Dos granos entre millones de cajas
A 31 años de las uvas con cianuro

Dos granos entre millones de cajas


Por Sebastián Albuquerque / Ilustraciones: Jota Ampuero

Marzo de 1989 fue un mes agitado para la historia política y económica de Chile. Apenas cinco meses antes se había realizado el plebiscito que terminó con el Gobierno Militar y un mes antes, George F. Jones, quien se desempeñaba como Ministro Consejero de las misiones diplomáticas de los EE.UU. en Chile, recibió una extraña llamada telefónica. “Nos dijo que había envenenado un embarque de uvas que tenían como destino los Estados Unidos”, recuerda en una entrevista de 1995. “Lo reportamos (…) y semanas después nos llama de nuevo y nos dice ‘no las han encontrado, pero sí envenené esas uvas, se los puedo confirmar’”, agrega.

Los inspectores del Departamento de Agricultura de ese país inmediatamente comenzaron una búsqueda exhaustiva. “El domingo 12 de marzo, un inspector en Filadelfia encuentra un par de granos sospechosos, literalmente dos granos de entre millones de cajas, y tienen lo que a su parecer son marcas de inyección”, comenta Jones.

Al día siguiente estalla la bomba: EE.UU. suspende la importación de fruta chilena tras confirmar el hallazgo de trazas de cianuro en esos dos granos de uva por parte del FDA.

Un terremoto económico

En 1988 las exportaciones de fruta de Chile a EE.UU. representaban la segunda mayor exportación después del cobre.

Ricardo Ayala era jefe de planta de la empresa empaquetadora Agrícola y Frutera Curacaví (Frutec), y recuerda que ese 13 de marzo estaba almorzando en su casa cuando se entera de lo que estaba ocurriendo. “Me devolví a la planta y la encontré llena de militares, carabineros y agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI) del Gobierno Militar. Fue en ese momento que me entero de que las uvas habían salido de un embarque hecho desde Frutec”, recuerda.

El ministro del interior de la época, Carlos Cáceres, calificó el hecho como “terrorismo alentado por los comunistas” y anunció una investigación. Para el gobierno chileno la situación calificaba como “terrorismo químico”, y era parte de un complot para boicotear las exportaciones chilenas.

A partir de ese momento comenzaron las investigaciones por parte de carabineros, policía de investigaciones, CNI y el ministro en visita, Domingo Yurac. “Cada uno hacía su investigación como quería, entonces los que estábamos en la planta teníamos que declarar, desde cero, cuatro o cinco veces al día. Era una cosa interminable”, recuerda Ricardo Ayala. “Los antecedentes que se manejaban en la planta eran muy vagos. La contabilidad de la materia prima se llevaba en cuadernos y carpetas. Durante más de dos semanas toda la gente de la planta pasó incomunicada, encerrada, comiendo galletas y cosas livianas, con muchos interrogatorios diarios”, agrega.

La necesidad de encontrar culpables pesaba más que cualquier antecedente y las impresiciones comenzaron a aparecer. En la planta de Frutec se revisaron más de 80 mil cajas que estaban guardadas en los frigoríficos listas para su exportación. Todo estaba en orden, excepto una caja, que tenía dibujada, en uno de sus costados, una metralleta con las siglas FPMR, Frente Patriótico Manuel Rodríguez, grupo armado que buscaba derrocar a Augusto Pinochet, y que en 1986 realizó un atentado en su contra. La situación encendió todas las alarmas en la planta. Un joven que trabajaba de ayudante era el autor del dibujo. “Declaró que estaba aburrido y dibujó la metralleta por hacer algo. Obviamente no tenía vinculación alguna con el Frente”, cuenta Ayala.

En el resto del país, quedaron las millones de cajas de uva que iban a exportarse a EE.UU., las que comenzaron a repartirse en establecimientos educacionales, instituciones, entre otros. Jonh Pandol, representante de Pandol Brothers, recuerda cómo se regalaba la uva en la calle. “Una noche, en el Mall Parque Arauco, se estacionó un camión de la exportadora Del Curto. Doble remolque plataforma como se usaba en aquella época. Regalaron cajas de uva. Hasta los choferes de buses que subían por Kennedy agarraron uva”, cuenta.

Ronald Bown era el Director Ejecutivo de la Asociación de Exportadores de Fruta de Chile en ese entonces, y recuerda el momento en el que estalló el caso. “Estaba con mi familia descansando en la playa y llegó uno de los directores a buscarme. Por la urgencia del caso, viajé de inmediato de vuelta a Santiago, llegué en traje de baño y me estaban esperando los demás directores en mi casa”, comenta.

El FDA en su hallazgo inicial reportó que los dos granos de uva tenían 0,003 miligramos de cianuro, mucho menos de una dosis fatal de 200 miligramos. Un análisis posterior realizado por el mismo organismo determinó que la uva incautada finalmente no tenía cianuro. ¿Qué fue lo que pasó realmente?

“Tienes que poner este incidente en contexto, lo que era muy difícil de hacer para los chilenos. Unos años antes tuvimos el caso del Tylenol envenenado con cianuro, y poco después el caso de yogures envenenados con la misma sustancia en New England, en las estanterías de los supermercados”, recuerda Charles Anthony Gillespie, embajador de EE.UU. en Chile, en una entrevista realizada en 1995.

