibilidad de agua en nuestra región”.
El Acuerdo Marco de Entendimiento y Cooperación Reciproca entre minera Los Pelambres (Chile) y las comunidades fue aprobado por el 83% de los habitantes.
Otro caso de éxito es el de la minera Los Pelambres, ubicada en la provincia de Illapel, Región de Coquimbo. En mayo de 2016 y después de más de 10 años de conflictos y juicios, lograron con las comunidades el histórico Acuerdo Marco de Entendimiento y Cooperación Recíproca, aprobado por el 83% de los habitantes. Con ello se acordó un plan de obras que permite el escurrimiento natural de las aguas del estero Pupío a la comunidad de Caimanes; aumentar y reforzar las medidas de seguridad que garantizan que la población no se vea afectada; y constituir una plataforma de diálogo para contribuir al desarrollo de la comunidad y mejorar las condiciones de vida de los habitantes.
El Estado y la sociedad también lograron asociarse de manera efectiva en el proyecto del embalse Convento Viejo donde, a través de una asociatividad público-privada entre el Estado y la Sociedad Concesionaria Embalse Convento Viejo S.A., se abasteció de agua al valle de Nilahue, en la Región de O’Higgins, Chile. Además, ese embalse se convirtió en una ayuda extra para la comunidad, ya que, según el gerente comercial de Convento Viejo, José Antonio Aldunate, “cuando no se está en periodo de riego, se aprovecha la misma agua que se está desembalsando para generar electricidad en la central de paso”.
La asociatividad también ha sido clave en países de Europa y Norteamérica que han tenido que enfrentar desafíos en gestión del agua. De hecho, el concepto “triángulo de oro” es utilizado por el embajador de los Países Bajos en Chile, Harman Idema, quien asegura que una razón del éxito en la gestión del agua es la cooperación. En ese sentido, la embajada de los Países Bajos en Chile promueve el proyecto GIRAgua, con el que se está apoyando e involucrando a todos los actores de las zonas a intervenir en la implementación de soluciones que ayuden a mejorar la situación de disponibilidad del agua, con la participación de las juntas de vigilancia, el Gobierno de Chile y el Instituto holandés, Deltares.
El embajador de los Países Bajos en Chile, Harman Idema, asegura que una razón del éxito en la gestión del agua es la cooperación.
Hay que prepararse para seguir colaborando en el futuro
Fernando Santibáñez asegura que “en el futuro los agricultores deben estar preparados para colaborar en el desarrollo de iniciativas que requieran sumar y no restar”. Para ello, según el especialista, será necesaria la capacitación, no solo en los aspectos técnicos de las soluciones, sino también en la gestión de proyectos asociativos.
En ese sentido, el CEO de MAS, Recursos Naturales, Felipe Martin, confirma que el trabajo conjunto entre las diferentes industrias es esencial, ya que se necesita seguir contribuyendo en soluciones para la gestión del agua, porque en el futuro, la escasez hídrica seguirá aumentando. “Si antes pasaban uno o dos años secos por cada década, ahora serán dos años húmedos por cada década, como máximo. Es una realidad absolutamente normal de aquí en adelante”, puntualiza.
Por eso, de acuerdo con Martin, la agricultura en el futuro tendrá que seguir adaptándose a estas sequías prolongadas. “Hay que mejorar la acumulación de agua; los años secos van a seguir secos, pero vamos a tener que almacenar el agua de los años húmedos más que nunca”, explica Martin y asegura que todos los actores tendrán que seguir involucrados en esta tarea.
Martín puntualiza que el Estado no tiene la capacidad para administrar el recurso del agua, pero sí debe apoyar en inversiones y exigir que las organizaciones de usuarios funcionen lo más profesionalmente posible. Para el especialista “es una obligación hacer una buena administración; y los únicos que pueden hacerlo, en este caso, son las comunidades y las organizaciones de usuarios, con una supervisión rigurosa del Estado”.