“Todo estaba en orden, excepto una caja, que tenía dibujada, en uno de sus costados, una metralleta con las siglas FPMR”

Productores y recibidores chilenos en TV

Rodrigo Durán era en ese entonces ejecutivo comercial de la exportadora David Del Curto y pasaba temporadas completas en ambas costas de EE.UU. coordinando a recibidores y clientes. “La noticia salía cada 15 minutos en televisión. Nuestros principales recibidores me llamaban llorando. ‘¿Qué hacemos? Tenemos un buque descargando, tenemos el frigorífico a mitad de carga, tres buques en el agua y no podemos vender. Yo les decía que esto era totalmente inédito, que era peor que un terremoto, porque la fruticultura es un pilar de la economía chilena, y que el gobierno iba a tener que hacer algo”, recuerda Durán.

En efecto, el gobierno chileno estimó las pérdidas entre US$200 y US$300 millones, y decidió subsidiar a los productores previa presentación de los certificados que avalaran la pérdida.

Pero el panorama era desolador. El miércoles 15 de marzo de 1989, el gobierno norteamericano fue más allá de paralizar las importaciones de fruta chilena, e hizo un llamado a botar la fruta de los refrigeradores de consumidores y de los anaqueles de supermercados.

“Vino la segunda semana y el caso seguía saliendo en las noticias. Más encima mostraban los anaqueles, y donde decía ‘chilean grapes’, estaban vacíos. Obviamente los buques se atochaban en los muelles, descargaban y la fruta reventaba en los frigoríficos. Llegó la tercera semana y decidimos hacer algo. Contábamos con el apoyo y la empatía de parte de nuestros propios recibidores y supermercados”, recuerda Durán.

Así fue como productores y recibidores de fruta se contactaron con la estación televisiva CNBC, de alcance nacional, para hacer un programa especial que hablara del caso.

Los productores de fruta le pidieron a Jack Pandol y a Rodrigo Durán ser parte del panel televisivo: Durán como representante de los productores chilenos, Pandol como productor estadounidense, y un tercer participante que representaría los intereses de la anti-importación y anti-agroquímicos.

En la sala de espera del canal, Pandol le advierte a su compañero chileno de las intenciones del representante de los intereses anti-importación: “Este es un “Good Old American Boy”, se va a tirar contra nosotros, y tú vas a tener que mantener la calma, porque si te enojas, los gringos van a creerle a él, porque es el local. Déjamelo a mí”, cuenta Durán.

Justo antes de empezar el programa, Durán, que había llevado una caja de uva Thompson Seedless tras una sugerencia de un compañero de trabajo, le preguntó al conductor del programa si podía poner la caja de uva en el set.

Empezó el programa y los ataques del joven representante en contra de la uva chilena comenzaron. “Decía que la fruta importada venía con veneno, cargada de agroquímicos y que envenenábamos a la población”, cuenta Durán. Jack Pandol le respondió: “Yo produzco uva en California y en Chile, y para que tú sepas, nosotros aplicamos el doble de agroquímicos que en Chile, porque Chile es una isla sanitaria”.

 

“Tú nos acabas de decir que la fruta de Chile tiene veneno y te acabas de comer un grano de uva”

 

Van a un corte comercial y Pandol saca un poco de uva de la caja que tenían adelante. El representante de la anti-importación también sacó uva. Todavía estaba masticando cuando vuelven al aire. “Ahí el conductor le dijo: ‘Tú nos acabas de decir que la fruta de Chile tiene veneno y te acabas de comer un grano de uva’. Le hicieron un zoom a su cara, y recién ahí tragó. No habló nunca más. Salimos del programa, el conductor nos agradeció, y cuando veníamos saliendo del canal, Jack me dijo: ‘Rodrigo, fue genial la idea de traer la caja con uva’”, recuerda Durán entre risas.

Las importaciones de fruta en EE.UU. se reanudaron a las pocas semanas de iniciado el incidente, el 21 de marzo de 1989, después de que expertos de la FDA visitaran Chile para certificar la seguridad en la producción. “Pienso que los mismos estadounidenses se dieron cuenta de que habían sobrerreaccionado”, dice Ronald Bown. “Eso ayudó a que se produjeran avances bastante rápidos en la autorización de ingreso de nuevas frutas y se concluyeran exitosamente algunas negociaciones entre ambos países”, agrega.

La investigación realizada por el ministro en visita, Domingo Yurac, llegó a la conclusión de que el envenenamiento de las uvas no pudo haber ocurrido en Chile. El cianuro se degrada rápidamente, y en un ambiente azucarado como un grano de uva, se transforma en cianohidrina, químico inocuo. El efecto del cianuro en un grano de uva es rápido, lo que hace creer que, las encontradas en la inspección a los puertos en Filadelfia, junto con tener una mínima cantidad de cianuro, debieron haber sido contaminadas poco antes de su análisis.

Este episodio de las relaciones comerciales con EE.UU. fue recogido luego en el libro de Ascanio Cavallo “Hombres de la transición”, en donde generales comentaron que veían el caso de las uvas envenenadas como “un llamado de atención” para que el cronograma de la vuelta a la democracia siguiera su curso pactado. El Comandante en Jefe de la Armada e integrante de la Junta Militar, José Toribio Merino, lo resumió así: “Esto es una de las tantas canalladas que nos ha hecho los EE.UU.”

Buscaban una indemnización cercana a los US$250 millones por el daño causado.

Sin embargo, el caso no prosperó. Ronald Bown recuerda que el caso “estuvo por mucho tiempo en la palestra judicial, pues el sector privado demandó al gobierno norteamericano por lo sucedido, llegando a la Corte de Apelaciones de Filadelfia, en donde la moción chilena se perdió por un solo voto».

 

En 1991 se presentó en EE.UU. un reclamo oficial contra el FDA por parte del Gobierno de Chile, 3.200 agricultores y 110 empresas.

 

 

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